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Seis meses después de las elecciones que llevaron a Juan Manuel Santos a la presidencia, la situación política colombiana está marcada por el intento del nuevo Presidente y los sectores decisivos de la burguesía de marcar distancias respecto a Uribe y prometer a las masas un cambio profundo en el país. En palabras de la revista burguesa Semana —una de las más críticas con Uribe durante sus últimos años de mandato— estamos ante “la reforma política y económica más ambiciosa desde la Asamblea Constituyente de 1991”.1 No obstante, y por más que Semana y otros medios burgueses intenten exagerar el calado del llamado “Acuerdo nacional” propuesto por Santos, no estamos ante ningún cambio fundamental en los intereses y estrategia de la burguesía colombiana sino ante un giro táctico cuyo objetivo es desviar la atención de las masas y cerrar la crisis política abierta en el seno de la clase dominante durante los últimos años.
La tarea para la izquierda —el Polo Democrático Alternativo (PDA), la CUT, las organizaciones y colectivos sociales (Minga, Congreso de los Pueblos, organizaciones populares…)— es explicar a las masas la auténtica naturaleza y consecuencias de los planes de la burguesía, comprender el potencial de lucha existente en el país y sacar lecciones de lo ocurrido durante los últimos años para no repetir los mismos errores y lograr encauzar este potencial hacia una transformación social revolucionaria.


El giro táctico de Santos

 

El sector más consciente de la burguesía ha sacado la misma conclusión que los marxistas hemos venido explicando durante los últimos años.2 En la sociedad colombiana existe un enorme malestar acumulado que ha empezado a buscar expresión tanto en luchas obreras y populares importantes, como las desarrolladas en 2008 (corteros, trabajadores judiciales, Minga indígena…, que confluyeron en una huelga general masiva el 23 de octubre) o 2009, así como en fenómenos políticos como el crecimiento electoral del PDA en las presidenciales de 2006, sus victorias en 2003 y 2007 en la Alcaldía de Bogotá o, más recientemente, la llamada “ola verde” en torno al candidato Antanas Mockus.3
Detrás de este cambio de táctica también está el interés de sectores de la burguesía por disciplinar sus propias filas y cortar las alas a sectores de la camarilla uribista y de la llamada narcoparaburguesía que empezaban a mostrase demasiado independientes, arrogantes y poderosos. Para dar algo de credibilidad a sus promesas, Santos y la burguesía han empezado cortando algunas cabezas de turco. Varios colaboradores próximos a Uribe durante los últimos años han sido detenidos y están siendo investigados por vínculos con el narcotráfico y los paramilitares. También lo están siendo diversas actuaciones por parte de organismos del Estado como las escuchas ilegales a periodistas y políticos de oposición (“chuzadas”) o el secuestro y asesinato de jóvenes en los barrios populares por parte del ejército para ser trasladados a zonas rurales en conflicto y presentados como guerrilleros muertos en enfrentamientos armados (“falsos positivos”). Al mismo tiempo que se deshacen de algunos competidores en la lucha por el reparto del poder político, los sectores decisivos de la clase dominante intentan hacerle un lavado de cara al conjunto del sistema y recomponer la imagen de honorabilidad de la clase dominante, bastante maltrecha últimamente.
Por el momento, los medios de comunicación burgueses insisten en que Uribe sigue siendo intocable, pero la inquietud en el círculo próximo al ex Presidente crece. Aunque éste en público intenta mantenerse al margen, todo indica que hay una lucha subterránea por el control del aparato del Partido de la U (al que pertenecen ambos) en la perspectiva de las regionales de 2011 y nuevas legislativas y presidenciales en 2014. La intención de Uribe cuando aceptó a regañadientes, y bajo la presión de sectores decisivos de la burguesía colombiana y del propio imperialismo estadounidense, no modificar la Constitución para ser reelegido por tercera vez, era volver al poder en 2014. Pero todo indica que Santos y los sectores que le apoyan tienen una agenda diferente y están intentando ponerla en práctica.
Por el momento, todos los sectores decisivos de la clase dominante parecen haber cerrado filas en torno a Santos y los medios de comunicación son sistemáticamente utilizados para intentar fortalecer su imagen.  El nuevo Presidente y ex Ministro de Defensa, al mismo tiempo que se pone la piel de cordero y aparece denunciando el paramilitarismo (e incluso prometiendo castigo para algunos de sus viejos amigos “paracos”), ha infligido varios golpes militares a las FARC (como el asesinato del Mono Jojoy y algunos otros comandantes) y al ELN, y promete acabar con el conflicto militar. En el colmo de la demagogia, Santos incluso ha anunciado una reforma agraria cuyo objetivo sería devolver tierras arrebatadas por los paramilitares a los desplazados.
El Gobierno ha creado una comisión para estudiar las denuncias presentadas por distintas asociaciones campesinas. Varios miembros de la misma han planteado que al menos 1/3 de las tierras denunciadas deben ser devueltas a sus antiguos propietarios. En el terreno económico, Santos ha prometido aumentar el gasto público y llevar a cabo un plan masivo de construcción de viviendas e infraestructuras para, supuestamente, hacer frente al déficit habitacional y al desastre ocasionado por el fenómeno climatológico “La Niña” durante los últimos meses.


Las relaciones con Venezuela

 

Un último pero no menos importante aspecto es el cambio —al menos por el momento y mientras la lucha de clases no obligue a otra cosa— en la política diplomática hacia Venezuela y Ecuador. Tras el fallo de la Corte Superior de Justicia colombiana declarando anticonstitucional el acuerdo de Uribe con EEUU para la cesión de siete bases militares al ejército estadounidense, Santos se ha comprometido a no volver a presentar ese acuerdo (al menos por el momento) y a retirar la demanda presentada por su antecesor ante el Tribunal de La Haya contra el gobierno venezolano.
Las razones de este cambio también fueron anticipadas por la Corriente Marxista Revolucionaria.4 Amplios sectores de la burguesía colombiana estaban preocupados porque la política de enfrentamiento frontal y provocaciones constantes contra Venezuela seguida por Uribe, bajo influencia del sector más duro del imperialismo estadounidense, amenazaba su segundo mercado más importante. En los dos últimos años de ruptura de relaciones entre ambos países, Colombia ha pasado de ser el segundo exportador de productos hacia Venezuela, superado solamente por EEUU, a ocupar el cuarto lugar tras China y Brasil. La caída de las exportaciones ha sido, según el Instituto Nacional de Estadística (INE) de Venezuela, de un 60,8%. En un momento en el que, además, a causa de la crisis, y el incremento de las tendencias proteccionistas en EEUU, la aprobación del TLC entre ambos países se estaba retrasando y tanto el aporte de las remesas de los emigrantes como el de las exportaciones agrícolas y textiles se veían reducidos, esto ha convencido a un sector de la burguesía colombiana de que era necesario realizar cambios y recuperar las relaciones con Venezuela.
En un contexto en el que, además, otro sector del imperialismo ante la correlación de fuerzas existente en Venezuela y Latinoamérica apuesta —al menos momentáneamente— por una estrategia de desgaste contra la revolución venezolana más a medio plazo, esta posición se impuso entre los sectores decisivos de la clase dominante. Esto no significa —como creen algunos reformistas en Venezuela y otros países— una nueva época en las relaciones entre ambos países. Santos ya ha demostrado en el pasado su capacidad para cambiar de principios como quien cambia de ropa interior. Lo único que le interesa es aquello que proporcione más beneficios a corto plazo a su clase. Si hoy, para recuperar la tasa de ganancias de los capitalistas colombianos, necesita  rebajar la tensión con Venezuela no tiene ningún problema en hacerlo. Mañana, cuando la lucha de clases (en Venezuela y en la propia Colombia) la crisis capitalista, las necesidades de la oligarquía y las órdenes del imperialismo exijan atacar frontalmente a la revolución (y lo harán) no dudará en mostrar los dientes. Por eso mientras reanudan relaciones y negocios, los burgueses colombianos mantienen la campaña mediática atacando a Chávez y la revolución venezolana.


Los planes económicos: Un gran saqueo de los recursos públicos con la excusa de las necesidades sociales

 

Un terreno en el que se ve claramente el cinismo e hipocresía de Santos y la oligarquía colombiana es la promesa de acometer un gigantesco plan de construcción de viviendas. La realidad es que estos planes, presentados por los medios de comunicación burgueses como destinados a resolver los problemas de la población, no son otra cosa que un gigantesco negocio para los capitalistas. Su resultado, de llevarse finalmente a cabo, será el mismo que el de planes anteriores que acabaron con centenares de miles de personas desahuciadas porqué compraron sus viviendas con créditos de los bancos privados pero no podían pagar las hipotecas. Sólo en Bogotá, en 2008 había más de 40.000 familias en esa situación.  
El plan de construir miles de viviendas forma parte de otro más ambicioso para desarrollar obras públicas e infraestructuras. El Estado colombiano haría uno de los mayores desembolsos de recursos de su historia para contratar con empresas constructoras privadas nacionales y extranjeras el desarrollo y restauración de distintas infraestructuras y obras públicas. En la práctica significará saquear al Estado mediante un trasvase gigantesco de recursos públicos a los bolsillos de los capitalistas. Para financiar estos planes de gasto público, el Estado prevé sacar a la venta un 19% de las acciones de la petrolera ECOPETROL, la empresa más rentable del país. El ingreso previsto por la venta de estas acciones representa, según la revista burguesa Dinero, el doble de toda la inversión extranjera directa recibida en 2009. La misma revista mencionaba también un plan para vender edificios y terrenos propiedad del Estado a empresarios privados. Bajo el loable objetivo de reducir gastos, los empresarios se harán “a precio de gallina flaca” con edificios y terrenos públicos con ubicaciones privilegiadas para especular con ellos.
Durante los últimos años la burguesía colombiana ha acumulado una enorme cantidad de capital sobre la base de explotar a los trabajadores (bajos salarios, extensión del trabajo temporal) saquear el estado (privatizaciones…) e incluso canalizando recursos procedentes de actividades ilegales como el narcotráfico hacia el sistema financiero legal. Como ocurre en el resto del mundo, existe una enorme masa de capital acumulado que busca reproducirse lo más rápidamente posible. Una burbuja especulativa es sustituida por otra, casi sin solución de continuidad. Con sus medidas, la burguesía colombiana está preparando una gran burbuja en el sector de la construcción que proporcionará grandes dividendos a corto plazo a los capitalistas y dejará un tremendo lastre de deudas al Estado y a las masas.
La burguesía colombiana también está apoyándose en el incremento de los precios del oro y el petróleo para hacer frente a los efectos de la crisis mundial sobre sus mercados y exportaciones más tradicionales como el textil, agroindustrial o automotriz. El sector minero —sobre todo las minas de oro—, y energético —el petróleo y  la venta de energía hidroeléctrica— han aumentado de forma importante su aportación al PIB y están siendo claves para recuperar el crecimiento (un 4,6% a mitad del año 2010). Para hacer caja, tener más fondos disponibles y poder utilizar al Estado como muleta para ayudar a los empresarios privados, Santos ha aumentado un poco las regalías que deben pagar las multinacionales por explotar estos recursos. Además, como caramelo para las masas, junto a la ya comentada reforma agraria, promete una reforma laboral que erradicaría las cooperativas de trabajo asociado (especie de empresas de trabajo temporal) y fomentaría el empleo estable, así como incrementar la inversión en educación e investigación. En realidad, su objetivo es mantener e incluso incrementar la explotación de los trabajadores aumentando la cualificación de la mano de obra mientras mantienen bajos los salarios. Bajo el discurso de la mejora de la calidad de la educación quieren poner las universidades bajo el control de las grandes empresas privadas y gestionarlas con criterios empresariales, utilizando la investigación universitaria como excusa para explotar a técnicos y científicos como mano de obra barata y sin derechos. La existencia de un movimiento estudiantil que ha estado en primera línea en la lucha contra la represión y el neoliberalismo es un obstáculo a esos planes. De ahí la brutal campaña intentando criminalizar, aislar y desarticular al movimiento estudiantil.5
A corto plazo, las políticas económicas comentadas pueden maquillar las cifras macroeconómicas de crecimiento e incluso provocar la afluencia de algunos capitales especulativos al país y crear cierta sensación de euforia pasajera (como cuando un drogadicto se inyecta una dosis). Sin embargo, una cosa son los deseos y promesas de la burguesía colombiana y otra el margen de maniobra que la crisis internacional del sistema y su propia debilidad y parasitismo permiten. El desempleo sigue siendo el más alto de América Latina (12,5% reconocido oficialmente) y la informalidad supera el 58%. El sistema público de salud y las universidades están al borde de la quiebra. Las diferencias entre ricos y pobres son las mayores de la región y el poder adquisitivo de las masas de los más bajos. En un contexto de creciente lucha por los mercados en todo el mundo, el capitalismo colombiano sigue siendo enormemente dependiente de sus exportaciones hacia otros países y poco competitivo. Pese a que el PIB ha vuelto a cifras positivas este año, las perspectivas para Colombia siguen muy ligadas a lo que ocurra con la economía mundial y el futuro para ésta no es nada halagüeño. Todo indica que los planes de Santos y compañía acabarán igual que todas las tentativas anteriores de la oligarquía colombiana: con nuevos ataques a los niveles de vida de clase obrera y el pueblo y una agudización de la lucha de clases. Ésta se ha dejado sentir con fuerza durante los últimos años, pero por falta de alternativas de los dirigentes del Polo Democrático y la CUT no ha encontrado todavía un cauce.


Las tareas de la izquierda

 

El giro táctico de Santos no sólo ha sorprendido a algunos de sus colegas de la extrema derecha, también ha aumentado el desconcierto que ya existía entre muchos dirigentes reformistas de la izquierda. El PDA está en crisis. A causa de la falta de una genuina política de izquierdas por parte de su dirección, y de los errores cometidos en la Alcaldía de Bogotá durante los últimos ocho años, es bastante posible que pueda perder esta posición clave. El candidato en las pasadas presidenciales, Petro, ha atacado duramente al alcalde de Bogotá por casos de corrupción bajo su mandato pero a su vez Petro defiende aceptar la oferta de diálogo de Santos y llegar a acuerdos en algunas “políticas de estado”. La izquierda del PDA, encabezada por los maoístas de MOIR y el Partido Comunista de Colombia (PCC), se opone y la posibilidad de una ruptura está presente. Si no ha ocurrido es porque nadie quiere aparecer como responsable. El problema es que tanto Robledo, dirigente de MOIR y uno de los senadores con más prestigio del Polo, como  los dirigentes del PCC, aunque critican los aspectos más derechistas de Petro y están más vinculados a las luchas sociales, carecen de un programa marxista y siguen confiando en la posibilidad de un pacto con supuestos sectores progresistas de la burguesía planteando que el objetivo a corto plazo debe ser obligar a la burguesía a instaurar una auténtica democracia burguesa y lograr amplias reformas y mejoras para las masas. Estas ideas no tienen nada que ver con un auténtico programa socialista, y lejos de entusiasmar y hacer consciente de su fuerza a la clase obrera y el resto de los oprimidos crean confusión y minan su moral.
La parálisis de los dirigentes del PDA y la CUT, su negativa a dar continuidad y generalizar la importante movilización de masas de 2008, unificando las reivindicaciones de todos los sectores en lucha (como proponían los dirigentes de la Minga indígena), fue clave para que aquel magnífico movimiento se dispersase y los partidos de la burguesía hayan podido mantener la hegemonía política. Sin embargo, el malestar social es tan grande que nuevas oportunidades llamarán a la puerta. Miles de activistas  están buscando alternativas y lo que predomina es un ambiente muy crítico y reflexivo.
Recientemente, los dirigentes del movimiento asambleario indígena, que encabezaron junto a los sindicatos de la CUT la huelga general de 2008 (la Minga),  lanzaron una iniciativa (el Congreso de los Pueblos) que reunió a más de 21.000 activistas para discutir un programa que unifique las reivindicaciones obreras, estudiantiles y campesinas. Esto demuestra el potencial existente. En este momento no está claro cómo va a evolucionar esta iniciativa. Si cristalizará en una nueva fuerza política o se desarrollará  como un  frente unitario de lucha. En el segundo caso podría agrupar a un sector de activistas —incluidos muchos militantes del Polo— y empezar a unir en la acción a sectores de la vanguardia. Si intentasen construir un nuevo partido y competir  con el PDA, aunque pudiese agrupar a un sector de activistas pero sin un programa claramente socialista y enfrentados a una organización que, con todas sus carencias sigue siendo vista como tradicional por sectores importantes de la clase obrera y la juventud, el resultado más probable sería que sectores importantes de las masas lo percibiesen como una nueva división en la izquierda y se distanciasen. En cualquier caso, como decimos, el primer congreso no decidió nada al respecto y el desarrollo de este movimiento es un síntoma más del ambiente de búsqueda de alternativas que existe.
La tarea para los militantes de izquierda en Colombia es construir un frente único de la izquierda (PDA, CUT, Minga, Congreso de los pueblos…) con un programa socialista que responda a las aspiraciones de los trabajadores y el pueblo, vinculando sus demandas y necesidades más inmediatas (empleo, educación, salud, salarios dignos, reforma agraria que acabe con el latifundio, paz…) con la lucha por otro modelo de sociedad, el socialismo, el único camino para desterrar cualquier forma de opresión y explotación.

 

1. Entonces los dos principales partidos de la burguesía colombiana (liberal y conservador) buscaron integrar a los ex guerrilleros de la Alianza Democrática M-19y consensuar con ellos la actual constitución.
2. Un análisis marxista del incremento de las luchas y el malestar social y de la crisis interna de la burguesía en Desaceleración económica, crisis política y agudización de la lucha de clases, ¿El otoño del patriarca? J.Zabaleta, www.elmilitantecolombia.org
3. Independientemente de sus limitaciones, contradicciones y carácter burgués el candidato del Partido Verde, Antanas Mockus, éste movilizó al menos en un primer momento los deseos de cambio de gran parte de la juventud, sectores importantes de la pequeña-burguesía urbana y capas de trabajadores. Ver El fenómeno Mockus: Una expresión distorsionada de la lucha de clases. D. Zapata, www.elmilitantecolombia.org

4. Los planes imperialistas, las relaciones colombo-venezolanas y la defensa de la revolución bolivariana, W. Sanabria, www.elmilitantecolombia.org

5.  Ver todos los artículos sobre la lucha de la Universidad de Antioquia (UdeA) y sobre las perspectivas para el movimiento universitario colombiano publicadas en www.elmilitantecolombia.org y www.plano-sur.com

 

Centroamérica es una de las regiones con mayor desigualdad social del mundo, en la que los empresarios y banqueros han saqueado todo lo que les ha sido posible arrojando a la clase trabajadora y al campesinado a una situación insoportable. Una de cada tres personas es analfabeta; la mitad de la población vive bajo la línea de la pobreza y una de cada cinco en la indigencia. El 10% posee el 50% de la riqueza creada, mientras que el 10% más pobre ni siquiera logra retener el 2% de lo que se genera. En El Salvador, ocho grupos de empresarios controlan 722 empresas que consumen el 60% de la riqueza creada; al mismo tiempo estas mismas empresas evaden impuestos por un monto aproximado de 1.500 millones de dólares anuales, mientras el 85% de la población vive en la pobreza. En Honduras, el 10% más rico consume el 45% de la riqueza mientras que el 10 % más pobre apenas sobrevive con el 4%. También en Honduras, más de 300.000 niños se ven obligados a dejar la escuela y entrar al mercado laboral, mientras que en toda Centroamérica dos millones de niños aprenden a caminar y al tiempo aprenden el significado de lo que es la explotación capitalista.


Una economía inestable y dependiente

 

Todas las economías centroamericanas mostraron crecimientos positivos en 2010: en promedio el PIB creció 3,3% con respecto al año anterior. Sin embargo, las cosas están lejos de significar una base para una recuperación firme y remontar la crisis actual del capitalismo. En el año 2009 la región sufrió una caída en su PIB del 1,48% y para 2011se “pronostica” un crecimiento del 3,5%. De cumplirse esta expectativa, la economía centroamericana reportará un crecimiento de apenas un 1,7% en tres años.
La realidad queda mucho más clara al ver el comportamiento de la balanza comercial, que registra un déficit regional de 22.360 millones de dólares, ello a pesar de que las exportaciones crecieron un 11,7% arrojando ingresos por valor de 22.187 millones. El déficit comercial puede crecer por distintas razones pero en esencia se trata de que Estados Unidos, como principal consumidor, no garantiza ni precios estables (favorables y base fundamental del crecimiento en 2010), ni el volumen del consumo. A pesar de toda la propaganda sobre las perspectivas que auguran una próxima estabilización económica, la realidad es que nadie puede asegurar que no existirá una profundización de la crisis a escala internacional, cuyas consecuencias serían pagadas con sangre en los países menos desarrollados.
El déficit comercial de Centroamérica se compensa con el ingreso de remesas que significan una verdadera bendición para la débil economía local. En 2009, los principales países receptores de remesas registraron una caída del 10%. Para 2010 la situación cambió y las remesas lograron crecer 4,6% aproximadamente; sin embargo, aún resultan muy inferiores a las de 2002 cuando crecieron 17,6%. El desempleo en Estados Unidos no ha logrado bajar entre la población inmigrante ni parece que vaya a hacerlo en el corto plazo, por ello las remesas no podrán jugar el papel que anteriormente estaban jugando tanto en el gasto familiar como en la economía en general.


Un escenario explosivo

 

Latinoamérica ha atravesado un periodo de casi diez años de sorprendentes luchas revolucionarias que han puesto en duda la dominación de la burguesía. Este periodo está enmarcado por un elevado desarrollo de la tecnología, la ciencia y por tanto de los medios de producción. Ello ha transformado el rostro del continente, y en particular de Centroamérica: del año 1990 a 2001 los trabajadores empleados en la maquila pasaron de 17.000 a 354.000, es decir, que la fuerza laboral en el sector industrial aumentó en un 2.085%. El avance de la maquila  proletarizó al campesinado; el caso de El Salvador es muy gráfico: en 1992 el sector agropecuario absorbía al 34,8% de los ocupados, mientras que para el año 2000 la cifra bajo al 20,9%. Marx señaló que la burguesía siembra la semilla de su propia destrucción. Centroamérica es un buen ejemplo de ello: para lograr obtener mayores y más rápidas ganancias la burguesía tuvo que desarrollar a una potente clase asalariada.
La gran diferencia entre el periodo revolucionario actual y todos los periodos pasados es que ahora el proletariado ha crecido por todo el territorio. Y este hecho ha incidido en muchos planos, incluido en que el campesinado ha transformado sus métodos tradicionales de lucha, asimilando las tácticas y estrategias características de la clase obrera: la organización de sindicatos agrarios, la ocupación de tierras, la movilización de masas y el fortalecimiento de sus vínculos con las organizaciones obreras urbanas.
La crisis internacional del capitalismo ha transformado el ambiente entre los oprimidos de todo el mundo, impulsando una oleada de lucha de clases, huelgas generales, movilizaciones de masas por todos los rincones del planeta. Este ambiente coincide con un proletariado latinoamericano que después de diez años de revolución ha logrado sacar conclusiones y ha fortalecido sus organizaciones. Y, finalmente, otro aspecto que marca el periodo y que lo hace todavía más peligroso es que la revolución bolivariana, pese a las dificultades que ha atravesado, funciona como puntal político del resto de luchas en el continente.
La burguesía se presenta ante nuestros ojos como una poderosa clase que puede con la mano en la cintura derrotar al movimiento obrero, alardea de sus medios de comunicación, de sus leyes y de su capacidad militar. Sin embargo el periodo no le favorece, por ello mismo se ven obligados a exagerar sus actos. Los acontecimientos en Centroamérica demuestran esa idea.


Nicaragua

 

Las elecciones previstas para noviembre de 2011 preparan un poderoso enfrentamiento entre las clases. El candidato oficial de la izquierda será, sin duda alguna, el actual presidente Daniel Ortega, mientras que los partidos de la derecha todavía no tiene claro su cabeza de cartel.
El triunfo del FSLN y Ortega en las elecciones presidenciales del año 2006, fue un gran logro del pueblo trabajador y de los campesinos pobres. El resultado fue contundente y los Sandinistas lograron el 41% de los puestos en la Asamblea Nacional. El impacto político de este acontecimiento se hizo sentir en toda Latinoamérica, demostrando que la oligarquía y los banqueros no eran invencibles.
A pesar de las enormes carencias políticas de Daniel Ortega, el líder sandinista se ha arropado ante las masas de la heroica tradición de lucha de los años setenta que acabaron con la odiada dictadura de Somoza. Esta es la razón del voto masivo que obtuvo. Indudablemente, Ortega se ha fortalecido parcialmente gracias a los programas de ayudas sociales que ha desarrollado, a pesar de su carácter parcial e insuficiente. Pero el pueblo de Nicaragua sigue sufriendo de la pobreza. El aspecto fundamental que ha impedido una transformación radical es que Daniel Ortega no ha tocado la propiedad privada de los grandes empresarios, banqueros y oligarcas. La burguesía nicaragüense sigue haciendo muy buenos negocios, explotando los recursos naturales, saqueando al país y manteniendo salarios de hambre. Ese es el problema fundamental y mientras los medios de producción sigan en manos privadas será imposible modificar sustancialmente la difícil situación de los trabajadores.
El FSLN debe lanzar un programa de expropiaciones hacia las grandes empresas y ponerlas bajo el control de los trabajadores. Esa es la condición fundamental para eliminar realmente la pobreza, la falta de vivienda, y las graves carencias en salud y educación que existen en el país. En Nicaragua como en el resto de Centroamérica no hay términos medios. La burguesía sabe que la presencia de los sandinistas en el gobierno, a pesar de que han demostrado los límites de su política, supone una amenaza para sus intereses. Y lo supone, porqué detrás del FSLN están las masas pobres de la ciudad y el campo, que no dudarán en pelear si se aplican políticas de ataques contra sus derechos. Esta es la razón de que la clase dominante nicaragüense éste usando todos los medios a su disposición para derrotar a Ortega y evitar que sea reelegido en las elecciones de noviembre de 2011.  
Las perspectivas electorales son francamente favorables para el FSLN. A inicios de 2011 todas las encuestas le favorecen con un 40% de los votos, pero más allá de estas cifras, las concentraciones convocadas por Ortega demuestran que mantiene un gran apoyo entre la población. La derecha nicaragüense sabe que los pobres, los explotados, la gente de los barrios más humildes simpatiza claramente con la izquierda y no con los viejos asesinos, corruptos y saqueadores que se organizan en torno a la oposición. En el marco de un ambiente revolucionario en toda Latinoamérica y de la crisis internacional, un triunfo del FSLN tendría un gran costo político para la burguesía y supondría un nuevo obstáculo para los planes capitalistas en la región.
Pero la derecha no está dispuesta a ser derrotada una vez más, por lo que han tratado de generar un ambiente de linchamiento y de descredito hacia el FSLN. La primer acción concreta que han tomado es la de intentar frenar la candidatura de Ortega por vía legal, planteado demagógicamente que la constitución prohíbe la reelección. En vista de que la vía legal no ha funcionado, la burguesía ha optado por organizarse y movilizar a grupos de choque y provocadores contra la base trabajadora. Esto demuestra una cosa: las próximas elecciones serán una lucha feroz. Ortega y el FSLN necesitan actuar rápidamente, organizar a los trabajadores, estudiantes y campesinos para así evitar que la derecha tome fuerza y logre realizar sus objetivos.
En este contexto hay que situar el reciente conflicto por límites fronterizos entre Nicaragua y Costa Rica, que no es más que una estrategia de Estados Unidos para ejercer mayor presión sobre los sandinistas. De hecho, Colombia y Honduras ya han dado señales de que ellos también pueden actuar en la misma lógica contra Nicaragua. La presencia de personal militar estadounidense en Costa Rica es una clara amenaza que no debe tomarse a la ligera, sino que exige una respuesta firme y contundente: el FSLN debe pasar a la acción, defender un programa socialista basado en la expropiación de la tierra, la banca y las grandes empresas, armar al pueblo obrero nicaragüense en defensa de sus derechos y llamar a todo el movimiento obrero y campesino de Centroamérica a derrocar el capitalismo. En esta perspectiva, que está completamente abierta, un golpe de Estado contra los sandinistas o bien la intervención directa del ejército estadounidense no es la vía más segura para la burguesía. El látigo de la contrarrevolución puede fortalecer la revolución: todo Latinoamérica se tensaría y la clase trabajadora y campesina podrían entrar en una nueva fase de lucha, más aguda y radicalizada. Por eso Ortega y el FMLN no deben tomar las amenazas a la ligera.
La vía más segura para evitar que el FSLN vuelva a ganar en las elecciones es fortaleciendo la oposición hasta lograr la victoria en las elecciones. Pero este camino está plagado de complicaciones: la derecha está sumamente dividida, tras años de intensos debates y luchas internas. Fabio Gadea, acaudalado empresario, ha logrado obtener la bendición de parte importante de la burguesía, consiguiendo que Eduardo Monte Alegre, que también postulaba su candidatura, declinara a favor de él. Con esto la derecha ha dado un paso al frente, pero aún le queda otro problema. El ex presidente Arnoldo Alemán quiere ser el candidato de la derecha y, según sus propias palabras, jamás renunciará ni declinara de su intención. Bajo estas condiciones, la posibilidad de que la derecha fuera a las elecciones con dos candidatos podría dividir su voto y con ello asegurar su derrota.
La batalla entre Gadea y Alemán ha llegado a límites sorprendentes que no hacen otra cosa que demostrar la debilidad de la burguesía. Por ahora ni uno ni otro está dispuesto a ceder, aunque entre elementos así, siempre se puede llegar a un buen arreglo económico.


