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Estos días se cumplen 40 años de una de las semanas más violentas de la Transición Española. La extrema derecha y gran parte de la jefatura del Ejército y la Policía eran contrarios a la legalización de los partidos, a la democratización, a que a los trabajadores y a los jóvenes se les dieran unos derechos sociales y democráticos. Siete personas murieron a manos de grupos de ultraderecha, muy ligados al aparato del Estado. También grupos terroristas de extrema izquierda realizaron secuestros, lo que hizo que la extrema derecha se movilizara para acabar con la respuesta popular de masas que se estaba dando contra el franquismo y por la democracia. En Recuperando Memoria recordaremos a lo largo de esta semana estos trágicos hechos. Hoy hablaremos de Arturo Ruiz, estudiante asesinado por la extrema derecha tal día como hoy en 1977.

Ese día había una manifestación por la amnistía. Aunque había salido ya muchos presos políticos (sobre todo del PCE) todavía quedaban muchos en las cárceles. La lucha se hacía necesaria. Se hicieron pintadas el día antes llamando a la movilización, incluso en el Arco de la Victoria franquista con consignas como «Amnistía Total. Las paredes no estarán limpias mien­tras las cárceles estén llenas».

La manifestación fue prohibida por el ministro de Gobernación, Martín Villa. El Gobernador Civil de Madrid era Juan José Rosón, que después será Ministro de Interior con UCD.

Miles de personas se manifiestan en la Plaza de España, a pesar de la prohibición. Entre ellos, Arturo Ruiz, estudiante de 19 años, que también trabajaba como albañil. La policía cargó en el primer momento. Las primeras cargas provocan la dispersión de algunos manifestantes por las peligrosas calles de Libreros, Silva, Tudes­cos.

En la confluencia de las calles de Silva y la Estrella, junto a la Gran Vía, espera un grupo de ultras. Un hombre con un abrigo loden verde dispara al aire para disolver a varios jóvenes manifestantes y, cuando és­tos huyen, otro de los fascistas le pide la pistola, la empuña con ambas manos y dispara por la espalda a Arturo Ruiz, que cae fulminado. La bala le atraviesa el pulmón y le destroza el corazón.

Herido de muerte, es retirado de la zona en ambulancia, mientras la policía deja escapar a los asesinos y carga contra los manifestantes que gritan indignados. Poco después, en el lugar donde ha caído Arturo, un grupo de jóvenes coloca varios ladrillos en círculo, alrededor de la sangre del muchacho muerto, y hacen una cruz con dos palos y una cuerda que les arrojan los vecinos de una casa cercana. Inmediatamente vuelven a intervenir los antidisturbios, que retiran los ladrillos, rompen la cruz y restriegan la sangre del suelo con sus botas.

El Gobierno Civil sacó dos notas oficiales en el mismo día sobre el tema. En la primera dice:

«A partir de las doce de la mañana de hoy distintos grupos intentaron concentrarse en torno a la plaza de España para acudir a una manifestación que había sido prohibida por el Gobierno Civil de Madrid sobre cuya circunstancias violentas se había advertido a través de los medios de comunicación. Ante la agresividad de muchos de tales grupos, que atacaron a las fuerzas de orden público con cócteles molotov, piedra y otros medios, la fuerza hubo de dar diversas cargas, utilizando los dispositivos antidisturbios y dispersando a los manifestantes por las calles inmediatas al lugar de la concentración.Sobre las doce y treinta horas se han tenido noticias de que en la, calle de La Estrella, junto a la de Silva, había resultado herido Arturo Ruiz Garcia, de diecinueve años de edad, participante en la manifestación. Fue trasladado a la Casa de Socorro del distrito Centro donde ingresó cadáver.»

Y en la segunda:

«Tras las diferentes declaraciones, se pueden reconstruir los hechos con bastante claridad: a las doce y veinticuatro minutos Arturo Ruiz García, estudiante de BUP, de diecinueve años, natural de Granada, y, sin antecedentes de ningún tipo, se encontraba en la calle de La Estrella, en compañía de una joven. Al parecer, habían tomado parte en la manifestación convocada en la plaza de España y desautorizada por el Gobierno Civil. A la hora citada, un hombre de 45 o cincuenta años de 1,65 o 70 de estatura, que vestía abrigo verde tipo Loden, mientras esgrimía un arma en su mano derecha y efectuaba gritos de Viva Cristo Rey, hizo un disparo al aire. Junto a él un segundo individuo más joven, que vestía cazadora a grandes cuadros, le arrebató el arma y efectuó a bocajarro dos disparos que hicieron blanco sobre el cuerpo del joven.»

Es decir, primero intentaron achacar el asesinato a la supuesta violencia policial de los estudiantes con la policía. Después, al verse que esa versión no se podía sostener, tuvieron que decir la verdad: que los pistoleros de Cristo Rey habían asesinado a Arturo Ruiz.

El hombre del loden verde es Jorge Cesarsky Goldstein, pistolero ar­gentino afincado en España desde los años sesenta, colaborador del SCOE, los servicios paralelos de información que organizó el coronel Blanco. Cesarsky es un nazi de origen judío. También se consigue identifi­car entre los miembros del grupo de asesinos de Arturo Ruiz a Ángel Sie­rra, otro conocido activista de extrema derecha. El autor material del dis­paro que acaba con la vida del joven manifestante es José Ignacio Fernández Guaza. Después de disparar, se retira de la zona y va a refugiar­se a las dependencias policiales de la calle de Rey Francisco, 21, sede del SCOE, adonde acude también Cesarsky tras la manifestación. Posterior­mente, Fernández Guaza huye de España. Recoge dos pistolas de su casa, precipitadamente, y viaja en coche hasta el País Vasco, por donde pasa a Francia. Antes de cruzar la frontera pide a su mujer, María del Carmen Chacón, que le envíe un giro a una dirección que, según se comprueba después, es la de un guardia civil, Juan García Cabrera. Fernández Guaza nunca será detenido.

Cesarsky es el único condenado por la muerte de Arturo. De los años a los que es condenado pasa sólo uno en prisión y, paradójicamen­te, sale en libertad beneficiándose de la amnistía que reivindicaba Arturo Ruiz cuando fue asesinado.

Una pena que la Ley de Amnistía haya perdonado a los franquistas y sigue manteniendo que personas como Arturo Ruiz y los presos políticos del franquismo siguen siendo considerados como “delincuentes”. Es necesario que se derogue esa ley y se castigue con justicia a los franquistas.

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