La lucha en El Salvador apenas inicia

 

El triunfo del FMLN en el año 2009 interrumpió 20 años continuos de encarcelamientos, explotación y miseria. La reacción burguesa, organizada en el partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), es la responsable de 75.000 asesinatos y 12.000 desaparecidos, todos ellos trabajadores y campesinos pobres. Los “escuadrones de la muerte” creados por Roberto d’Aubuisson, también fundador de ARENA, no hicieron distinción y lo mismo asesinaron ancianos que mujeres, y la represión también se cebó con los niños: cerca de 900 desparecieron en los momentos álgidos de la lucha contra el FMLN. El imperialismo estadounidense fue la base material e intelectual de todo aquel periodo de terror.  
La derrota de ARENA era uno de los objetivos más importantes para las masas obreras y campesinas salvadoreñas, que respondieron con el voto masivo al FMLN en 2009. No se trató de un simple triunfo electoral en los márgenes de lo que llaman “estado de derecho” y “democracia”, no. Las masas empobrecidas en El Salvador se organizaron y se movilizaron, impusieron por esta vía a su candidato y su partido. El fraude electoral contra Funes estaba organizado y listo para aplicarse; de hecho, la diferencia de votos tan pequeña entre los dos candidatos, 2,54%, es el resultado de que, en parte, el fraude se realizó, pero no se llevó hasta sus últimas consecuencias por el nivel de organización y movilización de las masas.   
Las tareas de Funes eran totalmente claras: encabezar la lucha contra la miseria y la explotación que por décadas ha azotado al pueblo Salvadoreño. La oligarquía también entendió ese mensaje y tan pronto como Funes y el FMLN asumieron el gobierno, en junio del 2009, iniciaron toda una campaña de amenazas y presiones. El golpe de estado contra Mel Zelaya en Honduras era también una advertencia clara contra el nuevo gobierno. Pero Funes no entendió que detrás de él estaba todo un pueblo heroico capaz de evitar cualquier intentona militar siempre y cuando tuviera una dirección política a la altura de las circunstancias. Agobiado por las presiones y carente de una alternativa revolucionaria, Funes fortaleció su discurso sobre la “unidad y reconciliación nacional”. El caso de Funes demuestra que incluso la persona más honesta puede cometer errores muy graves.  
Las primeras concesiones importantes comenzaron con la composición del gobierno. El FMLN debió de haber jugado un papel de dirección consecuente al respecto, colocando no a funcionarios profesionales sino a luchadores sociales probados en las batallas. Sin embargo le dejaron las manos libres a Funes y la Comisión Política del partido declaró: “apoyamos que nuestro candidato escoja de manera que él crea conveniente la conformación de su equipo de trabajo”. De esta forma el grupo llamado “los Amigos de Mauricio” y “Cambio Democrático” (que fueron en alianza con el FMLN en las elecciones) se quedaron con palancas muy importantes del gabinete: Hacienda, Economía, Turismo, Instituciones Estatales y Embajadas en el extranjero.1 Por otro lado, Educación, Salud, Obras Públicas, Trabajo, Agricultura, Gobernación, y Seguridad quedaron a cargo del FMLN. Las tareas de seguridad han resultado totalmente comprometedoras porque ahora Funes ha sacado el ejército a las calles con el argumento de la lucha contra las “maras”, y el costo político lo está pagando el FMLN.
Formalmente el FMLN está al frente del gobierno pero realmente es la derecha la que orienta los aspectos más importantes de la política nacional. Hay muchos y sobrados ejemplos: la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP) es la patronal empresarial más importante y durante los gobierno areneros ellos han sido la guía de sus políticas. Funes los aceptó a su lado y ahora son quienes presionan para orientar cada movimiento que ha de dar el gobierno.
De esta forma la mayoría de las promesas de justicia y vida digna se han olvidado. Los militares responsables de miles de muertes siguen libres y cobijados por la “ley de amnistía”, ley que Funes prometió derogar y que ahora ni siquiera tiene fecha para discutirse. La impunidad con la que se trata a los militares es todavía más sorprendente, porque Funes ampara a los asesinos de su propio hermano, caído durante una movilización estudiantil que organizó un brazo del FMLN.
Los privilegios fiscales de los empresarios siguen sin tocarse: los corruptos como Antonio Saca, ex presidente, han recibido favores y siguen libres.  El caso de los feminicidios sigue sin resolverse; El proyecto de presa el Chaparral no se detiene a pesar de que la lucha de la población ha sido muy fuerte. El Registro Nacional de Personas Naturales (RNPN) fue puesto en bandeja de plata para la derecha, y desde ese órgano se puede controlar el registro del electorado. En el plano internacional, se rechazó el ingreso al ALBA, y con ello también se marcó pública distancia con la revolución Bolivariana. Desde instancias gubernamentales se ha caracterizado al gobierno de Lobo en Honduras como un gobierno “legitimo” y de hecho Funes ha realizado mucho trabajo para que el sucesor de Micheletti sea aceptado en la OEA. Por todo ello, Mauricio Funes se viene ganando la oposición cada vez más importante de parte de la clase trabajadora y el campesinado pobre.
Sin embargo hay que decir que el FMLN no es lo mismo que Funes. El Frente Farabundo Martí sigue siendo el partido de los trabajadores y los campesinos pobres. En el reciente festejo del 30 aniversario del FMLN miles asistieron y demostraron su apoyo. Pero es fundamental que la dirección del Frente diga las cosas claras y evite cubrir o minimizar las diferencias que tiene con el Presidente, que son de dominio público. La necesidad que ahora se impone es fortalecer toda la organización desde la base, y plantear claramente que el pueblo salvadoreño no va a consentir una traición ni una burla más.


Honduras, la resistencia está viva

 

Porfirio Lobo sustituyó al golpista Micheletti en la presidencia de Honduras respaldado por unas elecciones totalmente fraudulentas y antidemocráticas, boicoteadas por la izquierda y la Resistencia. Según los informes del Tribunal Superior Electoral, Lobo obtuvo 1.200.000 votos, lo que significaba poco más del 55% de la votación, que registró una abstención del 40%. La realidad es que en muchas empresas presionaron a sus trabajadores para que votaran, mientras otros fueron abiertamente obligados por las fuerzas represivas para que participaran. Además, desde El Salvador se envió a individuos vinculados a ARENA para que votaran a favor de Lobo. A pesar de que con la farsa electoral los imperialistas estadounidenses pretendieron conferir una cierta credibilidad democrática a Lobo, el régimen está completamente desacreditado y entendido, correctamente por las masas explotadas, como la continuación del golpe de estado.
Las tareas del gobierno de Lobo están muy claras: desmovilizar la lucha obrera y campesina y seguir adelante con los planes económicos de la derecha. Por ello no han dudado en conformar el nuevo gobierno con golpistas, y como primera medida adoptada para lograr sus objetivos elevar y profesionalizar la represión. La Coordinadora Nacional del Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos de Honduras (Cofadeh) informó que desde que inicio el régimen de Lobo la cantidad de violaciones a los derechos humanos son 45% más que durante la dictadura de Micheletti. Periodistas y dirigentes o bases del movimiento obrero y campesino han sufrido la represión. Al mismo tiempo los trabajadores que tuvieron que huir de Honduras durante la dictadura de Micheletti, aún no pueden regresar por los cargos legales que están en su contra: Lobo quiere “permitirles” el regreso pero sólo a condición de una negociación en la que ayuden a dispersar el movimiento, cosa que ha sido totalmente rechazada por los exiliados. Esta es la verdadera cara del gobierno de Lobo.
La represión en Honduras es una realidad constante, pero sería un error sólo ver esa parte de la ecuación. Las debilidades y contradicciones del nuevo gobierno son muchas. En el terreno económico Honduras está en una profunda crisis, por ello mismo las reformas que impulsó Mel Zelaya a favor de los trabajadores dolían tanto a los empresarios. Hoy día, la deuda externa del país ronda los 3.000 millones de dólares a pesar de que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y otras instituciones financieras le habían condonado en años pasados otros 3.000 millones. La situación es tan grave que diversos economistas burgueses han planteado que se está a punto de llegar al límite máximo de endeudamiento.
La crisis internacional del capitalismo tiene en jaque a la economía: en 2009 el PIB de Honduras cayó 2% mientras en 2010 creció 2,5%; para 2011 los cálculos plantean un posible desarrollo en torno al 2% de tal forma que en tres años la economía no habrá rebasado el 1% de crecimiento. Por otra parte las exportaciones están sujetas a precios cuyos niveles y volumen de demanda no están asegurados. Por ello, en términos capitalistas, la salida es la de destruir las ya de por si duras condiciones de vida de la clase trabajadora a través de mayor endeudamiento, reducción de salarios, prestaciones y privatizando todo lo que sea posible. Lobo está impulsando estas medidas en todos los terrenos. La educación pública y los recursos naturales están siendo privatizados, y los salarios se han estancado desde que Zelaya fue tomado preso (hoy día el 70% de trabajadores hondureños viven con 4,76 dólares diarios, que no es suficiente para adquirir ni la tercera parte de la canasta básica). Esto es una receta acabada para un nuevo y poderoso enfrentamiento entre la burguesía y el movimiento obrero y campesino.
La lucha de clases es un proceso vivo que avanza y retrocede, y cuyos resultados no pueden analizarse en los límites de un sólo país, mucho menos para el caso de Honduras y Centroamérica. Todas las luchas tienen vínculos entre sí muy fuertes, no por una razón romántica, sino porque la cercanía geográfica, la vinculación de sus economías, su cultura y su historia así lo obliga. El ejemplo quizá más claro es la fuerte influencia de la revolución venezolana, que motiva y da lecciones a trabajadores de todo el continente. El movimiento revolucionario desatado contra el golpe de estado en Honduras, a pesar de que no pudo lograr su primer objetivo que era el de restablecer a Mel Zelaya en el poder, demostró el enorme potencial de las masas en lucha y puso en jaque durante semanas a la oligarquía y al imperialismo. Las condiciones para el triunfo de la revolución socialista estaban plenamente maduras, pero la ausencia de una dirección revolucionaria con un programa acabado, a pesar del heroísmo de miles de activistas y dirigentes populares, permitió a la burguesía imponer temporalmente sus planes.2
A pesar de las duras condiciones en las que se desarrolla la lucha después del triunfo de Lobo, durante 2010 los trabajadores y los campesinos pobres hondureños realizaron movilizaciones, paros, cierres de avenidas, tomas de oficinas, asambleas, etc.  El 1 de Mayo del año pasado, miles salieron a las calles levantando las consignas contra la reducción de los salarios y contra las pesadas jornadas laborales. En agosto, el magisterio protagonizó una huelga que se prolongo durante 48 días y en la que participaron cerca de 50.000 docentes que se mantuvieron firmes a pesar de las constantes agresiones físicas, laborales y mediáticas. Esta lucha logró arrancar concesiones importantes al gobierno de Lobo. El 15 de Septiembre, día de la Independencia, las masas llenaron de banderas y consignas al boulevard Morazán: la columna se extendía por más de 3 kilómetros. Ese día Juan Barahona, del Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP, antes llamando Frente Nacional Contra el Golpe de Estado), planteo muy claramente el eje de la movilización “hoy nos movilizamos por la independencia de los oligarcas y los golpistas”. Ese mismo día se cerró la colecta de firmas por una Asamblea Constituyente, lográndose 1.250.000 firmas de apoyo, que rebasan la cantidad de votos que obtuvo Porfirio Lobo en sus fraudulentas elecciones. Las firmas por sí mismas no solucionan el conflicto pero hablan del importante nivel de trabajo y organización del movimiento, y de su presencia en todo el país. En noviembre se realizó uno de los paros cívicos más fuertes, por todo el país se tomaron carreteras, se realizaron movilizaciones, etc.
Lo más importante de estas últimas acciones es que ha habido una unidad entre las centrales obreras y el FNRP. Esa unidad es la clave para el triunfo. Existe una gran fuerza que no ha podido ser doblegada por los golpistas y el imperialismo estadounidense. Pero el movimiento no es perfecto. Dentro del FNRP existen debates en torno a cómo lograr conquistar la Asamblea Constituyente, si por vía electoral o por vía insurreccional. Desde nuestro punto de vista la tarea fundamental ahora es la de conquistar a las masas explicando pacientemente los objetivos de la lucha. En este sentido, el programa a defender debe plantear claramente la expropiación de toda la gran propiedad privada, industrial y agrícola, y el control de estas por medio de consejos obreros y campesinos creados en cada fábrica, pueblo y barrio. Sólo imponiendo una solución socialista, poniendo la riqueza, la tierra, las fábricas, la banca bajo el control democrático de la mayoría de la población, y acabando con el Estado capitalista, podremos solucionar la pobreza, la falta de vivienda, salud y educación que vive el pueblo de Honduras. El FNRP debe plantear con fuerza la lucha por la transformación socialista de la sociedad, y para lograrlo tendrá de aliado a todo el pueblo latinoamericano. En el terreno de las acciones concretas, hay que levantar un frente único entre todas las organizaciones obreras y campesinas, y como un sólo puño golpear el mismo día. La primera tarea debe ser la de superar el paro cívico y convocar a una huelga general. Lobo no tiene la fuerza para mantenerse y su derrota estaría prácticamente asegurada. Pero la lucha de los obreros y campesinos hondureños no debe quedarse dentro de sus propias fronteras, existen todas las posibilidades para convocar a una acción conjunta en toda Centroamérica y asestar un golpe decisivo contra los golpistas, la oligarquía centroamericana y el imperialismo estadounidense.
Centroamérica ha sido saqueada por décadas, pero todo el ambiente que vemos ahora es una prueba de que las masas han decidido ponerle un alto a esa miserable historia, buscando una alternativa distinta al capitalismo. Esa alternativa es una Federación Socialista Centroamericana.

 

NOTAS

 

1. Cambio Democrático es un partido oportunista y de derechas; el grupo llamado “amigos de Mauricio” cuenta entre sus filas a gente cercana a Armando Calderón, ex Presidente y miembro de ARENA; otros distinguidos miembros son los empresarios Cáceres y así podríamos seguir la lista.

2. Para una visión más amplia del movimiento de resistencia en Honduras se pueden consultar, entre otros, los siguientes artículos: Honduras: el imperialismo impone a Porfirio Lobo, las masas no han dicho la última palabra (http://www.elmilitante.net/content/view/6162/74/); Honduras: Tras la ruptura del "diálogo", hay que redefinir los métodos de lucha contra la dictadura (http://www.elmilitante.net/content/view/5916/74/); Honduras: Entrevista a Bartolo Antonio Fuentes, dirigente de la resistencia hondureña (http://www.elmilitante.net/content/view/6695/74/)

La crisis económica mundial, que ha tenido uno de sus epicentros en los Estados Unidos, ha impactado gravemente sobre la económica mexicana. La extraordinaria dependencia de México del mercado norteamericano se ha dejado sentir con fuerza: EEUU es el destino del 85% de las exportaciones mexicanas y de ese país provienen más del 50% de las Inversiones Directas Extranjeras (IED) hacia México. En 2009 las exportaciones mexicanas cayeron un 21,2% y la IED se redujo 50,7%;  a su vez el PIB mexicano sufrió su peor descalabro en 70 años, al decrecer un 6,5%. Los trabajadores han sacado la peor parte de esta situación: de acuerdo a la Asociación Latinoamérica de Micros, Pequeños y Medianos Empresarios (ALAMPYME), quebraron 500.000 medianas y pequeñas empresas, despidiendo a millón y medio de trabajadores.1 Este balance contradice las maquilladas cifras del Secretario del Trabajo, Javier Lozano, quien sólo reconoce 189.271 despidos durante 2009.


Una crisis profunda

 

En los últimos 20 años los EEUU habían estimulado con fuerza la economía mundial, consumiendo cantidades ingentes de mercancías producidas en prácticamente todo el planeta; para México, dada su ubicación geográfica y su mano de obra barata, tal situación fue especialmente ventajosa. Pero ahora todo se ha transformado en su contrario, puesto que al mismo tiempo que los EEUU importaban mercancías de todo el mundo, su industria no cesaba de producir. Mientras el mercado interno de los EEUU pudo sortear dicha contradicción las cosas lograron marchar, sin embargo, la dinámica ascendente llegó a sus límites con la saturación del mercado yanqui y esa contradicción terminó manifestándose de una manera álgida en 2007, con el estallido de la crisis de la hipotecas subprime, marcando el inicio de la actual crisis del capitalismo mundial.  
El desarrollo de la crisis ha sido contradictorio pues, al mismo tiempo que naciones como Grecia e Irlanda se encuentran al borde de la bancarrota, otras naciones como China han sorteado parcialmente la situación manteniendo tasas de crecimiento importantes en el último año. Para el caso de la economía mexicana, ésta ha oscilado entre su peor colapso en 70 años de historia en 2009, hasta una previsión del 5% de crecimiento estimado en 2010. Los aspectos contradictorios de este proceso han dado lugar a reiteradas declaraciones del Presidente Calderón señalando que México ha dejado atrás definitivamente la crisis y se enfila hacia el desarrollo. Aparentemente éste último resultado le da la razón a Calderón, pero un análisis más detallado muestra que las cosas no son así.
El tercer trimestre de 2009 representó el final de 18 meses consecutivos de recesión para los EEUU; durante ese trimestre la economía norteamericana creció en un 3,5% para un trimestre después escalar hasta el 5,6%. Sin embargo, la economía yanqui culminó ese año finalmente con una aguda contracción del 2,4%. Para México dicho factor representó un cambio significativo ya que a mediados de ese mismo año 2009, la economía mexicana ya había padecido una contracción del 8,2% en el primer trimestre seguida de otra aún más profunda del 10,3% en el segundo trimestre. El mejor ritmo de los EEUU, permitió “suavizar” la caída tanto en el tercer trimestre, 6,4%, como en el cuarto trimestre, 2,03%. A pesar de estos resultados, ya en 2010, el tipo de recuperación vivida en México está plagada de contradicciones, es especialmente endeble y está lejos de permitir señalar con certeza que nuestro país ha dejado de lado todo peligro económico y el riesgo de una nueva recesión en el marco de la actual crisis económica mundial.


Exportaciones, industria, inversiones y empleo

 

Entre enero y septiembre del 2010 las exportaciones mexicanas acumularon 216.800 millones de dólares, representando un crecimiento del 34% en comparación al mismo periodo del 2009. La perspectiva es la de que al finalizar el 2010 totalicen un crecimiento del 33,7%. Sin embargo el panorama continúa siendo incierto, pues desde el 43,9% alcanzado en mayo, el ritmo ha decrecido mes tras mes hasta ubicarse en un 20,8% en septiembre.
La producción industrial estimulada por las exportaciones, alcanzó su repunte mas importante en junio pasado (8,2%), un resultado que se mantiene 3,6 puntos por debajo del nivel más alto alcanzado antes de la crisis. Además, el avance de este sector no ha sido homogéneo pues se ha basado principalmente en las manufacturas, las cuales crecieron durante el primer semestre un 11,6% (y dentro de éstas en la industria automotriz, la cual creció un 76,8%), mientras la industria de la construcción en mayo pasado reportaba 22 meses consecutivos en “caída libre”, de acuerdo a los empresarios del ramo. Incluso para la industria automotriz el panorama es contradictorio, pues Volkswagen de México señala que en 2010 fabricaría sólo 435.000 unidades, más que los 320.000 autos fabricados en 2009, pero menos de las 450.000 unidades de 2008. Volkswagen de México señala que la cantidad de autos que se fabricarán en 2011 también será similar a la del 2010.
Tras ese significativo repunte de junio, ahora la producción industrial reporta crecimientos mucho más moderados  que van del 6,6 al 3,7% en septiembre y octubre respectivamente.
Es cierto que la IED ha mejorado significativamente al acumular durante el primer semestre del año 2010 12.238 millones de dólares, cantidad superior al ingreso de todo 2009 y que alcanzó los 11.900 millones de dólares; además se estima que la IED en el global de 2010 escale hasta los 18.857 millones y en 2011 a los 19.913 millones. No obstante, de lograrse esas cantidades, a pesar de ello el resultado será menor al de 2007 cuando la IED llegó a los 23.230 millones de dólares. Estas cifras no pueden ocultar que a lo largo del primer semestre del 2010 se reportaron fugas de capitales por valor de 9.988 millones de dólares a través de empresarios y particulares mexicanos que transfirieron capitales al extranjero. Si bien es cierto que esta cantidad es menor en un 33% a la de 2009, no es desdeñable el hecho de que esa cifra represente aproximadamente la mitad de la IED estimada para 2010.
Otra paradoja que se agrega es la noticia de que el 26 de agosto pasado, la Bolsa Mexicana de Valores cerró operaciones con una pérdida del 0,75%, quedando el Índice de Precios y Cotizaciones en 31.127,99 puntos. De acuerdo a los analistas “este nivel indica que todas las ganancias en el mercado local de valores durante 2010 han quedado eliminadas, incluso, la bolsa registra pérdidas nominales del 2,80% respecto a los valores que tuvo al término de 2009”.2 (La Jornada 27082010)
También hay que destacar que el valor total del PIB durante el segundo trimestre de 2010, periodo en el que se logró el crecimiento más alto del año con un 7,6%, fue de 8 billones 753.916 millones de pesos, cantidad aún inferior a los 9 billones 40.647 millones alcanzados el segundo trimestre del 2008, antes de que la crisis estallara en nuestro país. Ahora las cosas marchan en sentido contrario pues entre julio y septiembre de 2010 el crecimiento se ubicó en 5%, finalizando, según estimaciones, en un 4% en el cuarto trimestre.  
Sobre el desempleo las cifras también son contradictorias: al tiempo que la Secretaria del Trabajo y Previsión Social (STPS) señala que de enero al 30 de noviembre de 2010 se registraban 980.000 nuevas plazas, por otro lado un balance comparativo entre los resultados de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) de finales del 2009 (44 millones 535.314 personas trabajando) y los del primer trimestre del 2010 (43 millones 633.759 personas ocupadas) indica que entre enero y marzo de 2010 se perdieron 901.000 puestos de trabajo. Por otro lado en octubre pasado la tasa de desempleo se ubicó en el 5%, para después remontar hasta el 5,8% en noviembre. Se pronostica además que este índice será, al terminar 2010, del 5,36% y en 2011 del 5,14%. De nuevo comparemos resultados: en enero del 2009 la tasa de desempleo se ubico en los 5% de la Población Económicamente Activa (PEA), siendo considerado en aquel entonces el nivel más alto de los últimos 12 años; después, durante el segundo trimestre de ese mismo año, cuando el PIB experimentó su peor colapso al contraerse en un 10,3%, el desempleo alcanzo el 5,2% de la PEA. Es evidente que todos esos porcentajes contradicen el discurso oficial. Como podemos ver, salvo el resultado de octubre de 2010, que es idéntico al de enero del 2009, las perspectivas para el global de 2010 y 2011 arrojan porcentajes superiores al logrado en el segundo trimestre del 2009 cuando se presentó el peor registro del PIB en décadas.
La problemática del desempleo en 2010, a pesar del crecimiento logrado en este año, es muy similar al que se tenía un año antes. De hecho el escepticismo ya es visible entre la burguesía e incluso en el gobierno, pues los cálculos de la propia STPS sobre la generación de empleos para 2011 oscilan entra las 500 y 600 mil nuevas plazas (el vaticinio de la Concanaco es de 530 mil plazas). De cumplirse esas perspectivas, realmente muy poco se habrá solucionado pues ese medio millón de empleos se tendrán que repartir entre los 2 millones y medio de desempleados que oficialmente reconocen el gobierno y el millón 300.000 jóvenes que cada año se integran al mercado laboral. Pero si tomamos en cuenta que el desempleo real es de 8 millones de mexicanos,3 ese medio millón de nuevos empleos para 2011, en caso de ser alcanzados, poco habrán solucionado.


Perspectivas económicas

 

Un reconocimiento tácito de la debilidad de la recuperación, es la línea de crédito solicitada, el pasado 14 de diciembre, por el Presidente Calderón al Fondo Monetario Internacional (FMI) por un monto de 73.000 millones de dólares. De acuerdo a Calderón esta medida tiene un “carácter precautorio” para proteger a la economía “contra cualquier turbulencia externa”. Con esta medida el gobierno contaría con un “blindaje económico” que, sumado al monto actual de reservas internacionales (130 mil millones de dólares) se aproxime a los 200.000 millones de dólares.
México está fuertemente atado a la economía de los EEUU, la cual desde mediados de 2010 ya presenta un menor ritmo económico. La perspectiva trazada en octubre pasado por el FMI para el 2010, ubica al PIB de los EEUU con un crecimiento del 2,6% y para el caso del 2011 “las perspectivas para Estados Unidos son inciertas”, de acuerdo a este organismo internacional. Las expectativas trazadas por el Bank of America-Merrill Lynch en 2011 son de un crecimiento del 2,3%.
Los contradictorios resultados de México en 2010 demuestran que el crecimiento alcanzado hasta el momento por los EEUU no ha sido suficiente, derivando ello en una base económica particularmente frágil, factor que ahora significa importantes riesgos en un momento en que la principal potencia capitalista da muestras de una tendencia hacia un menor ritmo de crecimiento. Pero el anterior no es el único problema para México, también lo es el hecho de que el imperialismo yanqui está fincando la mayor parte de sus expectativas de recuperación en el mercado externo con el objetivo de reducir su gigantesco déficit comercial.
Para que México se recupere con mayor firmeza se necesita que el mercado interno de los EEUU se reactive, pues durante el pasado boom económico dicho mercado actuó como fuerza motriz que empujó hacia el frente a la economía mexicana. Sin embargo, por el momento no se puede esperar mucho del mercado interno estadounidense, seriamente limitado por un desempleo en torno al 10%, un porcentaje cuestionado por Robert Reich, ex secretario del trabajo con Clinton, quien asegura que en realidad es del 22%.
De acuerdo a numerosos analistas burgueses, para que el desempleo en los EEUU disminuya se necesita un crecimiento sostenido del 5% a lo largo de los próximos años, una perspectiva poco probable en el mediano plazo. Eso lo sabe la administración de Obama, la cual es consciente de que el camino del mercado interno está descartado por el momento por lo que su apuesta hacia el mercado externo se ha fortalecido. Los EEUU han depreciado el dólar abaratando con ello el precio de sus exportaciones: tan solo desde el 7 de julio de 2010, cuando presentó su cotización más alta, el dólar se ha depreciado en un 6,6%. Sin embargo esto no ha sido suficiente, y ahora Obama pretende ir más lejos poniendo en circulación 600.000 millones de dólares. Una medida proteccionista adicional, para hacer  más competitivas las exportaciones yanquis, es el reciente recorte masivo de impuestos aprobado por el Senado, a través de las rebajas tributarias que vencían a finales de 2010. La iniciativa, la cual se extenderá durante dos años, pondrá a disposición de la industria buena parte de los 858 mil millones de dólares que costará para las fiananzas del Estado la Ley de Recorte de Impuestos.
Para los socios comerciales de los EEUU como México, las anteriores medidas representan un golpe directo para su estabilidad económica. Pero EEUU no tiene otro camino, o ataca o de nuevo se hunde en la recesión con la fuerte posibilidad de que la próxima vez sean más catastróficos los resultados.  El crecimiento de los EEUU en 2010, estimado en un 2,6%, también ha sido bastante contradictorio pues su déficit comercial, en los primeros diez  meses de 2010, acumuló 614.000 millones de dólares, cantidad que representa mas del doble del saldo desfavorable registrado durante el mismo lapso de meses del 2009.
En este marco, la producción industrial yanqui, que en el primer semestre 2010 creció un 7%, para tres meses después escalar hasta el 9,1%, ha terminado por experimentar un menor ritmo hasta ubicarse en el 4,8% durante el tercer trimestre.  
Por el momento la estrategia de Obama ya ha rendido algunos frutos pues las exportaciones de los EEUU lograron en octubre pasado su valor más alto de los últimos dos años, con ventas record a China y a México, lográndose durante ese mes la reducción del déficit comercial en un 13,2%. No es descartable que el fenómeno de octubre se transforme en una tendencia que haga aún más lenta y tormentosa, y más contradictoria, la recuperación económica en México. Pero las cosas podrían ser peor si la administración de Obama siente que, para asegurar una mejor y más rápida recuperación para los EEUU, máxime cuando el peligro del colapso europeo no es una amenaza menor, necesita profundizar esa clase de medidas. En cualquier caso, si el déficit comercial de los EEUU sigue creciendo con el mismo ritmo de 2010, cuando se duplico a pesar de la recuperación, y su economía continúa decayendo arrastraría tras de sí irremediablemente a la economía mexicana.


Polarización social

 

El pasado boom económico tuvo un costo muy alto para el proletariado mexicano. Un dato que lo ilustra es la parte de las rentas salariales respecto al PIB, que pasaron del 36% en 1980 al 29,2% de 2009, mismo periodo en el que los beneficios patronales crecieron del 47,7 al 61,6%.
Los diferentes ataques lanzados por la burguesía a lo largo de todo ese periodo crearon una polarización social sumamente explosiva, que encontró su expresión más importante en la masiva lucha contra el fraude electoral que en el 2006 impuso en la presidencia de la República a Calderón.  A la anterior lucha se agregan, también en el 2006, los casos del sindicato minero (cuya manifestación más destacada ese año fue huelga de Sicartsa, hoy Arcelor Mittal) y la insurrección revolucionaria de Oaxaca. Durante aquel año la magnitud del enfrentamiento contra el régimen creaó situaciones de doble poder y puso, como nunca en décadas, en auténtico peligro a la burguesía mexicana.
Como podemos ver antes de la crisis económica el equilibrio entre las clases ya se había roto. El auge económico no creó ninguna base para aminorar la polarización, sino todo lo contrario, y la crisis empeoró la situación. Un panorama que también se vislumbra para el 2011. El grado de polarización social ha prendido las señales de alerta entre algunos estrategas de la burguesía, los cuales ya han advertido sobre el riesgo de un estallido social en México. Tal es el caso de las declaraciones del 29 de agosto del 2009 del entonces Secretario de Desarrollo Social y hoy titular de la SHCP, Ernesto Cordero; mismas declaraciones haría quien en esa fechas, octubre del 2009, aun se desempeñaba como gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, y que fueron reiteradas posteriormente, en febrero del 2010, por el ex presidente Luis Echeverría.  
Lo cierto es que una cosa son los temores de la burguesía y otra los derroteros que imponen las necesidades de la reproducción capitalista, la cual demanda los máximos beneficios al menor costo posible. Esta razón obligó a Calderón dar el “sabadazo” contra el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) el 10 de octubre del 2009, despidiendo masivamente a más de 40.000 electricistas  al cerrar su fuente de trabajo, la estatal Luz y Fuerza del Centro (LyFC). La misma ofensiva se reprodujo después, al intervenir con la Policía Federal el pasado 6 de junio para tomar la mina de Cananea y cumplir la orden de la justicia laboral que meses antes había declarado como concluidas las relaciones laborales entre los mineros y el Grupo México, y levantar de manera violenta una huelga que ya se había extendido por 30 meses.
A pesar de la profundidad y dimensión de estos ataques, la tendencia general por parte del movimiento obrero ha sido la de responder con energía. Por ejemplo el “sabadazo” fue contestado con movilizaciones de masas, algunas de las cuales adquirieron proporciones asombrosas, como lo fue el caso de la marcha del 15 de octubre de 2009 que movilizó al lado del SME a unos 500.000 trabajadores y jóvenes.
También, como una expresión trascendente del descontento, está el caso del mitin convocado por Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el 25 de julio del 2010, en el que se reunieron aproximadamente medio millón de personas en el Zócalo de la Ciudad de México, ratificando con ello la disposición de las masas para continuar luchando.


La crisis del régimen

 

La polarización social, junto a una incierta situación económica, ha exacerbado la crisis del régimen, el cual está cada vez más débil y dividido. Un ejemplo de ello es que, a estas alturas, Calderón ya se ha visto obligado a remover cuando menos en 15 ocasiones a diferentes Secretarios de Estado y altos funcionarios de su gabinete. Y recientemente se agregan a esta crisis hechos como la expulsión del PAN, en diciembre del 2010, de Manuel Espino, ex presidente nacional de dicho partido y pilar del ala encabezada por  Vicente Fox; o el conflicto derivado de las elecciones internas, también en diciembre pasado, para renovar la presidencia nacional del panismo: si bien un acuerdo de última hora permitió que los consejeros nacionales panistas eligieran prácticamente por unanimidad al Senador Gustavo Madero como nuevo presidente de dicho partido, resultado con el que Calderón mantiene el control del PAN, ello no niega el nivel de fragmentación que existe en el interior del panismo pues a la contienda interna se presentaron cinco distintos candidatos.
El PAN ha ido de descalabro en descalabro tras las elecciones del 2006: ya para el 2009 había perdido más de 5 millones 250.000 votos en diferentes elecciones parciales, y se encuentra en una situación muy delicada dado que cada vez son más lejanas las posibilidades de que repita en la presidencia tras las elecciones del 2012.
El efecto en la elecciones explica en parte la crisis del PAN y de su gobierno, pero también juega un papel importante el hecho de que Calderón no puede gobernar sin el apoyo del PRI, y que el nivel de polarización social mantiene prácticamente paralizada a la administración panista para el impulso de las contrarreformas más estratégicas: la laboral, para la cual el intento del PAN en 2010 se tradujo nuevamente en un fracaso; el IVA para medicamentos y alimentos, así como la privatización plena y sin cortapisas de la totalidad del sector energético.
No sólo Calderón ha fracasado sistemáticamente a la hora intentar avanzar sobre esa clase de contrarreformas, sino que además, como lo hizo a finales del 2009, se ha visto obligado a implementar medidas como el Impuesto Empresarial a Tasa Única (IETU) provocando airados reclamos de la burguesía, a tal grado que Calderón se vio obligado a defenderse acusando a los empresarios que más ganancias tienen de ser ellos los que “rara vez pagan impuestos”.4 Todo ello ha puesto en el patíbulo al panismo ante un sector de la burguesía; por ejemplo, en opinión de Rogelio Sada Zambrano, empresario regiomontano de larga trayectoria en su militancia panista, el PAN “es un cadáver”.5
Por su parte, el PRI ha aprovechado su posición de fuerza (posee la mayor parte de curules parlamentarios así como la mayoría de los gobiernos estatales y municipales), para imponerle a Calderón, en detrimento del PAN, todo tipo de condiciones para apoyar su gobierno, alimentando el enfrentamiento entre dirigentes panistas y Calderón. El saldo ha sido una relación entre el PAN y el PRI que en algunas ocasiones ha estado al borde de la ruptura.
Dada su debilidad, Calderón ha optado por emplear de manera más decida y abierta el apoyo del ala de derechas del PRD, la misma que tiene bajo su control la dirección nacional de este partido. En este marco, y con el objetivo consciente de cerrarle el paso hacia el 2012 a una potencial nueva candidatura de AMLO, quien tras el 2006 ha logrado organizar el movimiento de masa más importante del país en décadas, se lanzaron en el 2010 alianzas entre el PAN y el PRD para contender contra el PRI por 12 gobernaturas en disputa.
Pero los resultados fueron pobres pues a pesar de que, con ex priistas como candidatos, dicha alianza le arrebató tres gobiernos estatales al PRI, mismo partido que ganó las nueve gobernaturas restantes, y el PAN pasó de gobernar en los estados en disputa, de 20,6 millones a 18,5 millones de electores, dejando al PRD en una mala posición de cara a las elecciones federales del 2012. Otro saldo más ha sido el de que las alianzas estimuladas por Calderón han provocado más divisiones dentro del PAN.


Crisis en el PRD

 

Lo más destacado de estos fenómenos políticos, es que las alianzas electorales con el PAN, impulsadas por la dirección nacional del PRD, han creado un crisis interna en la que las diputas derecha e izquierda, casi todas estas últimas orbitando en torno a la figura de AMLO, son cada vez mayores. Ya en diciembre del 2009 estas presiones provocaron una escisión por la derecha en el PRD de parte de tres de los pilares más importantes de la política de apoyo hacia el régimen: Ruth Zavaleta, quien se ha unido a apoyar a la campaña del PRI para las elecciones del 2011 por el gobierno de Guerrero, junto con René Arce y Víctor H. Cirígo, los cuales recientemente han lanzado el Partido de la Ciudad.
Esta crisis en el PRD, ante el peligro de que la dirección actual intente imponer una alianza con el PAN para las presidenciales del 2012, han intensificado las confrontaciones creando un panorama en el que no se ve lejana la posibilidad de que le sea arrebatada la dirección del partido al ala de derechas. De hecho, las presiones ya han forzado un acuerdo que obliga a Jesús Ortega, presidente nacional del PRD, a convocar para marzo del 2011 a elecciones anticipadas para renovar la dirección nacional. La pérdida del control sobre el PRD por parte de su ala de derecha significaría la perdida de un punto de apoyo importante para Calderón.


El narcotráfico

 

Al calvario de Calderón se une el caso de la “guerra” contra el narco. Ya se habla de más de 30.000 muertos producto de dicha “guerra” en los cuatro años trascurridos del actual gobierno; además, de acuerdo a la Comisión de Desarrollo Municipal del Senado, las diferentes bandas de narcotraficantes ostentan el control total sobre 195 municipios de un total de 2.439; además dicha comisión destaca que, en otros 1.536 municipios, el narco posee una “fuerte influencia”. Sumados uno y otro caso, ello quiere decir que estamos hablando del 71% del territorio nacional.
A todo esto se agregan las evidencias expuestas por la periodista Anabel Hernández en su reciente libro, “Los señores del narco”, en el que se documentan los vínculos y transacciones desde las esferas más altas del gobierno de Calderón con diferentes capos del narco. Al principio de su administración Calderón vio en el combate contra el narco una oportunidad para buscar legitimidad, pero las cosas se han transformado en una auténtica catástrofe para los intereses del gobierno, que ha aplicado una política impotente, en la que además, se encuentra atrapado.  


Lucha de clases

Para capitalizar mejor las oportunidades que ofrecía el pasado boom, el capitalismo mexicano le cobró un costo muy alto a la clase trabajadora, pero el cobro ha sido más caro aún en el marco del colapso de 2009 e incluso esa misma receta ha sido aplicada en 2010 cuando la economía ha logrado mejores resultados. Pero tampoco hay algo que nos permita pensar que en 2011 las cosas serán diferentes: de ello hablan los recortes a los egresos del Estado para este último año en la mayor parte de rubros que tienen que ver con las necesidades sociales de las familias trabajadoras del campo y de la ciudad.
Lo mismo se puede decir a partir del incremento de salario mínimo para 2011, el cual es del 4,1%; es decir, para la zona “A”, que es el más alto, el alza salarial es de 2 pesos con 34 centavos. Ello paralelamente al aumento del precio de la tortilla, alimento clave para la dieta de dos tercios de la población mexicana, de 8 a 12 pesos por kilo.
Todos esos elementos son leña para la llama de la lucha de clases. El PRI y su ascenso electoral, el cual es muy probable que se mantenga en las elecciones del 2011 si el PRD no gira con energía hacia la izquierda, cada vez se presenta como una alternativa más favorecida por la burguesía, pretendiendo lograr con ello estabilidad para el régimen y disminuir las tensiones sociales. Sin embargo si el PRI regresará al gobierno en el 2012, en el mejor de los casos su efecto en torno a esos objetivos sería limitado pues la situación material de la economía le impediría adoptar medidas de fondo para comprar la paz social y recuperar el equilibrio entre las clases.
De hecho, la recuperación electoral del PRI debemos entrecomillarla pues sus triunfos electorales han estado marcados por elevados índices de abstencionismo, factor que además refleja la desilusión de una importante capa de trabajadores y pobres con el sistema electoral y la propia democracia burguesa. Para ilustrar la problemática de PRI, el cual también está dividido, basta señalar que en la contienda electoral del 2009, en los 14 estados participantes, se llamó a 30 millones de electores de los cuales sólo acudieron a las urnas el 50%, de ellos, otorgándole al PRI su voto solamente 6 millones 380.000 personas, es decir sólo la quinta parte del total del padrón electoral convocado al sufragio en dicha oportunidad. Esa ha sido la tendencia general en las elecciones posteriores al 2006, por ello resulta difícil pensar en que el regreso del PRI a la presidencia le regalara a la burguesía la estabilidad tan soñada desde hace ya varios años.
Más que estabilidad, la perspectiva más probable, considerando la problemática en todos los terrenos, tanto el económico, como el político y el social, es la de que la polarización social seguirá siendo alimentada. En este marco se presentarán las elecciones presidenciales del 2012 en las que, si AMLO logra presentarse como candidato, no podemos descartar de antemano un ambiente similar al del 2006. Esta opinión la sustentamos no sólo en la imposibilidad objetiva del capitalismo mexicano para comprar la paz social, ni tampoco únicamente por el grado de polarización social alcanzado, sino además en el hecho de que a estas alturas se han organizado cientos de comités a lo largo de todo el país en torno a AMLO, los cuales ya poseen, cuando menos, una afiliación de 2 millones y medio de personas. Seguramente durante 2011, año en el que AMLO intentará fortalecer su base de apoyo a través de las elecciones del Estado de México, probablemente muy reñidas, y en la primera mitad del 2012, ya en abierta campaña electoral, el número de afiliados en esta clase de comités crecerá de manera importante. Pero no sólo la organización, sino también la experiencia de las masas acumulada en la lucha contra el fraude y las batallas posteriores tendrán un peso específico imprimiendo su sello particular a la lucha de clases en 2012.
El futuro es de lucha en un momento además en el que el régimen cada vez está mas débil y dividido; es por ello que podemos insistir en la idea de que está lejos de haberse dicho la última palabra respecto a la movilización del SME, sindicato que aún mantiene en la lucha a 16.000 electricistas  y varios cientos más que, a pesar de haber aceptado su liquidación, continúan saliendo a las calles junto a sus compañeros a reclamar sus derechos. En el contexto actual de la lucha de clases en México, particularmente volátil, la lucha del SME podría reactivarse con una fuerza mayor a la demostrada en los últimos meses, creándose una situación favorable para impulsar con más fuerza las demandas de los electricistas.
Otro elemento a destacar es la cada vez más próxima vinculación entre AMLO y los electricistas: si AMLO se apoya en el SME para las elecciones y deja de zigzaguear buscando la aceptación de los empresarios, tal como lo ha hecho por medio de reuniones con éstos tanto en Monterrey como en Guadalajara en octubre pasado, podría ayudar a los trabajadores a romper el cerco impuesto por la mayor parte de los dirigentes sindicales, los cuales impiden la participación de los trabajadores en la lucha política de manera organizada a través de sus sindicatos, generando con ello dispersión y desorganización.
El panorama esta abierto, el resentimiento social es cada vez mayor, y el capitalismo y su gobierno están excepcionalmente limitados para revertirlo.

En los últimos meses Raúl Castro ha dado un impulso muy importante al llamado proceso de reformas en Cuba, que vuelven a poner sobre la mesa el trascendente debate sobre las implicaciones que estas tienen para el destino de la revolución. El 25 de octubre de 2010 se publicaban nuevas disposiciones del gobierno cubano, que concretaban la propuesta de reducción de las “plantillas infladas” en el sector público y la ampliación de los ámbitos de actuación de la actividad económica privada en la Isla.


Impulso al negocio privado

 

Según las previsiones del gobierno, en los próximos seis meses se eliminarán medio millón de puestos de trabajo, con el objetivo de que en los próximos años el Estado cuente con 1.300.000 empleados y funcionarios menos, un 25% del total. También se han producido modificaciones drásticas que afectan a la percepción del subsidio del desempleo, hasta ahora indefinido. Las nuevas medidas establecen que quien quede desempleado recibirá un subsidio equivalente a su salario íntegro durante un mes. Luego se reducirá un 60% prorrogándose de uno a cinco meses más en función del tiempo trabajado. Respecto a los que mantienen su trabajo, se acelerará la política de diferenciación salarial, que estará mucho más determinada por la “cantidad y calidad” de lo producido.
Paralelamente a las medidas que afectan al empleo y los salarios en el sector estatal se ampliarán las licencias de trabajo por cuenta propia, además de aumentar el número de sectores en los que éste podrá operar. Lo novedoso y más significativo es que por primera vez desde la nacionalización de la economía cubana tras la revolución se legaliza la contratación privada de trabajo asalariado y la formación de pequeñas empresas. Además, los trabajadores por cuenta propia podrán comercializar sus bienes y servicios a entidades estatales y tendrán acceso al crédito bancario; podrán alquilar locales y activos del Estado o de otros ciudadanos; una persona tendrá la facilidad de disponer de varias licencias para ejercer más de una actividad por cuenta propia, tanto en su municipio de procedencia como en cualquier lugar del país; se eliminará la restricción para alquilar el total de una casa o departamento; se permitirá el arrendamiento de viviendas y vehículos a las personas que disponen de un permiso de residencia en el exterior (PRE) o a aquellos que, viviendo en Cuba, salgan del país por más de tres meses, para lo cual podrán nombrar un representante; y el tamaño autorizado para los paladares (restaurantes privados) aumentará de 12 a 20 plazas.
¿Qué efectos sociales van a tener estas medidas? A finales de 2009 había, según cifras oficiales, 144.000 “cuentapropistas”, y es posible que exista una cifra similar de establecidos ilegalmente. De estos, es complicado que todos opten por legalizar su actividad ya que el pago de impuestos la haría, en muchos casos, inviable. Con todo, el negocio privado recibirá un impulso, aunque con efectos desiguales en la población. Según estimaciones del gobierno, 250.000 personas engrosarán el cuentapropismo en 2011, con lo que quedarían en la incertidumbre otras 250.000. “Todo parece indicar que la economía deberá convivir en el corto plazo con altas tasas de desempleo, lo cual es un reto desde varios puntos de vista”, admiten economistas cubanos, muy proclives a las reformas favorables al mercado.1 Sólo un sector de la sociedad, el que esté en condiciones de acceder más fácilmente al crédito, a los suministros y a las redes de distribución, podrá prosperar.
Las concesiones al cuentapropismo hay que analizarlas como parte de una dinámica. Algunos economistas cubanos la señalan con mucha claridad: “La descentralización, unida a la liberalización de precios y flujos de divisas, son metas a las que debe tender la política económica si quiere propiciar los incentivos y la autonomía necesaria para impulsar la productividad y el salario en la empresa estatal. En algún momento, el mercado mayorista empresarial deberá poder fijar sus precios de acuerdo al principio de oferta y demanda, tal y como lo hacen las actividades por cuenta propia. Ello requerirá un estudio cuidadoso de las estructuras monopólicas, una mayor apertura externa y una corrección de los tipos de cambio del peso convertible y del peso cubano en la empresa”.2 Todas estas propuestas van en la línea de que el Estado se convierta en un mero “regulador” de la economía, tesis asumida por economistas de relevancia en Cuba.
Las medidas de incentivo a la actividad económica privada no se limitan al trabajo por cuenta propia y a la legalización de pequeñas empresas. A finales de agosto se aprobaron modificaciones legales con el fin de “facilitar el proceso de participación de la inversión extranjera en el turismo internacional”, y se extendía el tiempo de arrendamiento de la tierra para inversores extranjeros de 55 a 90 años.


Planificación versus autonomía empresarial

 

El 9 de noviembre se hizo público el Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social, que será el documento fundamental del VI Congreso del Partido Comunista Cubano (PCC) a celebrarse en marzo de 2011. Este escrito es bastante clarificador sobre el sentido en que las reformas piensan orientarse. Especialmente significativo es todo lo referido a la autonomía empresarial. Aunque se dice que “el sistema de planificación socialista continuará siendo la vía principal para la dirección de la economía nacional”, se afirma, al mismo tiempo, que “las finanzas internas de las empresas no podrán ser intervenidas por instancias ajenas a las mismas” (punto 12). Respecto al control de la gestión empresarial se plantea la reducción de los mecanismos administrativos y los gastos que estos acarrean por “mecanismos-económicos financieros” (punto 14). Así, en lugar de combatir el problema del burocratismo con más participación del conjunto de la clase obrera y la población, se refuerza el criterio de rentabilidad propia del mercado. En ese sentido, las empresas no rentables serán liquidadas (punto 16). En general, las empresas “no recibirán financiamiento presupuestario” (punto 17). Se plantean criterios autónomos en la distribución de los beneficios ya que las empresas “podrán crear fondos para el desarrollo, las inversiones y la estimulación a los trabajadores” (punto 18). “Los ingresos de los trabajadores de las empresas estatales estarán vinculados a los resultados finales que se obtengan” (punto 19). Las empresas podrán decidir sobre el tamaño de las plantillas y tendrán flexibilidad en la fijación de precios (punto 23). Se da  un impulso a las cooperativas, en la que sus miembros serán “propietarios de los medios de producción” (punto 25) y podrán unirse entre ellas para crear cooperativas más grandes (punto 29). En un capítulo especial dedicado a la parte de la economía que funciona en base a asignaciones presupuestarias del Estado, determinante en una economía planificada, se afirma: “No se crearán unidades presupuestadas para prestar servicios productivos ni para la producción de bienes” (punto 32).
Todas estas medidas tienen enormes implicaciones en la desorganización de la economía planificada. Un dato muy revelador es que el gobierno tiene como objetivo declarado que en los próximos años la mayoría de la fuerza laboral esté encuadrada en sector privado de la economía.
También hay que tener en cuenta, para el análisis de las tendencias fundamentales que se están produciendo, la naturaleza de las medidas adoptadas en los años precedentes. En 2008 se aprobó la eliminación de los topes salariales en las empresas estatales; en 2009 empezó la entrega en usufructo de tierras ociosas a particulares y cooperativas, que ahora podrán comercializar su producción por canales privados ya que entre la lista de oficios por cuenta propia aprobados en octubre está el de “vendedor de producción agrícola en puntos de venta y quioscos”. También en 2009 el gobierno anunció los primeros pasos para la supresión de los comedores obreros y sustituirlos por una asignación monetaria; también se anunció una reducción progresiva de la cartilla de racionamiento. La sustitución de determinadas importaciones por producción interna, como la alimentación (Cuba importa el 85% de alimentos que consume) está ligado a un plan de paulatina liberalización de la producción agrícola. Una de las primeras medidas de Raúl fue la entrega de tierras ociosas en régimen de usufructo a agricultores privados.


Campaña contra el “igualitarismo”

 

Las reformas económicas se han acompañado de una campaña oficial contra lo que se denomina el “paternalismo” estatal, los gastos sociales “irracionales”, las excesivas gratuidades, las inconveniencias del “igualitarismo”, etc.3 En julio de 2008, Raúl Castro afirmó en la Asamblea Nacional: “Socialismo significa justicia social e igualdad, pero igualdad de derechos, de oportunidades, no de ingresos. Igualdad no es igualitarismo. Este, en última instancia, es también una forma de explotación: la del buen trabajador por el que no lo es, o peor aún por el vago”.4 Raúl Castro también calificó el sistema de antes descrito como correspondiente al “principio socialista, de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo”. “Hay que eliminar el gasto que es simplemente insostenible, que ha crecido año tras año y que, además (...) está provocando que la gente sienta que no tiene necesidad de trabajar”, afirmó Raúl Castro en septiembre de 2009.5 Por su parte Ramiro Valdés, comandante de la Revolución, vicepresidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros de Cuba, señaló en verano de 2009: “Tenemos que tratar (...) que las masas participen en la solución de sus propios problemas y no esperar que papá Estado venga a resolverles y como los pichones: abre la boca que aquí tienes tu comida. Así no es’”. También el viceministro de Trabajo, Carlos Mateu, señaló en junio de 2008, justificando la reforma salarial: en Cuba “ha existido una tendencia a que todo el mundo reciba lo mismo, y ese igualitarismo no es conveniente”. El director del periódico Granma, Lázaro Barredo Medina, afirmaba el 9 de octubre en un artículo: “El intercambio de opiniones que ha habido en las cartas a nuestro diario, por ejemplo, sobre los temas de la libreta de abastecimientos o de los comedores obreros, son una prueba meridiana de hasta qué punto han calado en nuestra conciencia algunas concepciones equivocadas sobre la justicia social. La justicia social no es el igualitarismo, es la igualdad de derechos y oportunidades, es en el socialismo la distribución bajo el principio ‘de cada cual según su capacidad, y a cada cual según su trabajo”. En este mismo artículo se defiende que se proteja y se garantice “el acceso de las personas de bajos ingresos a esa canasta básica y estimule al resto a trabajar para obtener beneficios salariales a partir de los resultados”, admitiendo implícitamente la normalidad de que exista gente “con bajos ingresos”, diferenciados de los demás. Más adelante, denunció el “síndrome del pichón” que padece la sociedad cubana: “andamos con la boca abierta porque buena parte de los mecanismos que hemos diseñado están concebidos para que nos lo den todo. Usted no va a la bodega a comprar, va a que le den lo que le toca; usted no repara su casa o su apartamento en el edificio, porque además de que no tiene cómo adquirir los materiales, las cosas están concebidas para que le den las facilidades de esa reparación y así es en la mayoría de los asuntos de nuestra vida cotidiana”.
Por supuesto que cualquier revolucionario serio no puede poner en duda que la eficiencia y la meticulosidad en el gasto es una cuestión de enorme trascendencia en una economía planificada. Los enormes progresos sociales derivados de la nacionalización de los recursos no significan que se pueda gastar más de lo que se ingresa, esto también es evidente. Pensar de otra manera sería tener una visión idílica e inútil para la causa de la revolución. El desarrollo limitado de la economía cubana tiene causas objetivas e históricas evidentes, que incluso una economía planificada no puede superar aisladamente. Como los marxistas siempre hemos señalado, no se puede construir el socialismo en las estrechas fronteras nacionales de un solo país, es necesario extender la revolución internacionalmente.
Sin embargo, de la búsqueda de la eficiencia no se deriva automáticamente cuáles deben ser las prioridades en la inversión, ni cómo alcanzarla. Esto son decisiones políticas estratégicas y no puramente técnicas. Cuando hablamos de eficiencia y rentabilidad éstas se consiguen con métodos y objetivos distintos según el sistema social. Los capitalistas también persiguen la eficiencia y rentabilidad de sus empresas con el fin de poder competir y obtener un beneficio individual, y para ello no dudan en explotar a los trabajadores hasta la extenuación o despedirlos. Estos fines (beneficio privado) y estos métodos (intensificación de la explotación) son incompatibles en una economía socialista que tiene como fin productivo el incremento del bienestar social general, salvo a costa de socavar sus propios fundamentos. La participación consciente de la población en la planificación de la producción, y su capacidad para ejercer un control efectivo sobre la misma, es el único sustituto del mercado en una economía planificada. La democracia obrera se convierte en un factor político decisivo para el funcionamiento eficiente de la economía planificada. El látigo del mercado no puede ser sustituido eficazmente por órdenes burocráticas.
A su vez, la participación y la implicación de los trabajadores en la solución de los problemas de la producción, el control del gasto y la distribución dependen, y mucho, de factores políticos, entre otros de la percepción de que su esfuerzo redundará en un beneficio general para toda la sociedad y será distribuido de forma equitativa entre todos los individuos. Y aquí llegamos a un punto fundamental: la lucha por la igualdad en la distribución de la riqueza es objetivamente revolucionaria, no es simplemente una idea romántica. La lucha por la igualdad y contra cualquier tipo de privilegio es un elemento político fundamental para mantener la tensión revolucionaria, la moral y la participación de amplias capas de la sociedad, algo imprescindible en una economía en la que no rigen las relaciones de producción y distribución capitalista.
Esto no quiere decir que se pueda alcanzar una igualdad total y rigurosa de forma inmediata. Ciertos niveles de desigualdad son inevitables, y se explican por el atraso económico y los vestigios del pasado capitalista. Son tolerables siempre y cuando su tendencia sea a desaparecer y exista un control real de los trabajadores sobre las palancas fundamentales del Estado, jugando un papel decisivo en la distribución. Pero una cosa es la existencia de un cierto grado de desigualdad, en las condiciones arriba descritas, y otra cosa totalmente distinta son las medidas que tienden a incrementar la desigualdad, y que se justifican económicamente (eficacia) y políticamente como medidas socialistas, culpabilizando a los trabajadores (la gente es “vaga”, “irresponsable”, “se han acostumbrado a vivir sin trabajar”). El incremento de la desigualdad, de la competencia individual y su justificación abierta y oficial se convertirán, inevitablemente, en una fuente de debilitamiento de las bases sociales, políticas y económicas de la revolución, haciéndola mucho más vulnerable a una involución capitalista.
El principio de la igualdad limitado a las “oportunidades” y desligado de una política efectiva de búsqueda de la igualdad social, es una concepción burguesa, no socialista. Por otra parte, la teoría socialista jamás ha planteado la formulación “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo” como la norma de la economía socialista. Todo lo contrario. En realidad este planteamiento está tomado directamente de la burocracia estalinista en la URSS, y fue utilizado en los años treinta para justificar las desigualdades económicas y el sistema de trabajo a destajo.
Según el esquema del gobierno cubano, el combate contra el “igualitarismo” estimulará la productividad y permitirá al Estado liberar más recursos para la inversión. Eso propiciaría una dinámica de crecimiento económico que permitiría salvaguardar las conquistas de la revolución y aumentar los salarios en el futuro. Sin embargo, un crecimiento, en la hipótesis de que se produjese, basado fundamentalmente en una mayor apertura al mercado y un incremento de la desigualdad social (lo que implica la acentuación y cristalización de intereses sociales contrapuestos y un inevitable incremento de la corrupción y de la asociación de intereses entre sectores de la burocracia estatal y los capitalistas privados), sienta las bases objetivas —con independencia de las intenciones de quienes lo promuevan— para la restauración capitalista, como ocurrió en la URSS o en China.


La corrupción y el peligro de restauración capitalista

 

La corrupción está estrechamente vinculada al peligro de la restauración capitalista. En abril de 2010, Esteban Morales, académico cubano de prestigio completamente comprometido con la revolución, militante histórico del PCC y director honorario del Centro de Estudios sobre Estados Unidos de la Universidad de La Habana, publicó un artículo titulado: Cuba: corrupción, ¿la verdadera contrarrevolución?. Merece la pena reseñar algunos extractos: “Hay gente en posiciones de gobierno y estatal que se está apalancando financieramente para cuando la revolución se caiga, y tener todo preparado para producir el traspaso de los bienes estatales a manos privadas, como ocurrió en la antigua URSS”.  Señala claramente donde está el peligro: “En realidad, la corrupción es mucho más peligrosa que la llamada disidencia interna. Esta última aun se encuentra aislada: carece de programa alternativo, no tiene líderes reales, no tiene masa. Pero la corrupción resulta ser la verdadera contrarrevolución, la que más daño puede hacer, porque resulta estar dentro del gobierno y del aparato estatal, que son los que realmente manejan los recursos del país. Si no veamos algo muy simple: ¿Cuando hay leche en polvo en el mercado negro, que ha ido subiendo de precio hasta llegar a 70 pesos el kilogramo? Cuando la leche en polvo llega a los almacenes estatales. No hay mejor ejemplo que ese. Y así es con todos los productos que se adquieren en el mercado negro por parte de la mayoría de la población. Es decir, a cuenta de los recursos estatales, existe un mercado ilegal, del cual todos se benefician, menos el Estado. Y que me dicen, de los vendedores en los alrededores de las grandes tiendas en divisas, proponiendo de todo. Se trata de una corrupción de las que casi todos participan, generada por la corrupción de funcionarios estatales. Porque, que sepamos, en Cuba hay un solo importador: el Estado. No creo que lo que viene en los paquetes de Miami sirva para generar un mercado tan grande, mucho menos, de productos duraderos. Es decir, de manera evidente, existe un flujo ilegal de productos entre el comercio mayorista estatal y el comercio en la calle”. Esteban González sigue profundizando: “Se trata entonces, esta última, de una forma de contrarrevolución que sí cuenta con líderes ocultos, ofrece alternativas a las del Estado y cuenta con una masa que la practica”. El problema, señala el académico “… no está abajo, sino arriba, en los propios niveles del gobierno y del aparato estatal. Formada por los corruptos, ya no de poca monta, que se van descubriendo, en altísimos cargos y con fuertes conexiones personales, internas y externas, generadas por decenas de años ocupando las mismas posiciones de poder”.
En otro artículo, publicado en julio, Esteban Morales señala que la táctica fundamental del imperialismo en la actualidad es de “acumulación de información y lazos internos ligados a la corrupción”. Señala que “por medio del funcionario corrupto, el enemigo puede penetrar al gobierno y al Estado e incluso, al Partido”. Más adelante: “La corrupción, forja un ambiente, que en nuestro caso, ya en parte existe, aunque no sin retroceso (algunos la consideran generalizada, yo no) dentro del cual, el individuo pierde valores, poniéndolo en condiciones de aceptar aquellas variantes de comportamiento que sustentan de manera prioritaria, la comodidad, el privilegio no ganado, y el beneficio personal”.


Imposible mantener el status quo indefinidamente

 

Están confluyendo varios factores que, en un momento determinado, pueden llevar la situación política, económica y social de Cuba a un punto crítico, en el que sea imposible mantener el status quo. Uno de esos factores que puede precipitar los acontecimientos es la grave situación económica. Entre 2003 y 2007 el proceso revolucionario y la orientación del gobierno de Venezuela fueron determinantes para sacar la economía cubana del estancamiento en que se encontraba. No obstante, los efectos positivos de las relaciones comerciales con Venezuela (que apenas revelaron el potencial que supondría la planificación conjunta de ambas economías) no han sido suficientes para contrarrestar las consecuencias adversas de la crisis económica mundial sobre Cuba.
Además de los efectos devastadores de los huracanes en 2008, en 2009 los precios mundiales del níquel, principal rubro cubano, descendieron un 40%; también cayeron las remesas del exterior y, si bien el número de turistas aumentó, sus gastos disminuyeron un 12%. La crisis económica está agravando los problemas de escasez. Combinado con la política de recortes y la pérdida de autoridad del gobierno, esto podría acabar desencadenando movimientos sociales de protesta y finalmente un resquebrajamiento del régimen. No podemos descartar esta perspectiva.
En los momentos más duros del periodo especial (principios de los 90) hubo agitación y descontento entre sectores pobres en La Habana. Fueron rápidamente abortados, no por la represión, sino por la autoridad política y moral de Fidel, que se implicó directamente. Ahora la situación es diferente. Es difícil pronosticar con exactitud las perspectivas, que además dependen del contexto internacional y particularmente del triunfo o no de la revolución venezolana. En todo caso es imposible que la dirigencia cubana mantenga indefinidamente el status quo actual. La disyuntiva fundamental es contrarrevolución capitalista o la extensión de la revolución socialista en América Latina y una auténtica democracia obrera en Cuba. Sin embargo, como ocurre en Venezuela y otros países, este proceso no tiene por qué concluir rápidamente. En Cuba se abrirá una etapa de turbulencia donde la búsqueda y defensa de las genuinas ideas del marxismo y del leninismo, y de las mejores tradiciones de la revolución cubana, encontrarán apoyo entre capas muy amplias de la vanguardia revolucionaria del PCC, de la clase obrera y la juventud.
La base material de las conquistas de la revolución reside en la planificación económica, imposible sin la propiedad estatal de los medios de producción. Esta fue la gran conquista de la revolución cubana y ahora se ve la importancia de extender esta gran lección a la revolución bolivariana. Mientras en Venezuela la economía dependa del sector privado, la burguesía y el imperialismo seguirán utilizando el sabotaje empresarial y la huelga de inversiones con el fin de minar la revolución bolivariana, socavando indirectamente, la propia revolución cubana. El futuro de la revolución cubana está íntimamente vinculado a la supresión del capitalismo en Venezuela y al establecimiento de una auténtica democracia obrera en la Isla. Internamente, no hay nada más eficaz contra el despilfarro, la corrupción y la rutina burocrática que el control obrero y la involucración efectiva de las masas en las decisiones políticas fundamentales. Así, de las condiciones extremadamente complicadas de la economía cubana, debido fundamentalmente a su aislamiento y a su desarrollo relativamente atrasado, no se deriva automáticamente la necesidad de más mercado. Esa es una opción política. La otra es el impulso de la revolución mundial y la democracia obrera, la única vía para salvaguardar las conquistas de la revolución.

La verdad de la lucha de los trabajadores de MMC automotriz (Mitsubishi)

 

Una revolución significa la entrada en la lucha política de las masas, esto es, de millones de trabajadores, pobres y oprimidos que permanecían apartados de la política. Normalmente la política permanece reservada a periodistas, parlamentarios, burócratas o políticos profesionales. Sin embargo, en determinadas circunstancias, cuando las contradicciones sociales llegan a un punto crítico,  las masas participan activamente para tomar el destino del país y de sus vidas entre sus manos.
Ese proceso de despertar de las masas, al igual que todo proceso de la naturaleza, se desarrolla sobre la base de contradicciones, de acumulaciones cuantitativas de experiencia que se transforman  en saltos cualitativos de la misma. Esa acumulación de experiencia es la fuente de aprendizaje de los trabajadores.
La lucha de los trabajadores de MMC automotriz (Mitsubishi) forma parte del movimiento de la clase trabajadora por ponerse al frente de la revolución bolivariana, que a su vez pasa por comprender cúales son las tareas que debe llevar a cabo la vanguardia de los trabajadores venezolanos para completarla con éxito. Como veremos esa escuela de aprendizaje es dura, porque supone un choque con los dos factores que pretenden frenar la revolución: la burocracia reformista y los empresarios privados. Contra ambos llevan luchando durante meses sin fatiga los trabajadores de MMC, transformándose en símbolos del combate contra el capitalismo y el reformismo.


El comienzo de la batalla

 

El 29 de enero de 2009 los trabajadores de MMC automotriz  tuvieron una experiencia que marcaría sus vidas. Más de 1.000 obreros  de la planta que se halla en la zona industrial de los montones en la ciudad de Barcelona (Estado de Anzoátegui), acompañados de trabajadores de las empresas Vivex y Macusa, entre otras, se encontraban tomando las instalaciones de la planta ensambladora que daba empleo a 1.450 trabajadores. La toma comenzó el día 9 de enero cuando los obreros, en la asamblea organizada por Singetram, Sindicato de trabajadores de MMC automotriz, mayoritario en la planta, tras una votación secreta con más de 1.200 votos a favor, decidieron ocupar la planta como medida de presión contra el despido de 130 trabajadores de induservis, subcontrata que laboraba en las instalaciones de MMC. Con la toma, los trabajadores solidarios con sus camaradas, pretendían el reenganche de sus compañeros y que fueran contratados por MMC como trabajadores en nómina para de este modo terminar con la tercerización (subcontratación).
La mañana del 29 de enero, dos  jueces (Diana Vázquez y  Lourdes Villarroel) acompañadas de un operativo de 60 policías del estado de Anzoátegui, se desplazaron hasta las instalaciones de la planta para llevar a cabo una orden de desalojo. Los trabajadores agolpados frente a la planta hablaron con las jueces. Apuntaron que no iba a desistir en su protesta y no iban a desalojar la planta hasta que fueran atendidas sus reivindicaciones, advirtiendo además que era de las jueces la responsabilidad de todo lo que sucediera ese día. Tras este dialogo la jueza se retiró (posteriormente declararía que fue secuestrada), y los 60 policías de la gobernación del estado de Anzoátegui arremetieron contra los trabajadores indefensos, lanzando botes de humo y efectuando numerosos disparos con sus pistolas reglamentarias. La salvaje agresión policial dejó tras de sí dos trabajadores muertos (José Marcano de MMC automotriz y Pedro Suarez de Macusa), tras dos horas de lucha desigual donde los trabajadores indefensos respondieron con piedras al ataque armado de la policía. Fue una demostración heroica de resistencia: los obreros sabían que no podían permitir que la policía entrara a la planta, pues de hacerlo, los mismos sembrarían armas o drogas para poder incriminarlos de cualquier delito. Fue la acción de las comunidades aledañas apoyando a los trabajadores la que terminó haciendo desistir la violencia policial.
Cómo se vio posteriormente, todo fue un plan urdido por la gerencia de la empresa, en complicidad con las jueces, la policía del Estado de Anzoátegui y cargos políticos de la gobernación, siguiendo los mismos métodos que empleó la derecha durante el golpe de Estado de abril de 2002 contra el presidente Chávez. Generar una acción de violencia contra el pueblo y los trabajadores y manipular burdamente la verdad con el fin de hacer caer la responsabilidad de la violencia en los trabajadores, para así incriminarlos y poder actuar contra su organización y contra los dirigentes de la lucha.
Las primeras declaraciones en ese sentido para formar una “matriz de opinión” contra los trabajadores de MMC fue del gerente de compras de la empresa que poco después de la agresión, en entrevista telefónica en TVO la televisora regional, denunciaba a los trabajadores y a Singetram como los causantes de la violencia y señalaba además que la gerencia de la empresa había contado con la ayuda y el apoyo de la policía del Estado y del gobernador Tarek William Saab. La matriz de opinión estaba en marcha contra los trabajadores. Coincidió también con declaraciones de Rafael Vega, Secretario de la gobernación, responsabilizando a Singetram de la violencia en la planta.
Tras la masacre del  29 de enero el gobernador WTS asistió a la factoría en manos de los trabajadores a solidarizarse con ellos prometiendo indemnizaciones y ayudas para los mismos. A dos años de aquello todavía los trabajadores y los familiares no han recibido las indemnizaciones que prometió el gobernador.


La historia de Singetram: Lucha contra la explotación, por los derechos de los trabajadores y contra las enfermedades ocupacionales

 

El sindicato Singetram fue creado en 2003, después de años en que la factoría dominara un sindicato ligado a Acción Democrática. El nuevo sindicato surgió en un momento de boom y renovación sustanciosa del parque automovilístico venezolano. El aumento de la producción  implicó que, en pocos años, la nómina de trabajadores pasara de 500 a 1.450 trabajadores. La incorporación de estos nuevos trabajadores, en su mayor parte jóvenes menores de 30 años, fraguó el poderoso impulso que sufrió la organización sindical en la planta. Los trabajadores se veían empujados a la lucha por las pésimas condiciones de trabajo que reinaban en la planta, particularmente en aquellos primeros años tras el golpe de Estado. De las condiciones laborales existentes en el  año 2004 provienen la mayor parte de los cerca de 300 enfermos ocupacionales. En su mayor parte los trabajadores tienen trastornos músculo-esqueléticos, hernias y dolencias del manguito rotador y túnel carpiano. La explotación empujo a los trabajadores a organizarse y dar una pelea colectiva. Los ritmos de trabajo eran tan intensos que,  con  500 obreros en 2004, se producía tanto como en 2008 con 1.400. De ahí la epidemia de enfermedades ocupacionales entre los obreros.
En un principio fue una pequeña minoría de 130 trabajadores los que conformaron Singetram que, llevando a la práctica un sindicalismo democrático y de lucha, consiguieron agrupar a más de 1.200 trabajadores de la planta que se afiliaron a la organización.
No tan sólo fueron las condiciones de explotación capitalista de la multinacional las que condujeron a la organización de los trabajadores, éstas interaccionaron con las condiciones exteriores fuera de la planta, con la situación política que vivía el país tras la llegada al poder de Chávez y después de los acontecimientos que sacudieron el país en 2002-2004. Chávez levantó la moral del pueblo, lo puso en pie. La nueva Constitución nacional aprobada en 1999 consagraba los derechos de toda la población, en particular de los más pobres y de los trabajadores. La derrota de la derecha en el golpe de 2002, el paro petrolero y  el referéndum revocatorio reimpulsó de nuevo la lucha de masas, hizo conscientes a los trabajadores y al pueblo, inspirados por los discursos de Chávez, a organizarse. Los años de políticas de derechas que llevaron al 80% de la población del país a vivir bajo el umbral de la pobreza desencadenaron la acción revolucionaria de las masas.  Este factor jugó un papel de importancia en todas las luchas y también en la de MMC automotriz, motivados  por la situación revolucionaria del país.
Barcelona y la ciudad de Puerto la Cruz constituyen una de las zonas de Venezuela con mayores contradicciones sociales entre ricos y pobres. En pocos kilómetros de distancia se puede observar el lujo asiático parecido a Miami de las llamadas “casas bote”,  que conforman una pequeña red de canales que comunica casas burguesas en las que sus propietarios puede acceder navegando desde el mar, junto a barriadas populares como el Viñedo o Tronconal, donde miles de trabajadores viven en calles sin asfaltar y regularmente se producen ocupaciones de terreno para que los trabajadores y los sectores populares construyan sus viviendas, ante el déficit de viviendas para las familias trabajadoras . Anzoátegui, como estado petrolero, es la salida al mar del petróleo que produce el oriente del país y se exporta en su mayor parte a Estados Unidos. Esa riqueza no va a parar al pueblo y se queda atrapada entre los canales de la casas botes. El Estado de Anzoátegui es uno de los más deteriorados del país: las vías están llenas de agujeros por falta de mantenimiento, regularmente se va la luz, inseguridad, etc. La revolución prometió cambios sustanciales, aunque tras ocho años de gobierno estatal del PSUV, en las manos del gobernador William Tarek Saab, nada fundamental ha cambiado. Los problemas esenciales del Estado siguen como en la IV república provocando el cansancio entre las bases populares que apoyan la revolución. Esta situación se manifestó agudamente en las elecciones parlamentarias del 26 de septiembre de 2010, cuando el PSUV sufrió en el estado de Anzoategui una dura derrota a manos de los partidos de la derecha.
Es en estas condiciones materiales y políticas  donde nace el combatido proletariado de la zona industrial de los montones del área de Barcelona. Son las condiciones objetivas de pobreza, junto a la agrupación de los obreros en la fábrica y la disciplina fabril ejercida por la explotadora multinacional, las que educaron y engendraron en su seno una de las organizaciones obreras más combativas de Venezuela, Singetram.  El sindicato se nutrió del despertar revolucionario de millones.


Control obrero y criminalización

 

La toma de MMC finalizó el 13 de abril de 2009. Los trabajadores firmaron un acuerdo favorable a sus intereses que recogía buena parte de sus reclamos. En el acuerdo, si bien no se logró la asimilación de los trabajadores de Induservis a la nómina, se consiguió que las condiciones de trabajo y los derechos se asimilaran. Era un paso importante en la lucha contra la tercerización.
Pero el fin de la toma también supuso el inicio de una nueva etapa de arremetidas contra los trabajadores. Para la multinacional no eran los reclamos de la plantilla la amenaza fundamental. La toma  fue la  expresión máxima del  control obrero en la  planta y cumbre del proceso de organización y lucha de varios años. La gerencia de la multinacional había perdido el control sobre los trabajadores, los mismos habían perdido el miedo. El avance en la conciencia de los trabajadores de MMC fue paralelo al avance de la revolución y llegó a cuestionar abiertamente el poder patronal dentro de la empresa. La gerencia había declarado la guerra abierta a los obreros con  la masacre del 29 de enero, en la que el objetivo fundamental del ataque era el asesinato de los dirigentes sindicales de Singetram. Y consciente de lo que se estaba jugando movió de nuevo pieza para romper la resistencia de los trabajadores y destruir su organización sindical. La patronal había entendido hace tiempo que o eran ellos o eran los obreros los que dominaban la planta: no había caminos intermedios.
El desarrollo del control obrero se mostró en la nueva propuesta de estatutos elaborada por Singetram en agosto de 2009 y que fue aprobada en referemdum, tras debate por la aplastante mayoría de los trabajadores, y que a día de hoy sigue sin ser aceptada por el Ministerio del Trabajo. Estos estatutos son una manifestación práctica de la contradicción dialéctica entra forma y contenido que se da en el transcurso de toda revolución: formal y jurídicamente son los estatutos de una nueva organización sindical, pero en la práctica, en su contenido, son la organización del poder obrero dentro de una empresa, del consejo de trabajadores y del control obrero de la producción. La forma jurídica que pretendían imponer los trabajadores representaba la correlación de fuerzas real dentro de la fábrica: la toma de la empresa hizo aflorar una situación de poder obrero que tanto la multinacional como la burocracia estatal no podían sino reprimir para que el ejemplo no se extendiera. De ahí la violencia contra los trabajadores y la campaña vil de calumnias para crear las condiciones en la opinión pública para aplastar violentamente la lucha.
La campaña contra los directivos sindicales fue de tan agresiva y manipuladora que cuando la directiva sindical, compuesta por 11 trabajadores, fue despedida, se la trató de asociar con el secuestro a manos de delincuentes de dos familiares de una gerente de la empresa. La rápida acción de los trabajadores condenando estas calumnias deshizo los planes para lanzar las fuerzas del  Estado contra el sindicato y el conjunto de la plantilla. Poco después los familiares fueron liberados. Sin embargo las amenazas han continuado desde entonces.
En las marchas dentro y fuera de la empresa, un eslogan ha sido insistentemente coreado: !No tenemos miedo¡ y, efectivamente, los trabajadores, y ese es el principal mérito de la dirigencia de Singetram, se habían hecho conscientes  de su propia y tremenda fuerza. Por ello los capitalistas y la burocracia procapialista del Estado tenían que quebrarla y romperla. Retrotraer a los trabajadores a la condición de esclavos que, atemorizados por la pérdida del puesto de trabajo y la represión, aceptaran las condiciones de trabajo de la multinacional. Los planes de la empresa pasaban por aumentar los ritmos de producción y el despido de todos los trabajadores enfermos ocupacionales que, tras exprimirlos y enfermarlos, los quería desechar. Esto contaba y cuenta con la férrea oposición del conjunto de la masa obrera.


La multinacional se apoya en la burocracia estatal.
Del paro patronal al despido de la junta directiva de Singetram

 

El lunes 24 de agosto de 2009, la dirección de MMC automotriz organizó un paro patronal tratando de culpabilizar a los trabajadores, amenazando al mismo tiempo con cerrar la planta y trasladar la producción. Singetram, sin embargo, demostró con datos y cifras que el paro había sido impuesto de un modo injustificado por la empresa. En este momento se produce un nuevo salto en la arremetida contra los trabajadores. La estrategia de la multinacional, que contará a partir del mes de septiembre de 2009 con la colaboración del Ministerio del Trabajo, criminaliza la protesta con el fin de justificar el despido de los directivos de Singetram y liquidar la lucha.
En su estrategia, la multinacional también contó con la ayuda de FEDECAMARAS, la organización patronal golpista cuyo líder Pedro Carmona Estanga encabezó el golpe de Estado de 2002, y que no dejó de presionar para que se tomaran medidas contra la directiva de Singetram. Los capitalistas venezolanos eran conscientes que el foco de resistencia obrera a sus planes para el sector automotriz estaba en Barcelona, y que de una u otra manera había que vencer esa resistencia.
Las agresiones contra los trabajadores de MMC formaban parte de una estrategia para debilitar y romper la resistencia de la clase trabajadora en el sector automotriz. En marzo de 2009, coincidiendo con la toma de MMC, aconteció el asesinato del secretario de organización del sindicato de Toyota, Argenis Vázquez, que conmocionó el estado Sucre. Pero también hay otros motivos, relacionados directamente con los jugosos beneficios que se obtienen de la venta legal, y otras muchas veces fraudulenta, de vehículos. La burguesía y la burocracia reformista, a la que cada día unen más vínculos, obtienen grandes ingresos del mercado del automóvil, uno de los negocios más lucrativos del país. Por eso, la dirigencia sindical de MMC, Singetram y los trabajadores organizados en sus filas, son un obstáculo para la corrupción y la venta de cupos de carros y negocios turbios. Esta era también una poderosa razón para quitársela de en medio. Detrás de toda la campaña contra los trabajadores de MMC existen motivaciones económicas evidentes.
La ofensiva patronal dio un paso adelante a partir del mes de septiembre de 2009, cuando la multinacional coordina sus acciones con el Ministerio del Trabajo. Esta acción tenderá a preparar las condiciones para el despido, en noviembre de 2009, de toda la junta directiva de Singetram. Los acuerdos que la empresa había llegado con el Ministerio para mantener los empleos se hicieron sobre la base de sacrificar a la dirigencia sindical. Pese a que el entonces Ministro de Industrias Ligeras, Jesse Chacón, declaró que “la conflictividad en MMC era un problema interno” y que “el gobierno iba mediar”, el Ministerio del Trabajo se cuadró con la multinacional. La excusa para los despidos era la amenaza del cierre de la  planta por parte de la multinacional. Así se justificó el despido de la directiva de Singetram que contó con el apoyo de la dirección regional del PSUV, encabezada por el gobernador Tarek William Saab, que llegó a realizar un comunicado público apoyando las medidas contra los trabajadores. Descabezando Singetram pensaban liquidar el movimiento de los trabajadores, pero estaban muy equivocados.


Los trabajadores de MMC Automotriz, el  PSUV y la UNETE

 

Los trabajadores de MMC habían constituido con motivo del referéndum constitucional de febrero de 2009 más de 40 patrullas laborales del PSUV, y entre la nómina de la empresa más de 700 trabajadores eran militantes del partido. Esta actitud inequívoca de Singetram y de los obreros de MMC de apoyo a la revolución y a favor de participar activamente en el partido dirigido por el Presidente Chávez, fue una palanca para lograr que en el seno de las organizaciones bolivarianas, empezando por el PSUV, se conozca la verdad de esta lucha.
En noviembre de 2009 se estaba desarrollando el congreso extraordinario del PSUV. Los trabajadores llevaban tiempo atrás con la idea de ir a Caracas para hacerle llegar a Chávez sus reclamos y que fuera resuelta la situación de indefensión  en la que se encontraban frente a los ataques de la multinacional amparado por el aparato estatal. Sin embargo, la campaña de criminalización a la que estaban sometidos dificultaba el éxito de una marcha a Caracas; se podría llegar a la capital, pero lo más seguro es que no se pudiera ir al Palacio de Miraflores y que muy pocos escucharan los reclamos de los trabajadores, aparte de la posibilidad de tener que enfrentar las provocaciones de la policía.
En una medida audaz, los trabajadores decidieron, en número de 500, desplazarse a Caracas y plantarse en el congreso del PSUV, e intentar hacer uso de palabra en el mismo. Los trabajadores pagaron de su propio bolsillo con aportaciones individuales el costo del alquiler de los autobuses. En la llegada a la Rinconada, en las afueras de Caracas, en las instalaciones de la escuela de planificación donde se realizaba el congreso, los obreros empezaron a repartir volantes y videos de su lucha granjeándose el apoyo entre los delegados. El nerviosismo entre sectores de la burocracia reformista fue tal que la Ministra del Trabajo tuvo que salir al estrado y señalar que la decisión de los despidos en MMC “había sido de la dirección del PSUV” y que no se discutía más en el congreso. Los trabajadores de MMC no tan sólo recogieron al apoyo de las bases del PSUV, sino también de centenares de sindicatos y organizaciones populares y de la central UNETE (Unión Nacional de Trabajadores), particularmente en su tercer congreso que se celebró en diciembre de 2009.


Enero de 2009: una nueva provocación de la multinacional y del Ministerio del Trabajo para acabar con la resistencia
de los trabajadores

 

La multinacional y la burocracia reformista pensaban que los despidos de diciembre de la directiva de Singetram, con el fin de descabezar la organización sindical, bastarían para doblegar a los trabajadores, sin ser conscientes del nivel de organización y disciplina que tenían los mismos. Al comprobar que no los podía doblegar,  pues se mantenía la estructura de delegados de salud laboral y la propia madurez de los trabajadores, volvió con total impunidad a arremeter contra los trabajadores de MMC con nuevos despidos.
Ya en enero de 2010 la empresa, en colaboración con altos cargos del Ministerio del Trabajo, urdió un nuevo complot contra los trabajadores. Para ello montó una provocación dentro de la empresa. Dentro de los elementos de control obrero que se mantenían en la planta, los trabajadores organizaban ellos mismos las rotaciones en los puestos de trabajo para así evitar, en la medida de lo posible, las enfermedades ocupacionales y desgaste de articulaciones, frecuente en las tareas repetitivas que realizan los obreros. En ese punto fue donde la gerencia organizó la provocación. Intentó imponer unas rotaciones arbitrarias que no fueron aceptadas por los trabajadores, que son quienes mejor saben cómo se deben hacer el trabajo productivo. Esto provocó, ante la negativa de los trabajadores a acatar las rotaciones impuestas y mantener las propias, a que se apagara la línea de producción de la planta. A continuación la empresa acusó a los trabajadores de haber paralizado la producción injustificadamente. Las victimas fueron presentadas como verdugos.
Aquí empezó toda la trama urdida anteriormente. La empresa, para paralizar la producción, tiene que justificar ante los organismos del Estado las causas de la misma. Por ello echó la culpa a los trabajadores de la paralización. Desde el Ministerio del Trabajo se puso en marcha una investigación que estaba viciada desde el comienzo. Altos funcionarios del Ministerio se desplazaron a la planta para amedrentar a los trabajadores. En una de las reuniones, después de coordinar sus actividades con la gerencia de la multinacional, realizaron todo tipo de amenazas contra los trabajadores. Al final, pese a las pruebas presentadas por los obreros, estos burócratas  dictaminaron que la responsabilidad de la paralización de la planta fue de los trabajadores. La empresa y la burocracia entendieron que el problema no era la dirigencia del sindicato, sino que tenían que despedir a una buena parte de la plantilla para doblegarlos. Así comenzó  una oleada de despidos que terminó con 280 trabajadores fuera de la planta.
Los trabajadores ante la indefensión sufrida se negaron a entrar a trabajar durante varias semanas, sin embargo, al cabo de prácticamente dos meses (hasta el mes de abril), tuvieron que reintegrarse a trabajar fruto de la necesidad. En esto, los despidos continuaron en grupos de 40 o 50 trabajadores. Una buena parte de ellos ni siquiera a través de calificaciones de despido, sino que la gerencia ponía a la entrada de la planta sus nombres con sus fotos y les impedía el paso, violando toda reglamentación laboral y la Constitución nacional.
Estos meses fueron duros para los trabajadores que, sin medios económicos, con la mano libre que la burocracia dio a la multinacional para golpearlos, sostuvieron una pelea desigual. En esas circunstancias tan adversas fue clave la orientación política que planteó la Corriente Marxista Revolucionaria (CMR). Desde la CMR se explicó, en primer lugar, cuáles eran las contradicciones dentro de la revolución para que se diera la aberración de que un Ministerio del Trabajo, que se proclama socialista y de los trabajadores, se pusiera al servicio de una multinacional.
Este contexto de represión sindical contra los trabajadores era el más favorable para el surgimiento natural de tendencias ultraizquierdistas en el seno del movimiento. Lenin decía que el ultra izquierdismo es el precio que tienen que pagar los trabajadores por la traición de los dirigentes reformistas. Es natural que el enfado de los obreros contra la burocracia se pudiera desviar en estas líneas. Sin embargo, ese peligro, el peligro a identificar a la burocracia del PSUV con la base popular que apoya al presidente Chávez, pudo solventarse satisfactoriamente gracias a que los trabajadores, en el debate político y en la orientación del trabajo, entendieron que esta lucha sólo se puede ganar si se gana la simpatía y el apoyo militante de la base del PSUV, de los millones que votan por Chávez. Aislados del movimiento bolivariano, del que los trabajadores de MMC son vanguardia, sólo se daría mas facilidades a la burocracia para terminar con el movimiento y favorecer la matriz de opinión  de que los trabajadores eran saboteadores, que detrás de ellos estaba una corriente internacional financiada por la CIA y demás calumnias que tratan de poner un foso entre las masas que apoyan al presidente y la lucha de los trabajadores de MMC.


La contraofensiva obrera y el papel de la dirección de los trabajadores

 

La marcha que realizaron los trabajadores de MMC, el 4 de junio de 2010, volvió de nuevo a reagrupar a la plantilla golpeada. La marcha que discurrió por las calles de Barcelonase  encamino hasta la el Palacio de Justicia del Estado para demandar el reenganche de los trabajadores. La mismo en la que cerca de 300 trabajadores se movilizaron por el conjunto de la ciudad.
Tras los últimos despidos de 40 trabajadores la empresa se las prometía felices. Prácticamente toda la vanguardia (unos 300) estaba fuera de la planta. La dirección de la multinacional entregó bonos de 7.000 bolívares a los trabajadores, con la creencia de que comprándolos conseguiría terminar con la resistencia de los obreros. Pero de nuevo volvía a infravalorar a los trabajadores y su conciencia revolucionaria.
En una medida de audacia y confianza en los trabajadores, Singetram llamó a realizar elecciones sindicales para el 15 de julio de 2010. Tocaba por ley nuevas elecciones sindicales, y aunque la estrategia de la empresa era crear un sindicato patronal y darle legitimidad amparado por el Ministerio del Trabajo, la multinacional tenía el problema de que los obreros consideraban a Singetram como su sindicato. Es por ello que el día 15 se dieron las elecciones certificadas por el CNE y en las que 992 trabajadores votaron a favor de la candidatura de Singetram. Fue una tremenda victoria: tras más de año y medio de arremetidas por parte de la multinacional coaligada por el Ministerio del Trabajo, no consiguieron que ni siquiera un sector significativo de los trabajadores se pusiera del lado de la empresa. Después de ser golpeados durante meses, los trabajadores consiguieron su primera victoria que midió la moral y el espíritu de lucha.
En todo este proceso fue clave la actitud de la directiva sindical de Singetram, que no cedió a la desmoralización, y mantuvo su confianza en la capacidad de lucha de los trabajadores aún en los peores momentos  (sobre todo cuando la actitud de los organismos del Estado en los que los trabajadores tenían confianza se mostró abiertamente propatronal), y que alimentó a los mismos con ideas, ánimo y un plan de lucha para conseguir paso a paso sus objetivos. Tanto en la guerra como en la lucha de clases, la actitud de la dirección, su capacidad para inspirar y mantenerse firme con buen ánimo frente a las adversidades es de una importancia capital. Sin duda, buena parte de ese ánimo provino de la compresión que las ideas del marxismo dieron a la dirección de la lucha, acerca de las contradicciones del conflicto que no son otras que las contradicciones en las que se encuentra inmersa la propia revolución. La comprensión sentó las bases para poder elaborar una estrategia adecuada  para enfrentar la lucha.
Otro golpe para la empresa y la burocracia fue la condena, en julio de 2010, de 15 policías regionales por los asesinatos perpetrados en el asalto a la fábrica: se dictaron penas entre 20 y 2 años de prisión. Esta condena era un nuevo golpe a la línea de flotación de la campaña de criminalización contra la junta directiva de Singetram. Demostraba que los trabajadores habían sido víctimas inocentes y desarmadas frente a la brutalidad policial al servicio de la multinacional. Los trabajadores siguen demandando tras la condena que se investigue quiénes fueron los autores intelectuales, que todavía continúan ocultos, los que compraron policías y dieron la orden de ir armados a los mismos a una protesta pública cuando la Constitución nacional impide la tenencia de armas de fuego por parte policial en marchas y manifestaciones.
Durante meses, en su intento de criminalizar a los trabajadores, la empresa coaligada con la burocracia utilizó todo tipo de argucias sucias para lograr una confrontación violenta con los trabajadores, pretendiendo borrar las pruebas de su implicación en la matanza del 29 de enero de 2009. Hubo todo tipo de acusaciones por parte de la multinacional: de que los directivos sindicales eran malandros, vende cupos de carros, violentos…. En ese propósito, en el mes de agosto de 2010, se decidió desde el Ministerio de Interior y Justicia situar a dos funcionarios del Sebin (antigua disip, policía secreta) en el interior de la planta, con el fin de amedrentar y recoger pruebas que pudieran incriminar a los trabajadores. Incluso amenazas de mandos militares del eEstado con el fin de que depusieran su resistencia.
Las maniobras no terminaron. El siguiente movimiento de la empresa fue el intento, en los meses de septiembre y octubre de 2010, de montar un nuevo sindicato, Sutratex, con el fin de negociar la contratación colectiva con la empresa a espaldas de los trabajadores y terminar de liquidar a Singetram. El nuevo inspector del trabajo que llegó a Barcelona, de nombre Juan Larez, fue militante de Podemos  y en la actualidad es  miembro del buró regional del PSUV. El mismo aceptó la conformación de este sindicato patronal, en octubre del 2009, ¡¡con sólo 30 trabajadores¡¡ Además el secretario sindical de este sindicato patronal es del partido contrarrevolucionario Primero Justicia.


Estas son las fuerzas para lograr el triunfo definitivo de la revolución socialista

 

Hoy en día la lucha de MMC se ha convertido por derecho propio en uno de los conflictos más conocidos y respetados entre los trabajadores en Venezuela y se ha granjeado el apoyo de buena parte de la vanguardia de la clase obrera. Los trabajadores de MMC comprendieron dolorosamente que aunque eran fuertes dentro de la planta, a la multinacional que estaba apoyada por la burguesía y la burocracia no la podían derrotar ellos solos: tenían que apoyarse en el conjunto de la clase trabajadora para vencer. Aún más, comprendieron que su lucha iba ligada al futuro de la revolución, y que su conflicto era el mismo que se estaba dando en todo el país entre los empresarios que, coaligados con la burocracia, tratan de frenar el avance de los trabajadores y mantenerlos bajo el yugo de la explotación capitalista.
El futuro del movimiento de los trabajadores de MMC está ligado indisolublemente a la tarea de completar la revolución bolivariana asegurando el triunfo del socialismo. Frente a la presión del capitalismo y su correa de transmisión, la burocracia reformista, la clase obrera se tiene que organizar, en primer lugar agrupando a su vanguardia en un frente único de lucha contra el sabotaje económico de los capitalistas y de la burocracia. Hay que rescatar la UNETE para que se convierta en el instrumento de combate que necesita la revolución para extender el control obrero y marchar al socialismo. Esto es lo que demanda la situación política de la revolución. También es necesario formar los cuadros políticos revolucionarios de clase trabajadora, basados en las ideas del marxismo, que son una guía para la acción práctica como bien han visto los obreros de MMC automotriz. Esa es la tarea que lleva a cabo la CMR. Sobre la base de un programa auténticamente socialista, los obreros de MMC y de muchas otras empresas estarán en las mejores condiciones para dar la batalla a la quinta columna y a la burocracia reformista dentro del PSUV, que es la principal amenaza para la revolución. El ejemplo abnegado de voluntad, sacrificio y conciencia revolucionaria de los trabajadores de MMC muestra el tremendo potencial de lucha de la clase trabajadora. La tarea es agrupar esa fuerza y hacer un solo puño que rompa la resistencia de capitalistas y burócratas. Una tarea en la que se decide el futuro socialista de la revolución venezolana.

Entre la nueva ofensiva contrarrevolucionaria y la lucha de la clase obrera por completar la revolución

 

Los resultados de las elecciones a la Asamblea Nacional del 26 de Septiembre de 2010 han aumentado la inquietud que ya existía entre las bases del PSUV, la UNETE y el conjunto del movimiento revolucionario venezolano ante las contradicciones y peligros que amenazan a nuestra revolución. Aunque la mayoría de la población (y especialmente la gran mayoría de las masas obreras y populares) sigue apoyando el proceso revolucionario, sectores significativos han empezado a verse afectados por el desencanto y el escepticismo. Esto se expresa electoralmente en el incremento de la abstención y el acortamiento de la distancia entre revolución y contrarrevolución.1

 

¿Cómo evitar el avance de la  contrarrevolución?

 

En distintos materiales hemos explicado las causas de esta tendencia. Pese a la voluntad de avanzar  del Presidente Chávez —y las conquistas alcanzadas en distintos aspectos (reducción de la pobreza y pobreza extrema, freno a las privatizaciones, nacionalización de varias empresas, extensión de la salud y educación públicas…)— la revolución sigue a medio camino. Según el Banco Central de Venezuela (BCV) el sector privado representa todavía un 70% del PIB. El mantenimiento de la propiedad privada de los medios de producción y la estructura burguesa del Estado actúan como una camisa de fuerza que impide erradicar las lacras que crea el sistema capitalista: pobreza, desempleo, desigualdades sociales, extensión de la economía informal, tercerización, déficit habitacional, inseguridad, inflación, corrupción, burocratismo,… El mantenimiento de estos problemas, tras 12 años de revolución, explica que hayamos pasado de 7.300.000 votos en las presidenciales de 2006 a 5.400.000 votos en 2010.
Al elemento desorganizador de la economía que representa el mantenimiento de las formas de propiedad capitalista, se une el papel desmoralizador y contrarrevolucionario de la quinta columna burocrática enquistada en el aparato del Estado. Tanto las instituciones estatales como las empresas públicas y las nacionalizadas durante los últimos años, no están siendo gestionadas por los trabajadores sino por gerentes y funcionarios fuera del control de las masas que, aunque repiten el discurso revolucionario del Presidente, a menudo hacen lo contrario de lo que éste y el pueblo esperan, e incluso reproducen muchas prácticas cuarto-republicanas: corrupción, nepotismo, burocratismo, represión contra los sindicatos revolucionarios, vulneración de los derechos de los trabajadores…Para cambiar esta situación es imprescindible sustituir a esa quinta columna burocrática y a la estructura estatal burguesa sobre la que se sostiene por un genuino estado revolucionario dirigido por los propios trabajadores. Al mismo tiempo hay que expropiar urgentemente los principales medios de producción (los bancos, las empresas y la tierra) y ponerlos en manos de ese Estado dirigido por los trabajadores y el pueblo.
La estatización de la economía bajo administración directa de la clase obrera y los demás explotados a través del control de consejos de trabajadores y consejos comunales unificados a escala local, regional y nacional, en el que todos los voceros y cargos públicos estén obligados a rendir cuentas periódicamente de su gestión y sean elegibles y revocables en todo momento, y donde además no perciban más ingresos que los correspondientes a un trabajador cualificado, es lo único que puede garantizar una planificación democrática de la economía en función de satisfacer las necesidades sociales y erradicar el capitalismo, el burocratismo y la corrupción.
En contra de lo que suelen afirmar los reformistas —y muchos ultraizquierdistas— acerca de la inmadurez y falta de conciencia de las masas, durante estos 12 años de revolución la clase obrera y el resto de los oprimidos han dado un impresionante ejemplo de madurez, conciencia revolucionaria y disposición a completar la revolución. Su movilización entusiasta llevó al Presidente Chávez al poder. También fue la movilización popular la que derrotó el golpe y el paro patronal en 2002 y ratificó al comandante en el referéndum del 15 de agosto de 2004.  El pueblo trabajador respondió nuevamente al llamado de Hugo Chávez a romper con el capitalismo y construir el socialismo en las elecciones presidenciales de 2006. Hoy mismo, pese al sabotaje capitalista, al cínico acoso y guerra mediática organizados por los imperialistas y sus medios de comunicación, o la labor de desgaste de la burocracia, la inmensa mayoría de los trabajadores y campesinos venezolanos seguimos apoyando la revolución. Si esto no refleja un alto nivel de conciencia ¿qué refleja?


La economía venezolana ante la crisis capitalista mundial

 

La economía venezolana está siendo duramente golpeada por la crisis capitalista mundial. En 2009 el PIB cayó un 3,3%. El sector petrolero lo hizo un 10,2%  y el comercio un 13,9%. La manufactura, que aporta el 16% del PIB, se desplomó un 6,9% y la Formación Bruta de Capital Fijo (FBCF) —que mide la inversión a futuro de los capitalistas, nueva maquinaria, nuevas instalaciones,...— también retrocedió, alcanzando sólo un 8,8% cuando en años anteriores se ubicaba en cifras de dos dígitos. En 2010 las cosas no han mejorado mucho. Según el informe del BCV este año se cerró con un 1,9% de caída del PIB. Esto es más grave si tenemos en cuenta que los precios petroleros se recuperaron finalizando el año por encima de 80 dólares. Otro aspecto preocupante es que, pese a la contracción de la actividad económica, la inflación sigue altísima: entorno al 25%  (31,83% en el caso de los alimentos básicos). Durante los tres últimos años, la inflación acumulada en los alimentos y otros productos básicos supera el 100%. Esto golpea de manera especial a los más humildes, la base social de la revolución.
Los responsables de la política económica del gobierno apostaron a que la recuperación de los precios del petróleo, unida a la devaluación del bolívar, aumentaría los ingresos públicos y esto, combinado con una recuperación de la economía mundial en la que confiaban, produciría un doble efecto: por un lado, mantener el gasto social y seguir aplicando reformas sin tocar la propiedad privada de los medios de producción; por otra parte, mediante una combinación de ayudas a los empresarios privados (Fondo Bicentenario y otros), medidas de control y amenazas (multas, intervenciones e incluso expropiaciones de algunas empresas), disciplinaría al sector privado y estimularía a los empresarios a mover sus capitales de la especulación a la inversión productiva.
Tal como pronosticamos desde la Corriente Marxista Revolucionaria en varios artículos escritos a principios de 2010,2 nada de esto ha ocurrido. La diferencia entre el dólar paralelo y el oficial vuelve a moverse en niveles cercanos al momento de la devaluación y el gobierno ha tenido que acometer una nueva devaluación, eliminando el cambio de 2,60 BF para importar alimentos, medicamentos y otros productos básicos y estableciendo un cambio oficial único en 4,30 BF por dólar.  Los empresarios privados siguen dedicándose a especular y renunciando a invertir. Según el periódico financiero El Mundo, nada sospechoso de anticapitalista, los empresarios privados sólo utilizan un 52% de la capacidad productiva instalada. Por si fuera poco, la Formación Bruta de Capital Fijo alcanzó en 2010 un nuevo récord negativo: 4,8%.3 ¡Una nueva confirmación del parasitismo e incapacidad de los empresarios venezolanos y extranjeros para desarrollar el país!


El desenlace y perspectivas de la revolución siguen abiertos

 

Esta situación en la que la revolución se mantiene a medio camino se ha prolongado ya doce años, algo bastante excepcional comparado con otros procesos revolucionarios. Sin embargo, un desenlace definitivo podría demorarse aún un tiempo. La razón para ello es que la burguesía no tiene hoy por hoy fuerza suficiente para desactivar la situación revolucionaria en marcha pero al mismo tiempo la clase obrera, que es la única que tiene la capacidad para acabar con el capitalismo y mostrar al resto de los oprimidos el camino para levantar un estado revolucionario alternativo al estado burgués, carece por el momento de una dirección unificada y reconocida como tal por las masas y con un plan de acción que le permita llevar a cabo esta tarea. Como consecuencia, las perspectivas para la revolución venezolana siguen completamente abiertas y hay distintos desarrollos posibles. El resultado final dependerá de la dinámica futura de la lucha de clases, no sólo en Venezuela sino también internacionalmente.
Los sectores decisivos del imperialismo —tras ser derrotado en 2002 su ofensiva directa contra la revolución— tuvieron que cambiar de táctica por todo un período. No obstante, mantienen todas las opciones abiertas. Dada la correlación de fuerzas todavía favorable a la revolución en Venezuela y el ascenso de la movilización obrera y popular en Latinoamérica, han tenido que apostar como táctica central —al menos por ahora— por el desgaste (sabotaje económico, campaña mediática, etc.). Con ello intentan minar la moral de las masas y preparar una correlación de fuerzas más favorable. No obstante, los imperialistas nunca han abandonado de manera definitiva sus planes para intervenir de manera directa contra la revolución. En una situación de inestabilidad creciente en todo el mundo que empuja al imperialismo estadounidense a ser cada vez más agresivo, estos planes podrían ser puestos en marcha en cualquier momento si el desarrollo de la lucha de clases se lo permite y les obliga a ello.
A un sector del imperialismo, a parte de la burocracia reformista, e incluso a muchos gobiernos burgueses que se declaran aliados de Venezuela, les gustaría algún tipo de acuerdo que permitiese frenar y desactivar la situación revolucionaria de un modo relativamente tranquilo. Si la perspectiva para el capitalismo fuese un auge económico prolongado y estabilidad política y social, los sectores reformistas pro-capitalistas y la burguesía tendrían más fácil imponer una contrarrevolución “por vías democráticas”.4 Pero el capitalismo mundial vive su crisis más dramática desde 1929. Aunque esta posibilidad no puede ser descartada (ya que si la clase obrera no logra completar la revolución todo tipo de aberraciones son posibles) en su camino se alzan grandes obstáculos.
El primero y más importante es la respuesta de las masas y en particular del movimiento obrero. Por otra parte, cuando sectores de la burocracia han intentado el camino de la conciliación, no sólo las bases revolucionarias sino el propio Presidente Chávez se han opuesto frontalmente. La crisis del capitalismo reduce el margen para realizar una contrarrevolución manteniendo ciertas concesiones sociales y obliga a los capitalistas a atacar brutalmente al movimiento obrero y a éste a defenderse. Con los inevitables avances y retrocesos, la tendencia general en todo el mundo no es al desarrollo tranquilo y gradual de los procesos políticos y sociales sino a cambios bruscos y repentinos, inestabilidad económica, política y social, agudización de la lucha de clases y las contradicciones entre las distintas potencias imperialistas, es decir: revoluciones, contrarrevoluciones, guerras e intervenciones imperialistas…
En una situación revolucionaria como la venezolana esto es aún más cierto. En la medida que la clase obrera y el resto de los explotados siguen luchando por completar la revolución, y que el Presidente Chávez continúa hablando de socialismo y control obrero, acometiendo la nacionalización de distintas empresas y negándose a conciliar con la burguesía, la impaciencia entre sectores decisivos de la clase dominante aumenta. En un contexto de crisis mundial, la revolución bolivariana es un punto de referencia cada vez más peligroso. Por eso necesitan atacarla, frenarla y, si pueden, aplastarla. Lo que veremos en el próximo período no será un apaciguamiento sino una intensificación de la lucha entre revolución y contrarrevolución. La burguesía y la burocracia harán todo lo que puedan por impedir que la clase obrera y los explotados construyamos un estado obrero y una sociedad socialista. Las bases revolucionarias lucharán hasta el final y tendrán numerosas oportunidades para transformar la sociedad.


La nueva ofensiva contrarrevolucionaria y cómo derrotarla

 

Aprovechando su reciente avance en la Asamblea Nacional y en distintas alcaldías y gobernaciones en las últimas convocatorias electorales, los contrarrevolucionarios están intensificando su ofensiva en la calle y los medios de comunicación. La campaña mediática internacional también se ha agudizado. La nueva Ley Habilitante, que permite a Chávez elaborar decretos respecto a distintas necesidades sociales, es manipulada por los medios de comunicación burgueses en todo el mundo para repetir sus calumnias habituales: “dictadura, etc.” Esto es sólo la punta del iceberg. Aunque, por el momento, sus movilizaciones han fracasado, seguirán utilizando todas las contradicciones y fallas de la revolución para intentar minar el apoyo social a ésta y sacar a las calles a su base social, como hicieron en 2002. A medida que se acerquen las elecciones presidenciales de 2012 esta cínica y agresiva campaña arreciará. Pero ello incrementará también la inquietud entre las bases revolucionarias y las movilizará.
Aunque queda mucho tiempo, y hoy por hoy no parece probable que los contrarrevolucionarios consigan sus objetivos (ya que las reservas sociales de la revolución y el apoyo a Chávez siguen siendo muy grandes y se movilizarán nuevamente ante la amenaza contrarrevolucionaria), sería una grave irresponsabilidad descartar este peligro y no tomar medidas para conjurarlo. Estas medidas pasan, como ya dijimos, por llevar la revolución hasta el final acabando con el Estado burgués y la propiedad capitalista de los medios de producción. Las condiciones para hacerlo siguen siendo favorables: la movilización en la calle de las bases revolucionarias sigue siendo más fuerte y masiva que la de la reacción. Marx definió a la base de la contrarrevolución como “polvo social”. Con ello quería señalar que  si la dirección revolucionaria actúa con decisión y muestra, no en discursos sino con acciones concretas, que está dispuesta a ir hasta el final y sabe resolver los problemas del país, ese “polvo social” tiende a dispersarse. Una minoría —los más privilegiados— se quedará con la burguesía; pero los que son golpeados por el capitalismo y están más cercanos a las condiciones de vida de la clase obrera —la mayoría—, tenderán a verse arrastrados hacia el campo revolucionario. Las capas desmoralizadas del pueblo que hoy se abstienen (o, que en un porcentaje todavía pequeño han empezado a votar por la oposición) podrían ser recuperadas fácilmente para la revolución. Buena parte  de la clase media podría adoptar una postura de neutralidad o ser incluso ganada al campo revolucionario.


Los precios petroleros y las perspectivas económicas

 

Un aspecto importante para ver el ritmo y forma concreta que pueden tomar los procesos a corto y medio plazo es el de la evolución de los precios petroleros. En 2008 cayeron debajo de 45 dólares, en 2009 se recuperaron paulatinamente y han cerrado 2010 por encima de los 80 dólares. Varios analistas incluso pronostican una recuperación por encima de 100 dólares y que éste pueda mantenerse algún tiempo. La causa no es la cacareada recuperación económica mundial (que en realidad no existe, a pesar del mantenimiento por el momento del crecimiento chino), sino nuevas burbujas especulativas en el mercado de materias primas y los crecientes problemas para incrementar la extracción y refinado. De hecho, aunque los precios internacionales del petróleo venezolano casi se doblaron, el aporte final del sector petrolero al PIB ha disminuido: un 10% en 2009 y un 2,2% en 2010 según el BCV.
Aunque el ingreso petrolero está sujeto a distintos factores (algunos de gran volatilidad), es bastante posible que pueda mantenerse o incluso crecer, concediendo cierto margen al gobierno nacional para incrementar el gasto público en 2011 y 2012. El Presidente del BCV anunciaba un presupuesto expansivo, con aumento de los gastos sociales para 2011, y una previsión de crecimiento de 2,2%. Sin embargo, además de que ese crecimiento sigue siendo modesto, sería un grave error pensar que el incremento de los precios petroleros bastará para resolver los problemas del país.
De 2004 a 2008 los precios petroleros estuvieron muy altos y el PIB creció a tasas de 5,8 y hasta del 10%. La política de redistribución de la riqueza del gobierno permitió elevar el consumo de las familias. Pero ¿cuál fue la actitud de los empresarios? No sólo no incrementaron la producción sino que siguieron cerrando empresas. El número de empresas privadas en Venezuela ha pasado de más de 12.000 a mediados de los 90 a alrededor de 7.000 en 2010. La Formación Bruta de Capital cayó respecto a los 90 (aunque sin ser tan baja como hoy) y la utilización de la capacidad productiva nunca pasó de 65%.  Ello obligó al gobierno a incrementar año tras año las importaciones y elevó espectacularmente la inflación. Lo mismo vemos respecto a la actual recuperación de los precios petroleros. Aunque entre el último trimestre de 2008 y el primero de 2010 pasaron de menos de 45 dólares a casi 75, la economía no creció sino que perdió casi 9 puntos.5
La causa de que, pese a los indudables esfuerzos del gobierno, ninguno de los problemas de fondo de la economía venezolana haya sido resuelto es el parasitismo e incapacidad de los capitalistas  para desarrollar las fuerzas productivas. A ello se une un elemento de sabotaje contrarrevolucionario. El problema fundamental para ellos es la existencia de la revolución. Mientras haya revolución en Venezuela, los trabajadores exijan sus derechos y el gobierno no acceda a aplicar todas y cada una de las políticas que necesitan para incrementar su tasa de beneficios sometiendo a las masas a un ataque sin precedentes (tal como hacen otros gobiernos siguiendo los dictados de sus burguesías), los capitalistas  no invertirán. Es más: incluso en el caso de que hubiese un gobierno que cediese a todas sus demandas tampoco serían capaces de desarrollar significativamente el país. Lo vimos bajo la IV República, cuando a pesar de que los gobiernos adecos y copeyanos les ofrecían condiciones a la carta para explotar y oprimir a los trabajadores, su actitud fundamental fue dedicarse a especular, evadir capitales del país y saquear los recursos públicos.


Agudización de la lucha de clases

 

Las exigencias empresariales son claras: flexibilizar los controles de precios y cambios hasta su desaparición, eliminar las limitaciones al despido (inamovilidad laboral) y, como dicen ellos, crear “condiciones que restauren un clima de confianza adecuado para la inversión”. Esto, además de la reiterada petición de subvenciones estatales a fondo perdido, significa limitar el control e intervención del Estado, pero sobre todo acabar con la movilización de los trabajadores y los sindicatos revolucionarios. Aunque la burocracia está cediendo ya a esa presión en muchas instituciones y empresas (tercerización, reenganches que no se ejecutan, despidos arbitrarios y represión sindical, incumplimientos de contratos colectivos…), sigue sin ser suficiente para los capitalistas. Necesitan acabar con la revolución y aplastar la resistencia de la clase obrera. De ahí los asesinatos de varios trabajadores y sindicalistas en conflictos y luchas obreras a manos de sicarios pagados por la patronal y el incremento de la represión sindical. El problema es que la revolución sigue viva y la clase obrera y el pueblo no se dejarán arrebatar sin un duro combate esta oportunidad histórica, como demuestra el ejemplo de los trabajadores de MMC Automotriz (Mitsubishi) en el Estado de Anzoátegui, y otras muchas empresas.  
Esta agudización de la lucha de clases se reflejará dentro del PSUV y el movimiento bolivariano. La lucha entre reformismo y revolución ya está intensificándose. Incluso en el seno de la propia burocracia reformista surgirán divisiones a derecha e izquierda. Aunque todos los burócratas desconfían de la clase obrera y sus reivindicaciones, un sector ha estrechado más los vínculos con la burguesía, mientras otros —que podrían ser incluso mayoría— saben que una victoria contrarrevolucionaria podría ser una pesadilla no sólo para las masas sino para todo el que aparezca vinculado a la revolución. Esto es especialmente cierto en sectores como el ejército, PDVSA o la CVG. Enfrentados a una fuerte ofensiva contrarrevolucionaria es probable que tuviesen que apoyarse en la clase obrera.


La nacionalización sólo funcionará si es bajo control obrero

 

En algunas situaciones revolucionarias, gobiernos progresistas o revolucionarios que inicialmente no tenían entre sus planes nacionalizar la banca ni la mayor parte de la economía, tuvieron que hacerlo para responder a las necesidades de su base social y al sabotaje de la burguesía y el imperialismo. En casos como el de Cuba esto llevó al establecimiento de una economía nacionalizada y planificada. En revoluciones como la portuguesa o la nicaragüense se llegó a un alto grado de nacionalización de la economía pero nunca se dio el salto a una economía estatizada que rompiese con las relaciones de producción capitalista.
En una situación límite, en que la incapacidad del capitalismo venezolano para desarrollar las fuerzas productivas unida a la crisis mundial, la propia ofensiva y sabotaje de los contrarrevolucionarios, o las necesidades de las masas (o una combinación de todo ello) pusiese a la revolución entre la espada y la pared, es bastante posible que Chávez decidiese acometer una nacionalización más amplia de los medios de producción. En ese caso, incluso sectores de la dirigencia, que hoy se oponen a medidas como nacionalizar la banca o implantar el monopolio estatal del comercio exterior, podrían apoyarlas.  
De darse una dinámica semejante animaría la movilización de las masas y los marxistas, por supuesto, apoyaríamos con fuerza ese proceso de nacionalización. Sin embargo, el aspecto clave de todo esto —en caso de que se acometiese una nacionalización de sectores enteros o incluso de que se instaurase una economía nacionalizada y planificada—, es qué clase social dirige el Estado y la economía, quién está al frente de las empresas nacionalizadas, con qué métodos y objetivos. En revoluciones como la nicaragüense o la portuguesa, aunque se nacionalizó el 100% de la banca y muchas empresas, çestos nunca estuvieron ni bajo el control, ni gestionados por los trabajadores. Junto a embriones de un Estado revolucionario (Consejos, comités, etc.) que reflejaba la existencia de un doble poder temporal, se mantuvo la vieja estructura del Estado burgués y las relaciones de producción capitalista seguían siendo dominantes. El resultado fue que esa estructura burguesa sofocó los embriones de poder obrero y popular y la iniciativa de las bases mientras las leyes económicas del capitalismo se imponían definitivamente. La desmoralización que esto provocó entre sectores de las masas y la ausencia de una dirección revolucionaria al frente de la clase obrera, que permitiera corregir el rumbo, posibilitaron el triunfo de la contrarrevolución por vías democráticas.
No es posible determinar de antemano si las medidas de nacionalización que se están aplicando en Venezuela podrán llevar a una economía nacionalizada y planificada democráticamente bajo la dirección de los trabajadores o, por el contrario, se quedarán en una economía nacionalizada pero dirigida por la burocracia, o incluso en una nacionalización más o menos extensa pero manteniendo vivo el capitalismo. Esto será resuelto por el desarrollo vivo de la lucha de clases.
Incluso en caso de nacionalización de la banca, la tierra y las empresas fundamentales, la tarea central para el movimiento obrero es luchar por implantar y extender el control obrero, y que tanto la economía nacionalizada como el Estado estén dirigidos por los trabajadores. Una situación en la que se estaticen empresas, o incluso sectores económicos enteros, pero el Estado no esté administrado y controlado por los propios trabajadores a través de sus organismos democráticos, no resolvería decisivamente ningún problema y engendraría nuevas contradicciones. Se abriría una lucha entre los trabajadores y la burocracia por el control de las empresas y el Estado. Si los trabajadores no saliésemos victoriosos de esta lucha, los elementos de burocratismo que hoy vemos tenderían a incrementarse y el peligro de  desmoralización entre las masas y contrarrevolución sería muy grave. Sin embargo, antes de que esta hipótesis pueda darse, la clase obrera tendrá muchas oportunidades para tomar definitivamente el poder y construir una sociedad basada en la auténtica democracia obrera.
En la medida en que la revolución se mantiene en este punto de equilibrio inestable, parece como si todo dependiera de la voluntad de un solo hombre. El Presidente Chávez ha mostrado en repetidas ocasiones que es un revolucionario honesto y quiere avanzar hacia una sociedad libre de opresión y explotación; incluso se ha jugado la vida al plantear este objetivo. No obstante, la historia de todas las revoluciones demuestra que el objetivo de construir una nueva sociedad socialista no puede ser alcanzado por la voluntad y el esfuerzo de un solo individuo, a pesar de todas sus cualidades excepcionales. Para conocer las necesidades existentes en cada barrio o centro de trabajo y resolverlas, luchar contra los corruptos, gestionar las empresas, decidir los objetivos estratégicos de la producción, cumplir los planes revolucionarios… es imprescindible la acción colectiva de una dirección revolucionaria compuesta por cuadros surgidos de la propia clase obrera y el movimiento popular, vinculados a ésta y sometidos a su voluntad, y formados en el estudio de la teoría marxista y el desarrollo de una práctica revolucionaria.
El PSUV, el gobierno y el presidente están sometidos a presiones de clase contrapuestas. Las surgidas de las masas, y también de la crisis mundial del capitalismo, tienden a empujar hacia la izquierda. Al mismo tiempo, también existen enormes presiones cuyo objetivo es mantener la propiedad privada de los medios de producción y evitar que el capitalismo sea definitivamente derrotado. Además de la presión frontal que ejercen los imperialistas estadounidenses y europeos y la burguesía venezolana, hay otra más sutil, incluso disimulada con fraseología socialista, que ejercen desde dentro del gobierno y el Estado los burócratas reformistas, muchos asesores e incluso algunos gobiernos considerados amigos.


¿Puede ser China un modelo?

 

Tras fracasar en su búsqueda de unos empresarios patriotas dispuestos a industrializar el país, los reformistas venezolanos parecen buscarlos ahora en las burguesías de China, Rusia, Irán, en sectores de la burguesía japonesa o en la propia burguesía brasileña. El crecimiento del capitalismo chino (presentado como “socialismo de mercado”) alimenta —como ocurre también en Cuba—, las ilusiones respecto a la posibilidad de hacer coexistir la nacionalización de toda una serie de empresas y sectores con el mantenimiento de buena parte de la economía en manos de los capitalistas, obteniendo resultados positivos.
China todavía no es el principal socio comercial de Venezuela, pero la importancia de las relaciones políticas y comerciales bilaterales está incrementándose rápidamente. Aunque las exportaciones petroleras venezolanas siguen teniendo como principal destino EEUU (éste representa todavía el 41,7% frente a sólo un 4,73% de China), las exportaciones hacia Japón, India y China aumentaron un 272,01% entre 2000 y 2008. En 2000 la distribución de petróleo era 55,32% a EEUU, 35,08% a Latinoamérica y 9,61 % a otros países (entre los que destacan China, India y Japón). En 2008 era 41,70% a EEUU, 23,78 % Latinoamérica y 34,52% a otros países.6 En los últimos dos años este porcentaje ha seguido aumentando. Además, las empresas chinas están incrementando su participación en distintos sectores en Venezuela: construcción de vías férreas, planes de vivienda, y sobre todo préstamos financieros y compra de deuda
La burocracia utiliza el crecimiento económico chino para justificar sus políticas reformistas mientras fomenta ideas reaccionarias como que los trabajadores no estamos preparados “todavía” para dirigir las empresas; o achaca el fracaso de la URSS a la estatización, cuando ésta fue la que le permitió convertirse en una potencia y la causa del colapso fue precisamente que esa economía estatizada no estaba dirigida por los trabajadores sino por una casta burocrática estalinista.
Cualquier ilusión en que las burguesías china, japonesa, iraní o rusa vayan a actuar de manera diferente al resto de los capitalistas y ayudar a resolver los problemas que sufre el pueblo venezolano, está condenada al fracaso. Aunque tengan conflictos con la burguesía estadounidense por el reparto del mercado mundial, estas burguesías funcionan exactamente igual, guiadas por la búsqueda del máximo beneficio y sometiendo a los trabajadores a condiciones de explotación insoportables. Aunque la emergente burguesía china presenta su modelo como socialismo, se trata de un capitalismo puro y duro con un fuerte elemento de intervención estatal, que condena a los trabajadores a largas jornadas de trabajo y durísimas condiciones laborales mientras les niega derechos fundamentales. En varias empresas bajo dirección china o iraní ya hemos asistido a luchas de los trabajadores venezolanos exigiendo su derecho a formar sindicatos revolucionarios, protestando por la vulneración de derechos, batallando por salarios dignos o demandando participación en la toma de las decisiones, control obrero, etc. Como en el caso de la clase dominante venezolana, la movilización de los trabajadores representa una amenaza para estos capitalistas y harán todo lo posible por derrotarla.


¿Cómo llevar la revolución hasta el final?

 

La única clase que puede construir el Estado socialista y llevar la revolución hasta el final es la clase obrera. Pero incluso decir esto no es más que una abstracción, si no somos capaces de comprender qué organización y sector de la clase obrera es el que está situado en cada momento en mejores condiciones para poder desequilibrar la situación a favor de la revolución, y no somos capaces de dotarnos de un plan de acción, consignas y métodos que nos ayuden a lograrlo.  
Cuando desde distintos sectores reformistas, e incluso algunos autodenominados “marxistas” se decía que la UNETE estaba muerta, desde la CMR insistimos en que el movimiento obrero organizado y en particular la UNETE, que hoy es su expresión más desarrollada, eran (y siguen siendo) la clave  de la situación. Miles de activistas obreros ven en la UNETE su herramienta para  lograr la unidad de la clase obrera y que ésta llegue con sus propuestas al conjunto de los explotados (a las bases del PSUV y la JPSUV, al propio Chávez), y sobre todo para llevar esas propuestas a la práctica y completar la revolución. Mientras entre sectores de las masas de origen pequeñoburgués (o incluso entre capas populares atomizadas por el desempleo o la economía informal), la inquietud frente al burocratismo y los peligros que enfrenta la revolución va acompañada de cierta impotencia, entre los activistas obreros se respira indignación contra la burguesía y la quinta columna burocrática pero también la confianza en sus propias fuerzas que, por su carácter colectivo y su papel en la producción, tiende a desarrollar el proletariado. De estas fuerzas surgirá un programa acabado de lucha para completar la revolución con el triunfo del socialismo.
El éxito de la marcha convocada el 9 de noviembre por la UNETE en Caracas en defensa de la revolución, por la aplicación de leyes socialistas que lleven ésta hasta el final, es una confirmación más de ello. Por primera vez desde la división de la UNETE en 2006 el movimiento obrero se movilizaba unificadamente y agrupaba a otros sectores populares: inquilinos en lucha contra los desalojos, trabajadores de la economía informal, militantes de base del PSUV,… Si la dirección de la UNETE logra dar continuidad a esta movilización y agrupar al conjunto de la clase obrera y los sectores populares entorno a un plan de lucha que organice la toma y ocupación de las fábricas abandonadas y de los edificios y terrenos ociosos para luchar contra el sabotaje de los capitalistas y  la nueva ofensiva de la contrarrevolución y el imperialismo, mostrando el camino para erradicar la pobreza, solucionar la falta de vivienda, acabar con la inflación y elevar los salarios… es perfectamente posible derrotar los planes contrarrevolucionarios, recuperar la moral de las masas y poner a la clase obrera al frente de la revolución.
Lenin decía que muchas revoluciones han sido derrotadas por su incapacidad para transformar las grandes ideas y discursos en acción. Este es un peligro muy real hoy en Venezuela. Para combatir con éxito a los burócratas reformistas no basta con declaraciones generales a favor del socialismo, las nacionalizaciones, etc, ni con llamados genéricos a organizarse para luchar contra el burocratismo y por el control obrero. El primer paso debe ser agrupar a la vanguardia obrera organizada en la UNETE para presentar un plan de acción concreto al conjunto de la clase obrera y del movimiento revolucionario, al conjunto de los militantes del PSUV y la JPSUV (incluido el Presidente Chávez), debatirlo en todos los centros de trabajo, sindicatos, barrios, consejos comunales y patrullas del PSUV y llevarlo cuanto antes a la práctica. Este es también el mejor modo de aislar a los sectores burocráticos que querrán distorsionar cualquier propuesta revolucionaria intentando presentarla como divisionista, anti-partido, etc. y conquistar un apoyo masivo entre las bases del PSUV y del movimiento bolivariano para un programa marxista.  La victoria de la clase obrera venezolana en la lucha contra el reformismo y el burocratismo abriría la puerta a la victoria definitiva de la revolución socialista, fortalecería enormemente el apoyo a ésta y permitiría extenderla a otros países del continente.

Los jóvenes y trabajadores tunecinos han dado un impresionante ejemplo de fuerza y decisión a las masas árabes y de todo el mundo, actuando de vanguardia en el explosivo Magreb. Desde el 19 de diciembre, las manifestaciones ilegales, el desafío a las fuerzas represivas, en definitiva, un auténtico levantamiento de la población, se extendieron de un extremo a otro del país, corroyendo un brutal régimen proimperialista. El 14 de enero, el movimiento, y sólo él, que había resistido una y otra vez la criminal represión (con al menos 67 asesinados), y desobedecido el toque de queda, impuso la huida del dictador Ben Alí. La revolución había obtenido un primer triunfo histórico e inicia una nueva etapa. ¿De dónde surge toda esta energía, en el país considerado (por los medios burgueses) más estable de la zona? ¿Hacia dónde va Túnez? ¿Cuáles son los retos del movimiento?

La inmolación del joven Mohamed Buazizi en Sidi Bouzid fue el detonante. Este licenciado en paro intentó buscarse la vida con un puesto callejero de frutas y verduras, pero su mercancía fue requisada por la policía y su desesperación le encaminó hacia el suicidio. Los jóvenes, que son la mayoría de la población y se sienten acorralados por el alto paro (según algunas fuentes, del 60% entre los licenciados) y el alto coste de la vida, se vieron inmediatamente reflejados en esta víctima de la crisis y de la soberbia de un régimen tiránico. En el entierro de Mohamed, 5.000 personas clamaron “hoy te lloramos, mañana haremos llorar a quienes te han empujado al suicidio”. Durante estas semanas, desde Sidi Bouzid, Kasserine, Thala y Regueb, se fueron extendiendo las manifestaciones ilegales por todo el país. En varias localidades los manifestantes asaltaron locales oficiales, incluso comisarías. Hubo también al menos dos suicidios (un joven se electrocutó gritando consignas contra el régimen) y cinco suicidios frustrados, lo que refleja el grado de desesperación y determinación. Especial importancia tiene la participación de la población de la cuenca minera de Gafsa, protagonista de una dura lucha, que fue aislada y reprimida, hace tres años.
Las primeras reivindicaciones espontáneas, más centradas en el paro, dieron paso rápidamente a otras más políticas, críticas contra Ben Alí, la corrupción, la represión y el régimen. Consignas como “el trabajo es un derecho, banda de ladrones”, “abajo los verdugos del pueblo”, “trabajo, libertad, justicia social” o “no a los saqueadores del dinero público” se gritaban en las marchas callejeras. Pero la que se impuso por encima de cualquier otra es “Ben Alí, márchate”.
La policía reprimió con saña. La noche del 9 de enero y la mañana del 10 provocó decenas de muertos en Kassedine. Las fuerzas represivas ocuparon violentamente la sede regional de la UGTT (Unión General de Trabajadores Tunecinos), sitio de referencia de los manifestantes. En Thala se enfrentaron con ellos estudiantes de bachillerato (un buen ejemplo de la pérdida del miedo a la represión), y los policías se vieron obligados a ocupar los institutos. Ese mismo día, el 10, Ben Alí ordenó el cierre de todos los centros educativos. El régimen también infiltró a provocadores en las manifestaciones para excusar la intervención policial, dispuso de francotiradores para asesinar a manifestantes, y organizó saqueos para intentar presentarles como delincuentes.
La criminal represión no sirvió para parar el movimiento, al contrario. La brutal actuación policial en Kassedine y otras localidades entre el 8 y el 10 provocó una mayor movilización, y la incorporación de los barrios obreros de Túnez, capital a la revuelta.


Una dictadura descompuesta

 

El régimen ha demostrado en este proceso síntomas claros de un agotamiento terminal. Incluso sectores importantes de capas medias, y profesionales liberales (abogados, actores y artistas) se movilizaron y sufrieron en sus carnes la represión. Rápidamente, los tres partidos de la oposición legal y domesticada han intentado desmarcarse de la dictadura. Otro síntoma de la descomposición del régimen fue la destitución del general Rahid Amar como responsable del Ejército, por negarse a reprimir a la población.
La clave para el triunfo definitivo de la insurrección ha sido la implicación de la clase obrera. En Túnez la población urbana es muy mayoritaria, del 65%. Un tercio de la población activa trabaja en la industria (petróleo, minería, textil), y un 43% en los servicios, frente al 22% que vive del sector primario. Correctamente, la población se ha manifestado enfrente y dentro de los locales de la UGTT, ejerciendo presión. En muchas localidades las secciones locales de la Unión han sido el epicentro de la revuelta. Los sindicatos de docentes, trabajadores postales y sanitarios han sido la vanguardia dentro de la federación sindical. En Sfax, la UGTT convocó huelga general el 9 de enero, y el paro fue total, salvo hospitales y panaderías que permanecieron abiertas para atender a la población. Aunque la cúpula del sindicato ha estado comprometida con el régimen, las masas se han orientado hacia la única organización tradicional y con autoridad, debido a su papel desde la lucha contra el colonialismo francés. Ante la presión, la dirección nacional anunció la tímida convocatoria de una huelga general de dos horas para el 14 de enero. Sin embargo, esta convocatoria tan limitada ha sido la puntilla para la caída, ese mismo día, de Ben Alí.
Ben Alí gobernaba Túnez desde 1987. Su dictadura se ha caracterizado por la eliminación del monopolio estatal del comercio exterior y por una salvaje apertura del país a las multinacionales europeas y estadounidenses, privatización que también ha beneficiado ostentosamente a su familia. Ella es propietaria de la telefonía privatizada, de bancos, de grandes superficies, de concesiones automovilísticas…De hecho, el saqueo de los bienes públicos por parte de la camarilla dominante, las empresas extranjeras y los burgueses (saqueo ampliamente conocido, pero ratificado en sus detalles por las filtraciones de Wikileaks), es un factor clave en la explosión popular.


Los intereses del imperialismo

 

El imperialismo tiene grandes intereses en el país. El acuerdo de asociación Túnez-UE, firmado en 1998, fue un punto de inflexión en el saqueo de las empresas públicas y la ruina de la pequeña producción. También existe un interés político, ya que Túnez es tierra de paso de muchos inmigrantes africanos que intentan acceder a Europa a través de Italia; la UE firmó un acuerdo en 2002 que permite el control y la represión de esta población desesperada, con una contundencia que es más difícil en territorio europeo. Además les interesa de Túnez el control del peligro islamista. Por último, existen intereses estratégicos: el imperialismo necesita en la zona regímenes estables que promuevan sus negocios, y esto sólo es posible con dictaduras. El problema que tienen es que, como demuestra este caso, cada vez es más difícil apuntalar regímenes odiados por las masas, que están perdiendo el miedo, y la rabia recorre todo el Magreb y, también, el principal país árabe: Egipto.
Teniendo en cuenta estos intereses, es difícil sorprenderse de la nula o tibia reacción de los gobiernos imperialistas ante los acontecimientos. El viernes 7 de enero, la Ministra francesa de Exteriores, Michèle Alliot-Marie, recibía sin publicidad a su homólogo tunecino, Kamel Morjane. La UE no se pronunció hasta el día 10, en boca de la responsable de Exteriores, Catherine Ashton, que pidió la liberación de los detenidos y “diálogo” (es de imaginar que a las dos partes). Más vomitiva todavía es la declaración de Franco Frattini, el Ministro de Exteriores italiano: “condenamos cualquier tipo de violencia, pero respaldamos a los Gobiernos que han tenido la valentía y han pagado con la sangre de sus ciudadanos los ataques del terrorismo”. El Gobierno de Zapatero ha mantenido durante semanas un silencio cómplice, para al final lamentar con su habitual jesuitismo los hechos violentos producidos. Llama la atención, como ya pasó ante su posicionamiento a favor de la dictadura marroquí (frente a la masacre del pueblo saharahui), la doble vara de medir de los reformistas, cuando se trata de regímenes tiránicos dóciles a los intereses capitalistas, o de revoluciones como la venezolana y la cubana.


Los tres días negros del dictador

 

Combinar el palo con la zanahoria ha sido la táctica de Ben Alí. El palo de asesinar a decenas de manifestantes, la zanahoria de destituir a dos ministros y prometer crear 300.000 puestos de trabajo, inversiones, una comisión de control de la corrupción, etc. Promesas que no han engañado a nadie.
Ante el avance de la lucha, con su extensión a los arrabales obreros de la capital, el régimen, en un intento desesperado por parar la insurrección, aislando a los sectores más luchadores del resto, combinó concesiones significativas con un paso cualitativo en la represión. El 12 de enero, Ben Alí, por una parte, sacrificaba a su ministro de Interior y, lo más importante, ordenaba la liberación de todos los detenidos. Por otra, decretaba el toque de queda nocturno en Túnez capital, sacando a las tropas a las calles. Sin embargo, estas maniobras no tuvieron éxito. Esa misma noche los enfrentamientos se recrudecieron en la misma ciudad. En la localidad minera de Gafsa duraron hasta bien entrada la madrugada; la policía asesinó a siete manifestantes. La revuelta continuó en Kasserine, Beja (donde fue asaltada una sede del partido gubernamental), etc.
El día siguiente tuvo que reaparecer Ben Alí, en su penúltimo intento de aplacar la revolución. En un falso tono de autocrítica, y utilizando por primera vez el dialecto tunecino y no el árabe estándar (para que le entendieran fácilmente las masas y para dar una frustrada imagen de cercanía), el tirano se ofreció a no optar a la reelección presidencial en 2014, a permitir la libertad de prensa e internet, a abordar una reforma política en profundidad, y otras promesas de carácter económico y social. A la vez, informaba de haber dado orden de no disolver con bala las manifestaciones. Pero mantenía el toque de queda.
Una vez más, la maniobra salió mal. Al certificar con ese discurso la debilidad del régimen, miles de personas se echaron a las calles para celebrarla, haciendo caso omiso de nuevo del impotente toque de queda. El día 14 un clamor recorrió Túnez ciudad: “Ben Alí asesino”. La crónica de El País es reveladora: “Eran las 9 de la mañana cuando ha comenzado una nueva marcha en el centro de Túnez. Primero se han reunido unas miles de personas frente a la sede del prestigioso sindicato UGTT y luego ha ido creciendo con la incorporación de más manifestantes, hasta reunirse decenas de miles de personas (…). Allí [frente al Ministerio de Interior] se han enfrentado a un cordón policial y lo han sobrepasado. Los manifestantes no se fían del presidente y de lo que dijo ayer, lo llaman ‘asesino’ —en francés para que todo el mundo lo entienda— y piden libertad y que los Trabelsi, la familia de la primera dama, sean juzgados. ‘No a Ben Alí’, corean los manifestantes, añadiendo que ‘la revuelta continúa’. Dicen, sin parar de cantar el himno nacional, que ‘o nos matan o se van, pero aquí no se negocia”.
La manifestación finalmente fue disuelta, aunque grupos de jóvenes mantuvieron enfrentamientos con la policía durante horas. Después de esta multitudinaria marcha, Ben Alí anunció, en su último cartucho, la destitución de todo su Gobierno y la convocatoria de elecciones legislativas. Ben Alí era ya una carga evidente para el propio régimen que lo encubrió, y a las pocas horas se produjo su huída y la asunción del poder formal por parte de uno de sus cargos políticos. Este es la primera victoria del movimiento de masas.


¿Hacia dónde va Túnez?

 

Ha caído la cúpula del régimen, pero éste se mantiene. Continúa en pie todo el aparato del Estado, los funcionarios, policías, mercenarios, jueces… y, por encima de todo, la clase burguesa que se ha enriquecido a la sombra de la dictadura, por no hablar de las empresas imperialistas (francesas, italianas, españolas…) que se lucraron con Ben Alí. Temporalmente perdieron el control real de la sociedad, y todos sus esfuerzos van encaminados a retomar ese control, disolver el movimiento, y dar continuidad a la dictadura del capital con nuevos servidores y nuevas formas. Para ello no pueden basarse, al menos a corto plazo, en la represión, y sólo les queda ganar tiempo, engañar al pueblo con promesas, con maniobras democráticas, e intentando desmantelar lo menos posible todos los mecanismos de la dictadura de Ben Alí, eso sí, barnizados con una ligera capa democrática.
Para tal fin se ha levantado una potente campaña mediática, que también llega a occidente, a través de los medios burgueses. ‘Todos juntos, en unidad nacional’; ‘ya hemos tenido suficiente sufrimiento, vamos a retomar la normalidad’; ‘acabar con el caos, dejad en nuestras manos el orden’, ‘es el momento de restañar heridas’, etc. Las mismas ideas que repiten, en toda situación revolucionaria, todos esos demócratas que surgen el día después del triunfo de una insurrección, pero que hasta la víspera llevaban toda su vida escondidos en las faldas del régimen derrocado.
En un primer momento hubo tensiones dentro de la clase dominante. El intento del primer ministro de Ben Alí, Mohamed Ganuchi (conocido como Monsieur Oui Oui por su seguidismo) de sustituirle como presidente del país, el día 14, y de declarar su incapacidad sólo temporal para el cargo (dejando abierta la posibilidad de su vuelta), fue considerado insuficiente y por ello peligroso, y neutralizado por otro sector, vinculado al Ejército y a la Corte Constitucional, que proclamaron a Fued Mebaza (presidente del Parlamento) como presidente interino. Mebaza, aunque es evidentemente un hombre del régimen (fue ministro en tres ocasiones), está menos desprestigiado, al no haber estado en la primera línea de la represión y de las últimas medidas económicas. Por tanto, es una opción menos difícil de imponer al movimiento.
A partir de entonces el siguiente paso para la burguesía es la formación de un ‘Gobierno de unidad nacional’ donde implicar a la oposición legal y de esta forma intentar utilizar la autoridad que puedan tener para sus planes. Con entusiasmo los dirigentes de los tres partidos legales (Ettajdid, proveniente del estalinismo; el socialdemócrata Partido Demócrata Progresista, y el más derechista Foro Democrático por el Trabajo y las Libertades) han aceptado la oferta. El 17 de enero se presentó el nuevo Gobierno, donde el partido de Ben Alí (RCD, Agrupación Constitucional Democrática) seguía teniendo cinco ministerios clave (Defensa, Interior, Finanzas y Exteriores), más el cargo del primer ministro (¡Mohamed Ganuchi continuaba en su puesto!), aunque para que la píldora fuera más fácil de tragar incorporaban una representación de los tres partidos de oposición legal que hemos citado y de la UGTT. Este Gobierno ha anunciado una próxima amnistía y la convocatoria de elecciones en un plazo de dos meses.
Este intento de recomposición tiene una gran dificultad. Frente a él se encuentra un movimiento que carece de suficiente organización, que no enarbola un programa cien por cien claro (o mejor dicho que está en proceso de dotarse de lo uno y lo otro), pero que cuenta con una rica experiencia (en pocas semanas ha aprendido más que en años), y que, sobre todo, es consciente de su fuerza. No le usurparán su triunfo tan fácilmente. Y, por encima de todo, las condiciones sociales que han germinado la protesta siguen en pie. No es posible determinar de antemano cómo se van a desarrollar los acontecimientos, pero lo que está claro es que esta contradicción (la pugna entre la burguesía por retomar el control y acabar con la revolución, y la clase obrera y otros sectores oprimidos por completar ésta) es la que va a dominar.
De hecho, el mismo día 17 en que se anunció la formación del nuevo Gobierno se desarrolló una manifestación de miles de personas contra la participación de RCD en él. El 18, las manifestaciones fueron aún más extensas y los tres ministros de la UGTT salían del Gobierno, exigiendo la expulsión del partido de Ben Alí. Esto significa que nace muerto, sin ningún tipo de autoridad, lo que obligará a la oligarquía a nuevas maniobras políticas y concesiones.


El papel del Ejército

 

La actuación del Ejército, y de cada sector dentro de él, es una incógnita. Existen elementos comunes entre lo que acontece en Túnez y la Revolución de los Claveles de abril de 1974 en Portugal. La confraternización de soldados y manifestantes, especialmente el día 14, la negativa a reprimir al pueblo, y la decisión con la que éste se ha enfrentado y se está enfrentando a las bandas de mercenarios al servicio de Ben Alí (que intentan aterrorizar el movimiento, organizando saqueos, disparando contra la población, etc.), e incluso a la odiada policía (que sigue siendo nido de reaccionarios), demuestran que el Ejército no es inmune a la presión social. Es evidente que la revolución ha despertado la simpatía de un sector de los mandos (seguramente más suboficiales que oficiales) y de la mayoría de los soldados.  Las tropas tunecinas se formaron al calor de la lucha por la independencia y de la posterior política de enfrentamiento con el imperialismo, y no han participado en ningún golpe de Estado, ni siquiera en el que dio en 1987 Ben Alí, ministro del Interior en el último mandato de Habib Bourguiba (padre de la independencia), desde dentro del régimen.
Sin embargo, sería un gran error para el movimiento confiar su destino en el Ejército. Al fin y al cabo, no se ha roto la cadena de mando, y en última instancia el mando recae sobre un grupo reducido de militares que no vive en las mismas condiciones sociales, ni tiene los mismos intereses, que la masa de soldados, y mucho menos que los trabajadores y oprimidos. Es fundamental que el movimiento revolucionario persevere en la confraternización con soldados y oficiales, sin supeditar nunca sus intereses a la actuación militar. Hay que exigir plenos derechos democráticos en los cuarteles, y especialmente la formación de comités de soldados, con delegados elegidos y revocables. Ésta es la mejor forma de neutralizar la posibilidad de que en un determinado momento tenga éxito cualquier intentona de un sector de militares, que pretenda ahogar en sangre la revolución. Y, a la vez, estos métodos reforzarán la compenetración con los soldados y mandos que de forma sincera quieren participar en esta revolución.
Por otra parte, la autodefensa revolucionaria es una tarea urgente. La seguridad de los barrios obreros, de los locales, de las manifestaciones, no puede depender de la policía, totalmente comprometida con el régimen. Ha de ser tarea del propio movimiento. Ya han surgido milicias para parar el pillaje y terrorismo de las fuerzas mercenarias que sirven a Ben Alí. Esas milicias han de coordinarse y someterse a las asambleas revolucionarias, y en ellas debe jugar un papel central la clase obrera.


Crear comités, dotarse de un programa socialista

 

La revolución, más que nunca, implica organización y programa. El movimiento no puede delegar su representación en nadie ajeno. Es imprescindible la creación de comités en cada barrio, fábrica, localidad, elegidos en asamblea, y su coordinación a nivel nacional. Sus delegados deben ser revocables en todo momento, y organizar la huelga general es su tarea más inmediata. Quien tiene más posibilidades de llevar a cabo esta iniciativa es la base de la UGTT. Fábrica a fábrica, barrio a barrio, localidad a localidad, los trabajadores han de utilizar la Unión como un instrumento para organizar asambleas y comités. A la vez, hay que perseverar en la presión hacia la dirección nacional, exigiendo la elección democrática de sus cargos y la depuración de los elementos comprometidos con la dictadura. También los sindicatos independientes, y las organizaciones obreras ilegales, tienen un papel muy importante que jugar en las asambleas y comités.
La tarea central de la vanguardia revolucionaria del movimiento, de todos aquellos que se reclaman marxistas, y en estos momentos cientos de activistas lo hacen, debe ser concretar en un programa las reivindicaciones que son necesarias para completar la revolución con éxito. Las reivindicaciones democráticas (depuración profunda del aparato de Estado; enjuiciamiento de todos los responsables policiales, políticos y económicos de la dictadura; expropiación de sus bienes, libertades democráticas plenas sin cortapisas burocráticas; amnistía completa; desmantelamiento del partido de Ben Alí y de la policía), deben vincularse a las exigencias sociales y económicas populares (salarios dignos, plan de creación de empleo por parte del Estado, bajada radical del precio de los productos básicos, renacionalización de los sectores productivos privatizados y entregados a las multinacionales imperialistas; reforma agraria, etc.), y a la única alternativa que puede garantizar esto: la expropiación de la camarilla dirigente y de los burgueses, que se han lucrado con la dictadura, y de las multinacionales instaladas en el país. Recuperando los recursos del país, se podría planificar la economía al servicio de la mayoría. Para ello es imprescindible el control obrero, a través de los comités que deben organizar la lucha y que deben ser la base de un auténtico Estado democrático, esto es, un Estado obrero y socialista.
Una revolución socialista es la única posibilidad de mejorar el nivel de vida de las masas. Cualquier maniobra burguesa para ganar tiempo no sólo no supondrá ninguna mejora para ellas, sino que puede preceder a una revancha de la clase dominante tunecina, y del imperialismo, que elegirán el mejor momento para ensangrentar de nuevo Túnez, y dar un criminal escarmiento al pueblo.


Un Túnez socialista

 

Un régimen de democracia obrera, que tome inmediatamente medidas socialistas, tendrá la enemistad radical de los imperialistas. Pero también tendrá un efecto electrizante en las masas del Magreb y de todo el mundo árabe. Marcará un camino a las masas desesperadas, hartas del yugo del imperialismo y del integrismo islámico.
Durante lustros los burgueses han intentado asustar a los trabajadores occidentales con el peligro de los movimientos islamistas. Han escondido convenientemente que éstos no son ni más ni menos reaccionarios que los propios imperialistas, como podemos ver en Afganistán o Irak. Y, sobre todo, han sobrevalorado convenientemente sus fuerzas. A la vez han escondido cómo también en las naciones árabes e islámicas, ricas en tradiciones revolucionarias, existen oprimidos y opresores; también existen trabajadores, jóvenes y campesinos, que buscan una sociedad justa, no en el Paraíso, sino en la Tierra, y que luchan por ella, contra los regímenes proimperialistas y haciendo frente a la reacción islamista (que allí juegan un papel similar al de las bandas fascistas de Europa en los años 30).
La onda expansiva de la revolución tunecina alcanza a todos los países árabes. El efecto más claro es y será Argelia, donde los trabajadores y jóvenes (hastiados de un régimen similar al de Ben Alí) se miran en el espejo de Túnez, y donde ya ha habido un levantamiento de sectores de la juventud. También impacta en Egipto, el país árabe clave, en estado de permanente inestabilidad social. Pero también se han producido manifestaciones y disturbios en Libia y Yemen. Según la revolución avance, el efecto será mucho mayor. El imperialismo se encuentra con un enorme obstáculo imprevisto para sus planes de saqueo. Frente a la posibilidad de la profundización y extensión de la revolución, sus actuales problemas en Afganistán e Irak añaden más dificultades para mantener su dominación.
Aunque es difícil establecer una perspectiva acabada, la revuelta tunecina es un hito que llama poderosamente a la acción de la clase obrera y a los demás oprimidos. Un Túnez socialista que enarbole la bandera de una Federación Socialista del Magreb y de la extensión mundial de la revolución sería un formidable imán.

En 2009 se cumplieron veinte años de lo que se puede considerar el comienzo de un nuevo período revolucionario en América Latina. En febrero de aquel lejano año de 1989 las masas venezolanas se lanzaron a la calle en una rebelión espontánea en contra del paquete económico neoliberal implementado por el flamante presidente socialdemócrata, Carlos Andrés Pérez. Esa rebelión, que pasó a la historia  como el Caracazo, y que hizo tambalear al régimen burgués en Venezuela durante un par de días, sólo pudo ser sofocada a sangre y fuego por el ejército (la policía y la guardia nacional ya habían sido desbordadas) a un costo de unos tres mil muertos, en su mayoría trabajadores y gente humilde del pueblo.
El alzamiento popular en contra de los ajustes económicos capitalistas no se circunscribió sólo a Venezuela, también en Argentina, en ese mismo año y luego en 1990, se produjeron hechos similares en las principales capitales del interior. En ambos casos la rebelión se dio bajo la forma de saqueos generalizados que hicieron las veces de válvulas de escape a la frustración y el malestar acumulado ante un sistema que, no sólo no satisfacía ya las necesidades más elementales del pueblo, sino que trataba de sobrevivir aumentando la explotación de los trabajadores a límites insoportables. Estos sucesos, ocurridos en el mismo momento en que se desmoronaba la URSS y los capitalistas y sus ideólogos anunciaban a los cuatro vientos “el fin de la historia” y la supremacía del sistema capitalista sobre el socialismo, demostraban todo lo contrario: el capitalismo hacía agua en América Latina y dejaba al descubierto las condiciones objetivas de una situación revolucionaria. Sin embargo, con sus organizaciones minimizadas o destruidas por las derrotas de los años 70 y 80, la clase obrera no sólo no pudo aprovechar esta situación favorable, sino que fue víctima durante la década que fue de 1990 a comienzos del siglo XXI, de una nueva oleada voraz por parte de los capitalistas para aumentar el saqueo y la explotación en esta parte del mundo. La implementación de las llamadas políticas neoliberales, que no eran más que políticas capitalistas en su forma más ortodoxa y pura, terminó de destruir las economías latinoamericanas a través de su casi total privatización, y sumió a las masas en unas condiciones de explotación y miseria nunca vistas hasta entonces.1


Periodo revolucionario

 

Como decíamos antes, los alzamientos populares de los años 89 y 90 que, incluso, se repetirían en Argentina en un nivel superior en 2001, sólo fueron el inicio de un período revolucionario que, con sus alzas y bajas, se ha extendido hasta el presente. Lo que comenzó en un par de países, hoy se puede decir que se ha propagado a casi todo el continente y tiene sus puntos más avanzados en las revoluciones que se vienen desarrollando, cada una con sus propias particularidades, en Venezuela, Bolivia y Ecuador. Las revoluciones son como ríos crecidos que buscan un cauce para avanzar, si se les cierra una vía buscarán otra, así ésta no sea la más previsible.
Aunque las condiciones objetivas para la revolución estaban dadas, no existía la organización revolucionaria que actuara como un pistón para concentrar y darle dirección a toda esa fuerza potencial de las masas. En Venezuela, luego del Caracazo, se dieron dos alzamientos militares fallidos y la elección como presidente de la República de un viejo político burgués, Rafael Caldera, que llegó al gobierno disfrazado de progresista para tratar de darle continuidad a las políticas del FMI que había empezado a aplicar Carlos Andrés Pérez cinco años antes. Finalmente, fue Chávez, el mismo joven militar que dirigió el primer intento de golpe de Estado de 1992, el que se puso al frente del movimiento de masas para conducirlo a la victoria electoral de 1998. En Bolivia, las masas expulsaron a través de sucesivas insurrecciones populares a dos presidentes de la burguesía y por lo menos dos veces tuvieron la oportunidad de tomar el poder entre 2003 y 2005,  pero la falta de una dirección revolucionaria dio al traste con ellas. Al final, la revolución se encauzó por la vía electoral llevando a la presidencia de Bolivia a Evo Morales. En Ecuador ocurrió algo similar: luego de dos o tres intentos insurreccionales fallidos, las masas terminaron eligiendo presidente a Rafael Correa. Sin embargo, ninguna de estas revoluciones se han completado por el momento.
Los gobiernos de estos tres países han tratado de implementar programas sociales que parten de reformar al Estado burgués a través de procesos constituyentes, haciendo hincapié en lo social para intentar disminuir las enormes desigualdades existentes, pero sin afectar su propia estructura y manteniendo las relaciones de producción capitalista. Estas políticas, en la medida que propiciaron una mayor inversión social por parte del Estado a través de misiones y programas, además del desarrollo de obras de infraestructura, generaron un crecimiento económico. Particular es el caso de Venezuela que estuvo creciendo ininterrumpidamente durante casi 5 años. Esta euforia llevó a algunos dirigentes como Chávez e, incluso, Cristina Fernández en Argentina, a afirmar que la crisis económica mundial no tocaría a estos países, que estaban blindados contra ella. No obstante, al estar el crecimiento apuntalado por los altos precios de los combustibles fósiles, que son la base de las exportaciones de estos tres países, cuando los precios cayeron en medio de la crisis capitalista de 2008, el crecimiento se detuvo al verse afectadas políticas económicas como la del “socialismo petrolero” en Venezuela, debiendo recurrirse entonces a medidas de ajuste de tipo monetarista.
La dinámica de los acontecimientos y las ilusiones frustradas de estos sectores de la izquierda, vuelven a poner de relieve la idea señalada por Trotsky: la crisis del capitalismo es también la crisis del reformismo. Las contradicciones que se generan por tratar de hacer revoluciones por etapas, aplicando políticas reformistas, mantienen la lucha de clases sin resolverse, agotando a las masas y, por lo tanto, sometiendo a la misma revolución al peligro de ser derrotada en cualquier momento.  
El desarrollo de la revolución bolivariana en primer lugar, y de las revoluciones en Bolivia y Ecuador posteriormente, unido al reimpulso que esta situación dio en un comienzo a la propia revolución cubana, han sido un ejemplo para que los demás pueblos del continente intenten buscar una salida en esa dirección. Lo ocurrido en Honduras en 2009 es un buen ejemplo en este sentido. Uno de los pueblos más explotados y sometidos de América Latina supo alzarse en contra del golpe de Estado dado a Zelaya por la oligarquía apoyada por EEUU y convertir ese movimiento inicial en una rebelión que duró varios meses y que, incluso, a pesar de las posteriores elecciones presidenciales amañadas y de la represión, se ha mantenido en una forma latente que puede volver a explotar en cualquier momento. Quién duda que la elección en su momento de Lula en Brasil, de Tabaré Vásquez en Uruguay, de Fernando Lugo en Paraguay, de Daniel Ortega en Nicaragua, e, incluso, de los Kirchner en Argentina y de Michelle Bachelet en Chile, identificados como progresistas, independientemente de las políticas que posteriormente desarrollaron, estuvo influenciada por los vientos de revolución que han estado soplando en la región. También la candidatura presidencial de López Obrador en México y el maravilloso movimiento de masas que lo impulsó y luchó hasta el final por evitar el fraude debe inscribirse en esta corriente.        
Actualmente, y a pesar que las revoluciones en desarrollo en Venezuela, Bolivia y Ecuador, no terminan de completarse, la propia situación de explotación crónica de las masas latinoamericanas, agravada por la crisis mundial del sistema capitalista que cierra cualquier esperanza de solución en ese sentido, mantiene viva la idea de la revolución en la mente de millones de latinoamericanos como la única salida posible a su actual situación.


El lugar más desigual del mundo

 

Doscientos años después de su independencia, el sueño de libertad e igualdad que impulsó la lucha de las masas latinoamericanas en contra del colonialismo europeo a comienzos del siglo XIX, se encuentra hoy más lejano que nunca. Si en algún lugar del mundo se puede decir que el sistema capitalista ha fracasado, ese lugar es América Latina, una de las regiones más ricas del planeta en lo que a recursos naturales se refiere, con enormes posibilidades de desarrollo industrial y agrícola, con una población relativamente pequeña para su gran extensión territorial pero que, sin embargo, constituye la región más desigual del mundo en lo que a la distribución de la riqueza se refiere. En América Latina conviven algunos de los individuos más ricos de la Tierra junto a millones de personas que se ubican en niveles de extrema pobreza, que cuando logran comer algo no saben cuándo lo volverán a hacer.2
Los índices de pobreza de la década de los noventa no variaron mucho en los siguientes diez años, a pesar que en una buena parte de estos países, merced al empuje revolucionario de sus pueblos, se instalaron gobiernos considerados progresistas que adoptaron políticas reformistas que pusieron un poco más de énfasis en lo social. Según los últimos informes de la CEPAL uno de cada tres latinoamericanos es pobre y uno de cada ocho vive en la pobreza extrema, aunque esto tiende a agudizarse en los países más pobres como Haití y Honduras, donde siete de cada diez personas son pobres. Por otra parte, la mitad de los pobres del continente viven en los dos países más poblados: Brasil y México. Salvo contadas excepciones como Venezuela, donde el 40% de la población más pobre dispone del 18,4% de la riqueza, la participación más alta de Latinoamérica, la distribución de los ingresos tampoco ha mejorado mucho. La desigualdad en América Latina se concreta en una grosera concentración del ingreso en el sector de la población con mayor renta, y a su ausencia en el sector de la población más pobre. El último Índice de Desarrollo Humano señala que el 10% de la población más rica de la región recibe entre el 40% y el 47% del ingreso total, mientras que el 20% más pobre entre el 2% y el 4%, incluso por debajo de África y de los lugares más pobres de Asia que están sobre el 5%. De acuerdo al índice de Gini, cinco de los diez países más desiguales del mundo se encuentran en América Latina, entre los cuales se hallan Brasil, donde el 40% de la población debe vivir con poco más del 10% de la riqueza mientras el 10% de la población se queda con el 45% de dicha riqueza; y Chile, donde el 40% de la población dispone del 15% de la riqueza mientras el 10% más rico se queda con el 47%, países ambos que son presentados como ejemplo de desarrollo económico.3
Brasil y México no sólo comparten la mitad de los pobres latinoamericanos, también comparten a 23 de los 31 multimillonarios que tiene Latinoamérica en el selecto mundo de los capitalistas más ricos del planeta según el ranking 2009 de la revista Forbes, incluyendo al tercer hombre más rico del mundo, el mexicano Carlos Slim Helú, propietario de 35 mil millones de dólares. Estos 31 parásitos acumulan 120 mil millones de dólares, con un promedio personal de 3,9 mil millones de dólares, en un continente donde mueren diariamente de hambre 288 niños y donde uno de cada diez latinoamericanos se acuesta sin comer, o debe comer tierra como en Haití o ratas como en San Miguel Potosí en México. El número de personas que pasan hambre ha crecido en Latinoamérica. Según el último informe de la CEPAL la pobreza en la región aumentará, en el año 2009, 1,1% y la indigencia 0,8%, en relación con 2008. Así, las personas en situación de pobreza pasarán de 180 a 189 millones en 2009 (34,1% de la población), mientras que las personas en situación de indigencia aumentarán de 71 a 76 millones (13,7% de la población), manteniéndose esta situación en el año 2010. Hasta una organización pro capitalista al servicio del imperialismo yanqui, como Inter American Dialogue, lo reconoce en su informe del año 2009: “Más allá de los programas de TMC, existe poca evidencia de que las mejoras importantes en la política social hayan sido cruciales en la disminución de la pobreza y la desigualdad en las últimas dos décadas. No cabe duda de que varios gobiernos han buscado mejorar los servicios sociales, aumentando significativamente el gasto social, focalizándose en los pobres, y descentralizando programas a gobiernos locales más responsables. Pero estos esfuerzos —a pesar de ser sustanciosos— han tenido un impacto limitado. La mayoría de los expertos argumenta que el gasto público (incluyendo el gasto social) es neutral o regresivo, y no ha logrado redistribuir el ingreso a los pobres. La educación pública y los servicios de salud, la mayoría de los cuales asisten a los pobres, padecen de baja calidad en casi todos los países. Por lo tanto, es difícil ser optimista. Hasta ahora, América Latina no parece haber desarrollado una estrategia sólida para reducir la pobreza y la desigualdad, o para lograr mayor inclusión de sus ciudadanos más pobres dentro del sistema político y económico. El fracaso continuo de la región en promover un adecuado avance social pone en riesgo su estabilidad política, haciendo más difícil la atracción de la inversión necesaria para el crecimiento económico. La política social necesita renovarse y fortalecerse de forma significativa.”4


Menor crecimiento económico, mayor desempleo y explotación


Aunque en un primer momento algunos gobernantes de la región afirmaron que la crisis no tocaría sus países, la misma se hizo sentir con fuerza durante el año 2009 poniéndole freno a cinco años de crecimiento sostenido y descenso parcial y débil de las tasas de desempleo. En una región altamente dependiente del comercio de sus materias primas en un  mundo absolutamente globalizado era temerario realizar semejante afirmación. En la mayoría de los países latinoamericanos la desaceleración económica comenzó a hacerse sentir en el segundo semestre del año 2008. En  el caso de Venezuela, que contaba con un buen colchón de reservas producto de los altos precios del petróleo, este proceso se demoró un poco más, pero al final igual llegó, y en todos, desde entonces, no se ha detenido. “Según el reporte de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), América Latina termina su buena racha de crecimientos positivos de seis años (desde el 2003 se acumularon 2,2%,  6,1%, 4,9%, 5,8%, 5,8%, 4,2%)… En promedio la región caerá 1,3%. Brasil, quien había presentado años anteriores un crecimiento de entre 3 y 5,7%, caerá sólo 0,8%. Las remesas caerán entre 5 y 10% a nivel regional. Para México las remesas vienen cayendo desde el primer cuarto del 2008, completando una caída de casi 20% en el segundo trimestre del 2009.”5
La crisis también golpeó a uno de los principales fetiches de capitalistas y reformistas regionales, y al que subordinan buena parte de su política económica: el de la inversión extranjera, que disminuyó un 40,7% en América Latina durante 2009, según un informe de la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD).6 No es de extrañar, entonces, que la formación bruta de capital fijo haya disminuido un 9,8% durante el año 2009 producto de la fuerte contracción en la inversión en maquinaria y equipo, así como en el área de la construcción. Una demostración más de que a los capitalistas actuales ya no les interesa invertir su dinero en la producción de bienes, prefiriendo la vía rápida y fácil de la especulación financiera para hacer crecer su capital.7
La recesión económica generada por la crisis capitalista ha tenido un efecto devastador sobre un empleo que ya venía golpeado y precarizado desde los años 90 y que apenas había comenzado una débil recuperación gracias a las políticas de inversión pública de algunos gobiernos durante los últimos cuatro o cinco años, como bien lo reconoce la OIT: “El fortalecimiento del gasto público que se está proponiendo en el área de la inversión pública no solo busca compensar la reducción de los niveles de inversión privada, sino que intenta hacerlo por medio de proyectos de rápida maduración y con uso intensivo de mano de obra… las políticas de generación directa e indirecta de empleo por parte del sector público continuaron jugando un papel contracíclico”.8 A la caída en la producción industrial se agregó la paralización en el sector de la construcción el cual, en estos países, es alimentado básicamente por la inversión del Estado. “La coyuntura actual muestra que los niveles de ocupación están empeorando. La mayoría de los países registra una disminución de la tasa de ocupación, en algunos casos (Brasil, Colombia) de magnitud moderada, en otros (Chile, Ecuador, México) más pronunciada, con una reducción de más de un punto porcentual. Sólo en Uruguay y la República Bolivariana de Venezuela, y muy levemente en la Argentina, aumentó la tasa de ocupación en la comparación interanual”, señala el boletín  de la CEPAL-OIT del año 2009.9 Ya para el primer trimestre de dicho año más de un millón de personas habían perdido su empleo en América Latina, gracias a que la tasa de desempleo urbano se había incrementado en 0,6 puntos con respecto al mismo período del año anterior. Esta situación ayudó a informalizar aún más el empleo y a incorporar a este mercado a mujeres y niños: “Se espera que frente a la dificultad de encontrar empleo asalariado, la población en edad activa se incorpore a actividades informales en los hogares o realice trabajos por cuenta propia de escasa productividad e ingresos y con el propósito fundamental de sobrevivir. De igual modo, se esperaría una tendencia creciente de prácticas del mercado formal de trabajo destinadas a volver más informales los contratos a fin de reducir los costos laborales, lo que traerá consecuencias adversas sobre la precarización del empleo y una mayor desprotección social. La crisis incidirá de manera distinta en el comportamiento de la población en edad activa. Es probable que en muchos hogares de menores ingresos, la crisis impulse a miembros no activos, principalmente mujeres, a buscar empleo o incorporarse a alguna actividad laboral. Esto también podría tener consecuencias negativas sobre la incidencia del trabajo infantil”.10
Buena parte de esta precarización laboral ha sido impulsada por las propias empresas capitalistas a través de la tercerización de sus trabajadores con el objeto de reducir los costos laborales, o para decirlo en buen castellano: aumentar los niveles de explotación de los trabajadores para que los capitalistas puedan sobrellevar la crisis. Como era de esperarse estas tendencias se mantuvieron a lo largo de todo el año y en su Panorama Laboral del año 2009 la misma OIT informaba que  “2,2 millones de personas se incorporaron al grupo de quienes buscan trabajo y no lo consiguen. De esta forma, el número total de desempleados en la región habría llegado a 18,1 millones de personas… la tasa de desempleo aumentó en 2009 en 12 de los 14 países estudiados. Solo se salvaron Perú y Uruguay, donde hubo una leve disminución, de 8,6 y 7,9% por ciento en 2008 a 8,5% y 7,5%, respectivamente. Los mayores aumentos se observaron en Barbados (que subió de 8,3% en 2008 a 10% en 2009), Costa Rica (de 4,9% a 7,8%), Chile (de 7,9 a 10%), Ecuador (6,85 a 8,7%) y México (de 3,9% a 5,5%)… Por otra parte, el Panorama Laboral destaca que, de acuerdo con los datos disponibles en un grupo de seis países, en esta coyuntura de crisis se ha producido un aumento de la ocupación en el sector informal, de 3,1%. Según estos datos, 57,1% de las mujeres y 51% de los hombres sólo encuentran ocupación en el sector informal… en 2009 no se ha producido un aumento en la tasa de participación entre población en edad de trabajar, y por lo tanto la oferta de fuerza de trabajo ha sido menor. Esto es atribuido al fenómeno de ‘desaliento’ por parte de quienes no consiguen trabajo, en especial de jóvenes que habrían optado por mantenerse fuera del mercado laboral”.11
Actualmente, unos 220 millones de personas conforman la clase obrera de Lationamérica, de los cuales más de 18 millones están desempleados y  unos 130 millones tienen empleos informales, precarizados y sin seguridad social. La paridad de poder adquisitivo o salario mínimo real de los trabajadores latinoamericanos, esto es la capacidad de compra que tiene el salario mínimo en sus respectivos países, varía desde los U$ 694 mensuales en Argentina en agosto de 2010 (el más alto), hasta los U$ 214,00 en Bolivia (el más bajo), pasando por los U$ 370 de Venezuela. El costo de la canasta básica alimentaria en Argentina para mayo de este año estaba en unos U$ 475.12


El fantasma de la revolución continúa recorriendo América Latina

 

Las cifras descritas anteriormente sólo confirman una situación de deterioro progresivo y creciente de las condiciones de vida de los trabajadores latinoamericanos en un proceso que les ha hecho perder muchas de sus conquistas históricas y en el cual han sido masacrados como clase en más de una ocasión —la última de ellas bajo las dictaduras militares del cono sur impulsadas por los capitalistas y el imperialismo norteamericano durante los años 70 y 80 del siglo pasado—. Como ya se ha dicho, estas derrotas del movimiento obrero destruyeron o dejaron en condiciones muy difíciles a buena parte de sus organizaciones sindicales y políticas tradicionales, descabezándolas y postrándolas a merced de las políticas neoliberales de los años 90. Sólo a partir del presente siglo, en medio de una nueva realidad política donde las dictaduras y los gobiernos neoliberales cedieron su lugar a gobiernos reformistas, luego de grandes movilizaciones de masas donde la clase obrera participó, principalmente, diluida dentro del movimiento social, el movimiento obrero de Latinoamérica ha podido empezar a reconstruirse y a reorganizarse. El actual proletariado del continente se caracteriza por ser más pobre y por tener mayor cantidad de empleos precarizados e informales que en el siglo pasado, pero también es más fuerte y numeroso y se encuentra con un sistema capitalista mundial sumamente debilitado y esto, evidentemente, se refleja en una disminución de la capacidad represora de la clase dominante.
Sin duda que los puntos de avanzada de la clase obrera latinoamericana en este nuevo período de lucha revolucionaria se encuentran en Venezuela y Bolivia, sobre todo, en el primero donde la toma de empresas y la lucha por el control obrero de los medios de producción ha alcanzado momentos álgidos y cada día cobra más fuerza dentro del proletariado organizado que comprende que ése es el camino para hacer avanzar a la revolución. Evidentemente, el presidente Chávez ha jugado un papel importante en este hecho, expropiando numerosas empresas y manejando un discurso revolucionario que ha estimulado a las masas obreras a entrar en acción para defender sus puestos de trabajo. No obstante, esta lucha de los trabajadores no se ha quedado circunscrita a las fronteras venezolanas y, prácticamente, en todo el continente se ha dado la pelea por la recuperación de las empresas cerradas y abandonadas por los capitalistas. No hay que olvidar el movimiento de empresas recuperadas de Argentina, que ya tiene más de diez años en un enfrentamiento heroico contra los empresarios y el Estado burgués, o en Brasil, Uruguay, Paraguay, Bolivia, etc. Hasta en la ciudad de Chicago en EEUU, se dio la toma de una empresa después de 70 años. El proceso de toma de empresas y la lucha por el control obrero no  hace más que evidenciar el nivel de conciencia que han venido alcanzando los trabajadores en Latinoamérica en una lucha que, normalmente, comienza por la supervivencia pero que, por sus características, termina cuestionando la propiedad privada de los medios de producción, base del sistema capitalista, y dejando en claro que los explotados pueden dirigir las fábricas sin necesidad de los explotadores y mucho más eficientemente que ellos.  
La clase obrera latinoamericana, con sus más de 200 millones de integrantes, es una fuerza considerable que ha demostrado, a través de sus actuales combates, que está más que preparada para tomar el poder, acabar con el sistema capitalista y comenzar a construir el socialismo, inclusive en los países donde está siendo reprimida con más fuerza, como en Colombia, país donde para junio del año 2010 iban asesinados 31 sindicalistas para un total de cerca de 3.000 durante los últimos 10 años; o en México, Perú o Chile donde también sus gobiernos aplican, normalmente, políticas represivas hacia los trabajadores. Sólo falta que el proletariado tome el poder en uno solo de los países latinoamericanos para que el ejemplo se riegue por todo el continente como el fuego por la pradera.  
La actual crisis capitalista ha dejado una vez más en evidencia el empirismo de los dirigentes políticos de la burguesía y de sus teóricos. Sumidos en una situación que no comprenden y que se les ha escapado de las manos, sólo atinan a elaborar conjeturas sin ningún fundamento científico, a tratar de encontrar signos de recuperación, los llamados “brotes verdes”, donde sólo hay más especulación financiera, mientras, sin ninguna otra solución a la mano que no sea destruir puestos de trabajo y cargar sobre las espaldas de las masas el peso de la crisis, aguardan a que el tiempo cure las heridas y regrese las cosas a su lugar. La burguesía latinoamericana, más elemental y parasitaria que sus pares de los países desarrollados, no escapa a esta fórmula y cifra sus esperanzas en que los precios de las materias primas se mantengan relativamente altos y ello les permita retomar los índices de crecimiento que registraba la economía de estos países hasta finales del año 2008. La CEPAL hizo pronósticos de un crecimiento en torno a un 4,1% para 2010: “Lo peor de la crisis ha quedado atrás. Los motores del crecimiento ya se encendieron nuevamente, pero no se sabe cuánto nos durará el combustible” advirtió Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL…13 Un informe similar realizado por la ONU da cifras más conservadoras en cuanto al crecimiento pronosticado para este año para la región pero no por ello es menos empírico que el primero: “El Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU (UNDESA) difundió en Naciones Unidas el informe titulado “Situación y perspectivas económicas globales para 2010”, que indica que la media de crecimiento de América Latina y el Caribe será del 3,4%. Los expertos de la ONU atribuyen el declive de la economía de la región en 2009 a la disminución de la demanda externa, a la bajada de los precios y a la contracción del consumo e inversión privados. La fuerte caída en las remesas que envían los trabajadores a México, Centroamérica y el Caribe agravó la disminución en la demanda del consumo… Para 2010 anticipan que la recuperación económica global continuará debido, en gran parte, a que los precios de las materias primas también lo harán, así como a una mayor demanda externa (especialmente de Asia) y a las medidas en estímulos fiscales que apoyen las economías nacionales… Brasil, para el que se pronostica un aumento de su economía del 4,5% este año. Así prevén que la economía de México crezca un 3% en 2010, revirtiendo el descenso del 7% de 2009”.14
Evidentemente, en el mundo de las suposiciones todo es válido, y si es posible pronosticar crecimiento económico, en función de éste, también se puede pronosticar una disminución del desempleo. “El informe de la OIT dice que si se cumplen las previsiones de crecimiento económico de 4,1% (CEPAL), en 2010 habrá un ligero descenso de la tasa de desempleo urbano regional, a 8,2%. Agrega que si bien será una evolución positiva, no alcanzará para reducir el número total de personas afectadas por la falta de trabajo, que se mantendría en torno a 18 millones. Es probable que la gente termine realizando trabajos poco productivos en el sector informal, de modo que es posible que el verdadero impacto de la crisis en la pobreza se haga visible este año, al tiempo que aumentarán en cuatro millones los latinoamericanos que viven en pobreza extrema”.15 Sólo buenos deseos pueden presentar los capitalistas aunque al final deban reconocer que no serán capaces de hacer disminuir el desempleo y que, por el contrario, incrementarán el número de personas viviendo en la extrema pobreza.

A pesar de los anuncios halagüeños de las instituciones económicas del capitalismo, en el año 2010 las desigualdades sociales continuaron profundizándose. Como veíamos en el punto anterior, hasta los pronósticos más optimistas de los propios voceros del sistema anticipaban un mantenimiento del desempleo y un aumento de la pobreza extrema. Si el año 2009 estuvo marcado por conflictos sociales y laborales a lo largo y ancho del continente, las perspectivas para el 2010 no eran mucho mejores y estuvieron caracterizadas por una intensificación de la lucha entre explotados y explotadores, tal como se pudo apreciar en Venezuela y Chile, principalmente. Desgraciadamente, esta disposición a la lucha y al cambio por parte de las masas latinoamericanas, en medio de una situación claramente revolucionaria, no ha encontrado el cauce adecuado y la mayoría de los gobiernos reformistas que accedieron al poder aprovechándose de ello, como era de esperar, no han sido capaces de dar respuestas a las necesidades más sentidas del pueblo, con lo cual, también han comenzado a preparar el terreno para un posible retorno de la derecha al gobierno.  Chile ha sido el ejemplo más relevante.         
Si bien existe un sentimiento revolucionario en las masas latinoamericanas que se extiende por casi toda la región ante un sistema capitalista que hace mucho que dejó de satisfacer sus mínimas necesidades, los tiempos de la revolución varían de país en país de acuerdo con las condiciones objetivas de cada uno. Es posible establecer, a modo de ejercicio de síntesis, tres bloques respondiendo al momento por el que pasa la lucha de clases en cada uno de ellos. Un primer grupo en el que se encuentran aquéllos donde han comenzado procesos revolucionarios o tienen gobiernos que se autodefinen como izquierdistas y que con sus políticas han propiciado una mayor confrontación entre las clases, como es el caso de Venezuela, Bolivia, Ecuador y, en menor medida, Nicaragua. Los gobiernos de estos países, con Chávez a la cabeza, se han agrupado en el ALBA (Alianza Bolivariana de las Américas) para tratar de desarrollar un modelo económico de integración con la intención de que prevalezca “lo social sobre lo mercantil” e impulsar a lo interno el llamado socialismo del siglo XXI.
A pesar de todas las buenas intenciones de sus mentores, la realidad está poniendo de manifiesto que estos proyectos no han roto con la lógica reformista, en la cual se plantea la eliminación gradual del capitalismo, el denominado etapismo, mientras se mantienen las relaciones de producción capitalista, y se busca el apoyo de unos supuestos empresarios “nacionalistas” y progresistas en desmedro de los verdaderos productores de riqueza: los trabajadores. Después de unos años en que se ha impuesto esta estrategia, la mayoría de estos gobiernos dan la impresión de encontrarse dando vueltas en círculos sin saber muy bien cómo terminar de resolver la ecuación revolucionaria. La crisis capitalista, evidentemente, le ha puesto plomo en el ala a los intentos desestabilizadores de una burguesía que presenta como paradigma un sistema fracasado, pero también ha significado un duro golpe para el proyecto que intenta construir el socialismo respetando las relaciones de producción capitalista. Lo que ha impulsado económicamente hasta ahora a este modelo provenía de los altos precios de los combustibles fósiles, básicamente, del petróleo venezolano, y en menor medida del gas boliviano, lo que en Venezuela se denominó “el socialismo petrolero”. La crisis acabó con los precios altos y dejó al desnudo un proyecto inviable a mediano y largo plazo, que ha generado, en el caso venezolano, una inflación acumulada para el año 2010 de 26,9%, la más alta del mundo.
Otro elemento negativo para la revolución, que se ha ido asentando en la medida en que los procesos se prolongan en el tiempo, es la casta burocrática que parasita en el Estado, que sigue siendo un Estado capitalista, a pesar de las denominaciones que se quieran utilizar. Mientras se mantiene y fortalece el aparato del Estado burgués, merced a las políticas reformistas, este sector gana confianza en sí mismo y sus estratos superiores, lo que se podría denominar la alta burocracia, comienzan a jugar un papel contrarrevolucionario al identificar sus intereses con los de la burguesía.
El principal y común problema en estos tres procesos reside en el hecho de que, al no haber profundizado la revolución, expropiando a la burguesía y acabando con el Estado burgués, el peligro de la contrarrevolución se mantiene latente, como se acaba de ver en las recientes elecciones legislativas de Venezuela del 26 de septiembre, y en el intento de golpe de Estado en Ecuador del 30 de septiembre. En Venezuela, a pesar que el PSUV obtuvo una mayoría de diputados, la reacción lo sobrepasó en cantidad total de votos, y de mantenerse esta tendencia de crecimiento de la reacción y de estancamiento o reducción de las fuerzas chavistas, la cual está basada más en las carencias de la revolución que en los méritos de las fuerzas escuálidas, no es descartable que en un futuro próximo la contrarrevolución intente un nuevo asalto al poder. En el caso de Ecuador pareciera estar transitando el mismo camino que recorrió la revolución bolivariana durante los años 2002 y 2003. Al igual que entonces, fueron las masas, en este caso las ecuatorianas, las que salieron en defensa de Correa y de la revolución, pero el hecho deja al descubierto que las fuerzas de la reacción, apoyadas desde EEUU, sin ninguna duda, continúan conspirando y buscando el mejor momento para derrocar a la revolución.
A pesar de todo esto, la correlación de fuerzas aún continúa siendo sumamente favorable para la clase obrera y las masas pobres revolucionarias. La actuación heroica de la población ecuatoriana para derrotar el golpe de estado, al igual que los más de 5 millones de votos del PSUV en medio de una situación en la cual continúan padeciendo muchas de las lacras que genera el capitalismo y que la revolución todavía no ha solucionado, son la mejor prueba de ello. Las masas no sólo han comprendido que es necesario cambiar el sistema, algo que ya se ha convertido en un asunto de vida o muerte, sino que es posible hacerlo y van a luchar por ello con todas sus fuerzas. Sólo falta un elemento en esta ecuación: que la clase obrera se dote de una dirección que comprenda el rol protagónico que ésta debe jugar para colocarse al frente de las masas y conducirlas a la victoria. En Venezuela, luego de casi 12 años de la revolución bolivariana, hay indicios en el movimiento obrero que nos permiten ser optimistas en cuanto a que pareciera haberse comenzado a caminar en ese rumbo, y si esto termina de concretarse, sin duda, será un magnífico ejemplo para el proletariado de Bolivia y Ecuador, en primer lugar, así como para el resto de la región.


Los otros bloques

 

En un segundo grupo de países podemos ubicar a aquéllos cuyos gobiernos, definidos como “progresistas” pero que no han abandonado su carácter burgués, llegaron al poder impulsados también por el sentimiento de cambio de las masas, amparados muchas veces en discursos seudo revolucionarios, pero cuyos programas y acciones no han pretendido en ningún momento una ruptura con las reglas de juego del capitalismo. Agrupados en el Mercosur, los gobiernos de Lula Da Silva en Brasil, el matrimonio Kirchner en Argentina, Tabaré Vásquez, primero, y José “Pepe” Mujica, luego, en Uruguay, Fernando Lugo en Paraguay, y Michelle Bachelet hasta comienzos de 2010 en Chile, la llamada “otra izquierda” o “izquierda responsable”, han aplicado medidas que han servido, en esencia, a las burguesías de sus respectivos países. Sin embargo, esas políticas se están agotando rápidamente y dejan al descubierto todas sus miserias como ocurre en Uruguay, donde ya el sector más avanzado del movimiento obrero está cuestionando fuertemente las políticas económicas del “guerrillero” presidente que plantea una reducción de los empleados públicos; o en Chile, donde la “socialista” Bachelet debió entregar el gobierno al derechista Piñera porque las masas no vieron grandes diferencias entre unos y otros y se cansaron de apostar por cambios que nunca llegaron.
Como decíamos en el comienzo de este punto, existe un tercer grupo de países en Latinoamérica cuyos gobiernos se encuentran perfectamente alineados con Washington y que tienen como función primordial representar y defender los intereses del imperialismo norteamericano en la región, principalmente, tratando de meter una cuña en los intentos unitarios que han surgido en los últimos años y conspirando contra los procesos revolucionarios que se hallan en desarrollo. Nos referimos específicamente a Perú y Colombia, a los cuales se ha unido en 2010 el Chile de Piñera. La mayoría de ellos han firmado tratados bilaterales de libre comercio con EEUU (los famosos TLC) o, como en el caso de Colombia, ya no sabe qué hacer para poder firmarlo. Al igual que ha ocurrido con Chile, al estar amarrados económicamente con EEUU, la crisis capitalista los ha golpeado más duro que a los demás, lo cual, evidentemente, ha tenido un efecto nefasto sobre sus respectivos pueblos. No obstante, la falta de una alternativa revolucionaria, sumada a la fuerte represión gubernamental, ha llevado a que una buena parte de las masas de estos países se abstenga de participar en política, como es el caso de Colombia donde Juan Manuel Santos, ex ministro de defensa del narcoparamilitar Álvaro Uribe, ganó la presidencia frente a un aguado Antanas Mokus. Esta situación de aparente apatía popular oculta una realidad explosiva de malestar y explotación entre las masas que, al igual que ocurre con los volcanes, puede estallar en cualquier momento, sólo necesitaría de una gota que rebasara el vaso de la paciencia o de un ejemplo a seguir, como que en alguno de los tres países donde se desarrollan revoluciones la clase obrera tomara el poder.


La revolución permanente en América Latina hoy

 

Como señalábamos al comienzo de este trabajo, en 2010 se cumplieron 200 años del inicio de la revolución independentista en América Latina. Al calor del ejemplo de la revolución francesa que dio al traste con el sistema de producción feudal reemplazándolo por el capitalista, las masas latinoamericanas se rebelaron casi en forma unánime a lo largo y ancho del continente contra el imperio español de la época. El 19 de abril de 1810 comenzó el desconocimiento de la autoridad colonial en Caracas, un mes después, el 25 de mayo, se repitió la historia en Buenos Aires, el 16 de septiembre se produjo el Grito de Dolores en México, y así en casi todo el continente. En poco tiempo toda la región fue un hervidero revolucionario contra un sistema basado en la extracción de materias primas que sólo servía para mantener a una clase parasitaria y decadente en la metrópoli europea y dejaba muy poco para los pueblos de las colonias.
La posterior guerra de liberación dio a la historia grandes gestas heroicas donde se demostró el valor y el espíritu revolucionario de las masas mestizas de estas tierras. En su mayoría, los líderes que encabezaron esta revolución continental, con Simón Bolívar como el más destacado de ellos, pronto comprendieron que la revolución no podía quedarse dentro de las fronteras de sus respectivas regiones, que si se quería triunfar había que extirpar el poder imperial de toda América, extender la revolución a todo el continente. Aunque estas revoluciones tenían un carácter democrático burgués, los objetivos planteados no pudieron llevarse a término con éxito en la medida que las relaciones capitalistas se mantuvieron. Sí, aquélla no era una revolución socialista, ni podía haberlo sido porque las fuerzas productivas de la época no estaban lo suficientemente desarrolladas para permitir un avance hacia el socialismo, pero no es menos cierto que un revolucionario como Simón Bolívar, de no haber tenido una muerte prematura, daba indicios en su pensamiento de haber podido evolucionar hacia posiciones socializantes, como sí lo hiciera su maestro Simón Rodríguez.
El triunfo de la revolución independentista se alcanzó luego de casi dos décadas de guerra, pero la victoria militar no trajo aparejado el triunfo de las ideas bolivarianas. El trabajo que generó la enorme riqueza que durante tres siglos estuvo saliendo como una hemorragia constante de América Latina, y que contribuyó en gran medida al desarrollo del capitalismo europeo, provino de la salvaje explotación de millones de trabajadores esclavos, indígenas, negros, criollos pobres, los mismos que más tarde vertieron generosamente su sangre para que la revolución venciera. Sin embargo, al igual que en la Francia revolucionaria, fue la naciente burguesía criolla, básicamente agrícola, la que se benefició del triunfo revolucionario para ocupar el espacio dejado por la aristocracia europea como clase explotadora. La nueva clase dominante, alentada por Inglaterra, principal potencia imperial de ese momento, se encargó de acabar rápidamente con el sueño de Bolívar y los otros líderes revolucionarios, de una América Latina unida en una sola y gran nación. El continente se dividió una y otra vez en decenas de pequeños Estados, con lo cual, también, se dividió a las masas latinoamericanas y se facilitó su dominación. Los antiguos esclavos se convirtieron en modernos obreros y campesinos, igualmente explotados bajo condiciones extremas, condenados a ser eternamente pobres y a ver morir a sus hijos de hambre y enfermedad.  
Luego de 200 años de capitalismo la situación, en términos de explotación, no ha variado mucho para los latinoamericanos, posiblemente, esté peor que entonces. En ese tiempo Inglaterra cedió su poder hegemónico a los EEUU, quienes se convirtieron en la principal potencia capitalista mundial, y ya llevan más de un siglo haciendo uso y abuso de su “patio trasero”. Sin embargo, como lo explicara Carlos Marx, las sociedades humanas y los sistemas económicos no escapan a las leyes de la dialéctica. Hoy, tal como ocurriera a finales del siglo XVIII con el sistema feudal, el sistema capitalista agoniza y se hace imprescindible, para la supervivencia de la especie humana e, incluso, de la vida en el planeta, remplazarlo por un sistema socio económico superior: el socialismo.
En aquella ocasión se luchaba contra el colonialismo europeo, hoy la lucha es contra el sistema capitalista y su brazo armado, el imperialismo norteamericano. Igual que en aquel entonces, la victoria pasa, como lo entendieron los libertadores, por la unificación de la lucha, por aplicar las tesis de la revolución permanente de Trotsky: las realizaciones de la revolución democrático nacional, tales como la reforma agraria, la resolución del problema indigena, la industrialización, la separación de la Iglesia del Estado, la industrialización, la defensa de los derechos democráticos del conjunto de la población, es una quimera bajo el dominio del capital. Por eso, aquel movimiento por la liberación nacional, que hoy continua con otras formas, sólo puede encontrar satisfacción en el marco del triunfo de la revolución socialista. El programa de Simón Bolivar y de todos aquellos héroes podrá ser realidad aplicando su legado internacionalista y ligándolo a la lucha por el poder obrero. La revolución pendiente no es otra que la transformación socialista de la sociedad y debe ser continental. Igual que en aquel entonces, serán los esclavos actuales, los obreros y campesinos latinoamericanos, quienes están llamados a dar esta batalla por la liberación definitiva. En esto consiste la teoría de la revolución permanente que desarrollaría, casi un siglo más tarde, León Trotsky: “El triunfo de la revolución socialista es inconcebible dentro de las fronteras nacionales de un país. Una de las causas fundamentales de la crisis de la sociedad burguesa consiste en que las fuerzas productivas creadas por ella no pueden conciliarse ya con los límites del Estado nacional…. La revolución socialista empieza en la palestra nacional, se desarrolla en la internacional y llega a su término y remate en la mundial. Por lo tanto, la revolución socialista se convierte en permanente en un sentido nuevo y más amplio de la palabra: en el sentido de que sólo se consuma con la victoria definitiva de la nueva sociedad en todo el planeta”.16

Decir aquí que las condiciones objetivas para la existencia de una situación revolucionaria, tal como lo planteaba Lenin, se hallan presentes en América Latina, es repetir algo que ya se ha dicho muchas veces en los últimos tiempos. Estas condiciones se han presentado en numerosas ocasiones a lo largo de la historia reciente de la región en los distintos países en que se encuentra dividida, pero, como comentábamos en el punto anterior, en muy pocas se han dado generalizadamente en todo el continente como está ocurriendo en la actualidad. Evidentemente, el hecho de que se encuentren de una forma generalizada no quiere decir que en todas partes tengan el mismo nivel de desarrollo, mientras en algunos países todavía están verdes, en otros, como Venezuela, de tan maduras podrían comenzar a podrirse. Quién puede dudar que a la burguesía le está resultando sumamente difícil conservar su poder político, el cual, inclusive, ya ha perdido en algunos países como Venezuela, Ecuador y Bolivia, mientras en donde gobierna abiertamente, como en Colombia, Perú, México o Chile, debe recurrir con regularidad a la represión para controlar a unas masas que cada día le pierden más el respeto.
La actual crisis capitalista sólo ha venido a resquebrajar aún más el ya de por sí debilitado poder de una clase dominante que siente como éste se le ha ido escapando entre los dedos. Por su parte, la clase media, merced a la degeneración acelerada que sufre el sistema capitalista desde hace un buen tiempo, se ha ido proletarizando paulatinamente, y hoy en día se puede decir que padece muchos de los males que antes eran exclusivos de la clase obrera. La habitual fidelidad de estos sectores a la burguesía también se encuentra en entredicho. Finalmente, la gran cantidad de conflictos sociales y laborales que han venido en aumento en la mayoría de los países latinoamericanos, producto de unas condiciones de vida que se han vuelto insoportables, unido esto a las revoluciones en desarrollo en Venezuela, Ecuador y Bolivia, al alzamiento popular en Honduras, etc., es un claro indicativo de que las clases explotadas han llegado al límite de su paciencia y se están rebelando a favor de un cambio social. Como decía Trotsky, las masas todavía no saben muy bien lo que quieren pero sí están claras en lo que no quieren.  
 Con unas condiciones objetivas tan favorables, con un capitalismo agonizante a nivel mundial, con un imperialismo debilitado y empantanado militarmente en el Medio Oriente, con un espíritu y una disposición al combate de las masas como pocas veces se ha visto, con una poderosa clase obrera en movimiento que en numerosas partes del continente ha puesto a producir bajo control obrero las empresas cerradas por los capitalistas, se hace difícil de comprender el hecho que la revolución socialista todavía no haya triunfado en América Latina. Parafraseando lo dicho por Trotsky respecto a la revolución española de los años treinta, las masas venezolanas, ecuatorianas y bolivianas, por sólo mencionar los puntos donde la revolución está más avanzada, han podido tomar el poder no una sino numerosas veces en esta última década. Sin embargo, esto no ha ocurrido y las causas no hay que buscarlas, como dicen los sectarios y los reformistas, en su baja conciencia. No, la clase obrera y los sectores más avanzados de los campesinos y los pobres urbanos se han cansado de demostrar hasta la saciedad que si algo les sobra es conciencia. La razón de esta demora en el triunfo hay que buscarla en la ausencia del factor subjetivo, de una organización marxista de masas con una estrategia decidida para tomar el poder, expropiar a los capitalistas y establecer las bases de una auténtica democracia obrera. Gobiernos reformistas se hallan al frente de las tres revoluciones que se desarrollan en este momento en Latinoamérica, cada uno con sus características particulares, pero todos con una concepción etapista que ralentiza la revolución hasta niveles sumamente peligrosos. Como hemos venido recalcando una y otra vez a lo largo de este trabajo, la falta de una dirección revolucionaria, con un programa y un método marxistas, ha privado hasta la fecha a los pueblos latinoamericanos de sacudirse de una vez y para siempre el sistema capitalista y encender la mecha de la revolución mundial. Después de más de 70 años de haber sido escrito por Trotsky, el análisis que éste hacía en “El Programa de Transición” de la situación de aquel momento, tiene hoy plena vigencia: “La situación política mundial del momento, se caracteriza, ante todo, por la crisis histórica de la dirección del proletariado…La economía, el Estado, la política de la burguesía y sus relaciones internacionales están profundamente afectadas por la crisis social que caracteriza la situación pre-revolucionaria de la sociedad. El principal obstáculo en el camino de la transformación de la situación pre-revolucionaria en revolucionaria consiste en el carácter oportunista de la dirección proletaria, su cobardía pequeño-burguesa y la traidora conexión que mantiene con ella en su agonía…En todos los países el proletariado está sobrecogido por una profunda inquietud. Grandes masas de millones de hombres vienen incesantemente al movimiento revolucionario, pero siempre tropiezan en ese camino con el aparato burocrático, conservador de su propia dirección”.  
No puede haber duda que en este momento la principal tarea de los marxistas revolucionarios debe ser dedicar sus mayores y mejores esfuerzos a la construcción de la dirección y la organización revolucionarias que permita a la clase trabajadora cumplir con su tarea histórica de acabar con el capitalismo y construir la nueva sociedad socialista, en América Latina y el resto del mundo.

 

NOTAS

 

1. “Durante los 80, los salarios reales disminuyeron generalmente, aunque en los años 90 experimentaron resultados variados, aumentos muchas veces seguidos por caídas. En el caso de Argentina, a partir de mediados de los 90s, los salarios reales no llegaron ni al 60% del nivel de mediados de los años 70, cuando comenzó el cambio a la política neoliberal. En el caso de México, los salarios reales manufactureros todavía están alrededor del 70% del nivel de 1980. El nivel general del desempleo urbano en América Latina era 7,3% en 1990, pero creció a 10,8% en general en 2003, con casos como Argentina creciendo de 7,4% en 1990 hasta 19,7% en 2002, o Colombia, de 10,5% en 1990 creciendo hasta 17,6% en 2002. (ECLAC, 2004); los dos son ejemplos de países más industrializados. El nivel general de miseria en América Latina era 40,5% en 1980 y después creció hasta 48,3% en 1990, pero después cayó hasta 44% en 2002 (ECLAC, 2004). Aunque el nivel de miseria en las áreas rurales experimentó un comportamiento parecido, los resultados están lejos de ser alentadores: el nivel de miseria era 59,9% en 1980, creció hasta 65,4% en 1990, y después mejoró y estaba en el 61,8% en 2002. También había un patrón parecido para los niveles de indigencia: de 18,6% en 1980, creciendo hasta 22,5% en 1990 y después cayendo hasta 19,4% en 2002. Asociado con el problema de la miseria, había un aumento destacable del empleo informal con salarios más bajos e ingresos menos estables, especialmente evidente durante las crisis. Por ejemplo, en el Gran Buenos Aires, el empleo informal alcanzó un 38% de todo el empleo en 1999, y se estima que estos trabajos tienen ingresos de 45% menos que el empleo formal (Rapoport, 2000: 1021). Es común que los economistas ‘mainstream’ sostengan que las reformas neoliberales causarían un boom de crecimiento, que causaría inicialmente un aumento de desigualdad, pero con el efecto ‘trickledown’ debería reducir la desigualdad con el paso del tiempo. Al examinar tales cambios en América Latina desde mediados de los años 80 hasta 2002-2003, se vio que había una tendencia clara de aumento de desigualdad, aunque con algunas excepciones, como Colombia y la República Dominicana. Aumentos destacables de desigualdad del ingreso ocurrieron en Costa Rica, México, Venezuela y Argentina; siendo este último el más notable, por ejemplo, el más alto decil tenía el 30,9% del ingreso nacional en 1980 y creció hasta el 40,7% en 2002”.
    http://www.sep.org.br/artigo/_951_645ed94e898764e2158e66471cb78be6.pdf?PHPSESSID=93c69bf512f15aacfd4cac3a9c

2. América Latina tiene la mayor brecha social de todas las regiones del mundo. En esta región, el 5% más rico recibe el 25% del ingreso nacional, mientras que el 30% más pobre recibe menos del 7,5%. El 10% más rico de la población de la región tiene un ingreso que es 84 veces mayor que el del 10% más pobre… De acuerdo con las cifras de CEPAL, 43,5% de la población latinoamericana estaba bajo la línea de pobreza en 1997, una reducción significativa con respecto a los 48 puntos porcentuales de 1990. Sin embargo, en 1999 el índice aumentó a 43,8%, lo que representa 211 millones de personas. Mientras, la extrema pobreza o indigencia disminuyó de 22,5% en 1990 a 19% en 1997 y a 18,5% en 1999. Este último porcentaje equivale a 89 millones de latinoamericanos”.
    http://guiactual.guiadelmundo.org.uy/noticias/noticia_80.htm
3. El caso de Chile es la prueba más clara de que la pobreza no se reduce automáticamente con el crecimiento económico, señaló el director ejecutivo del Fondo de Solidaridad e Inversión Social de Chile (FOSIS), Mario Ossandón. Desde 1996, ‘la indigencia no ha bajado y se mantiene en torno al 5,7%. Chile sigue creciendo, sigue diminuyendo la pobreza, pero la extrema pobreza se mantiene absolutamente estática’, comentó”.
    http://guiactual.guiadelmundo.org.uy/noticias/noticia_80.htm

4.  http://www.thedialogue.org/PublicationFiles/Politica%20Social%20Sintesis%20No%201%20Pobreza%20y%20Desigualdad%20en%20America%20Latina.pdf
5.  http://www.ideas4solution.net/archives/282. El mismo informe de la CEPAL señala que la región sufrió una contracción en su crecimiento de 1,8%, lo que implica una caída del PIB de alrededor de 2,9% por habitante, siendo México, Centroamérica y el Caribe donde la caída fue mayor, aunque también cayeron las economías de Chile, Ecuador, Paraguay y Venezuela. Las exportaciones e importaciones también reflejan la caída económica. “Las exportaciones totales de América Latina y el Caribe cerraron 2009 con una caída de 24% en valor con respecto al año anterior a causa de la crisis internacional… la CEPAL señala además que las importaciones cayeron 25% en valor.  Aunque tanto las exportaciones como las importaciones muestran una disminución importante, es menor a la observada al cierre del primer semestre de 2009 (-31% y -29%, respectivamente)… La contracción de 24% en el valor de las exportaciones de la región representa una caída combinada de 15% en precios y 9% en volumen… Esta reducción simultánea, tanto en precio como en volumen, no tiene precedentes en la historia reciente. Para encontrar una situación similar hay que retroceder hasta 1937… La recuperación económica observada durante el último trimestre de 2009 se debe, entre otras causas, al repunte parcial de los precios de varios productos básicos, como el cobre, zinc, petróleo, trigo y soja y a los elevados niveles de demanda que China ha mantenido desde el segundo trimestre de ese año… la caída fue de 42% para Venezuela y 32% para los países andinos en su conjunto, ésta llegó a un 29% en el Caribe, a 22% en México y Chile y sólo a un 6% en Centroamérica (excluido México). En tanto, la caída en las importaciones en 2009 es similar a la ocurrida durante la crisis de la deuda externa de 1982. Aquí las diferencias entre países y subregiones también son importantes: -35% en los países del Caribe, -32% en Chile, -22% en México y -26% en América del Sur.
  ”http://www.eclac.org/cgibin/getProd.asp?xml=/prensa/noticias/comunicados/1/38281/P38281.xml&xsl=/prensa/tpl/p6f.xsl&base=/tpl/top-bottom.xsl
6.  http://www.infolatam.com/entrada/america_latina_inversion_extranjera_cayo-18509.html7.  Sin embargo, la crisis económica, según algunos analistas al servicio del capital, no sólo trajo malas noticias, y con todo el cinismo del mundo anuncian que gracias a ella cayó la inflación en casi todo el continente americano, sobre todo, porque la gente tuvo menos dinero para invertir en comida, vivienda, educación, etc. “La crisis económica mundial ayudó en 2009 a los países de América Latina a contener la inflación a unos niveles en algunos casos no vistos desde hacía décadas, con tasas negativas incluidas en Chile, Guatemala y El Salvador y las excepciones de Argentina y, nuevamente, Venezuela. Las economías de la región vivieron una reducción de sus respectivas tasas de inflación respecto a 2008 particularmente gracias a la contención de los precios de los alimentos como consecuencia de las turbulencias económicas que se prolongan desde 2008 y que afectaron el consumo. Además de la alimentación, otros rubros que contribuyeron a mantener bajos los precios fueron las comunicaciones, el transporte, la cultura y la vivienda, mientras que, en general, en la región subieron por encima de la media, otros como el de restaurantes y la educación. Sin embargo, mientras que en Chile y Guatemala la inflación registró una tasa negativa y en Bolivia, Perú y Nicaragua fue incluso menor al 1%, en Argentina se situó en el 7% y en Venezuela volvió a dispararse al 25,1%, porcentaje menor al de los años anteriores, pero el único en la región con dos dígitos… En Argentina, con la segunda mayor tasa inflacionaria de la región y apenas dos décimas por debajo del 7,2% de 2008… Chile vio en 2009 bajar los precios un 1,4%, su primera deflación desde hace 74 años, en comparación con el incremento del 7,1% del año anterior. Para el Gobierno, esto supuso que "los salarios de los chilenos tienen un mayor poder de compra y eso es bueno para el bolsillo y es bueno para las familias"… En Centroamérica, la inflación también estuvo inusualmente contenida, con índices del 0,93% en Nicaragua, el 2,4% en Panamá, el 3% en Honduras (su tasa más baja desde 1987) y el 4,05% en Costa Rica (la menor en la última década)… Uruguay, con una inflación del 5,9%. El resto estuvo por debajo de ese nivel, incluidas las dos mayores economías de la región: Brasil y México, cuyos indicadores subieron un 4,31 y un 3,57%, respectivamente. En Brasil se ubicó un poco por debajo de la meta que el Gobierno se había impuesto para el año, que fue del 4,5% con dos puntos porcentuales de margen, gracias a la caída de algunos alimentos básicos en la dieta del brasileño como el arroz, el fríjol y hasta la carne. En México fue la menor desde 2005 y se situó por debajo de las expectativas de los expertos. En la región andina, dos países estuvieron cerca de una tasa 0: Perú, con un alza de apenas 0,25%, y Bolivia, con un 0,26%. En Colombia se registró una inflación de 2%, la cifra más baja desde hace 54 años, mientras que en Ecuador se situó en 4,31%. En Paraguay el Índice de Precios al Consumidor se incrementó tan sólo un 1,9%, el menor porcentaje en cuatro años”
     (http://www.infolatam.com/entrada/america_latina_logro_contener_los_precio-18487.html). La causa de la caída de la inflación hay que buscarla en las tendencias deflacionarias que se vienen viendo desde el año 2008 en los mercados de los alimentos y de la energía sumado esto a una menor demanda interna de bienes.
8.  http://www.infolatam.com/entrada/cepaloit_un_millon_de_desempleados_mas_e-14395.html
9. http://www.oit.org.pe/index.php?option=com_content&view=article&id=2362:oit-presento-panorama-laboral-2009-de-america-latina-y-el-caribe&catid=117:ultimas-noticias&Itemid=130510. http://www.infolatam.com/entrada/latinoamerica_la_crisis_financiera_se_co-18347.html
11. http://www.tusalario.org/paraguay/Portada/informes-laborales/el-poder-de-compra-del-salario-minimo-aumento-5-46-en-el-ultimo-ano. La situación es tan dramática que hasta los directivos las organizaciones mundiales del sistema capitalista deben reconocer el fracaso de su propio sistema: “El director regional de la OIT, Jean Maninat, expresó que se ha incrementado en la región el trabajo informal (sin protección social, ni derechos laborales), una forma de trabajo ‘que sigue siendo una forma de refugio frente al desempleo’. ‘De cada diez empleos que se crearon (en 2009), seis fueron en el sector informal’, puntualizó Maninat al insistir en que el mercado laboral de la región ‘se caracteriza por su alta informalidad’. Maninat subrayó que ‘antes de la crisis ya había otra crisis, de pobreza, de informalidad y de subempleo, de desarrollo insostenible y de déficit de trabajo decente’. Por ello, Maninat recomendó que los Estados de la región pongan el empleo ‘como centro de las políticas económicas’ y fomenten el diálogo social y la creación de empresas sustentables dado que ‘la mano invisible del mercado no es suficiente para que haya desarrollo de empresas sustentables’”
       (http://www.eclac.org/cgibin/getProd.asp?xml=/prensa/noticias/comunicados/0/38080/P38080.xml&xsl=/prensa/tpl/p6f.xsl&base=/tpl/top-bottom.xsl)
12.  http://www.infolatam.com/entrada/onu_el_crecimiento_en_america_latina_y_c-18570.html

13.  “La reactivación será más notoria en América del Sur y Centroamérica (excluyendo México), que alcanzarían el próximo año tasas de crecimiento de 4,7% y 3,0%, respectivamente, mientras que en El Caribe el repunte sería menor (1,8%). Según las proyecciones de la CEPAL, Brasil encabezará la lista de los países que más crecerán en 2010, con una expansión estimada de 5,5%. Le seguirán Perú y Uruguay (5% cada uno), y Bolivia, Chile y Panamá (4,5%), mientras que Argentina y Suriname crecerán 4,0%. México, en tanto, crecerá 3,5%, al igual que Costa Rica y República Dominicana. El informe señala que la salida de la crisis ha sido más expedita gracias a un conjunto de políticas contracíclicas que permitieron enfrentar eficazmente las turbulencias externas, como la reducción de las tasas de interés, el aumento en la participación crediticia de la banca estatal, la expansión del gasto público y la aplicación de una variada gama de programas en el área social relacionados a subsidios al consumo e iniciativas de apoyo a las familias pobres. Para 2010, las mejores expectativas de crecimiento y el alza en los precios de algunos productos básicos que la región exporta permitirían un aumento en los ingresos públicos de la región, con la consecuente mejoría del saldo fiscal… El informe agrega que el crecimiento de la economía permitirá también un aumento de la tasa de ocupación y probablemente una mejora de la calidad del empleo. Se estima que la tasa de desempleo podría bajar hasta cerca de un 8% en 2010, situándose así a medio camino entre los niveles pre y post crisis, lo que tendría, a su vez, un efecto positivo sobre los indicadores de pobreza”. (http://www.iadb.org/comunicados-de-prensa/2010-12/spanish/bid-destaca-la-solidez-de-las-economias-de-america-latina-y-el-caribe-8900.html)

14. Al finalizar el año 2010, un nuevo informe, esta vez del BID, confirmaba que el crecimiento experimentado en algunas economías latinoamericanas, básicamente, las exportadoras de alimentos, como es el caso de Argentina, Paraguay, Uruguay y Brasil, se debió, fundamentalmente al aumento de la demanda de dichos productos en China e India.  “En su informe de fin de año al Directorio Ejecutivo del BID, el presidente Luis Alberto Moreno destacó que a pesar de la devastación causada por los terremotos ocurridos en Haití y Chile y otros desastres naturales que azotaron Guatemala, Colombia, Ecuador, Venezuela y Brasil, la región sorteó con relativo éxito los efectos de la crisis. ‘Al cerrar el 2010, el pronóstico de crecimiento de América Latina y el Caribe es mayor que el de las economías desarrolladas; las instituciones financieras, monetarias y fiscales son mucho más sólidas que dos décadas atrás; los recursos naturales que demanda el mundo son abundantes en nuestra región; y la política social ha dado cuenta de avances importantes a través del uso de herramientas cada vez más efectivas’, señaló”.
15. http://www.oit.org.pe/index.php?option=com_content&view=article&id=2362:oit-presento-panorama-laboral-2009-de-america-latina-y-el-caribe&catid=117:ultimas-noticias&Itemid=1305

16. La revolución permanente, León Trotsky

 

La crisis de la economía capitalista ha destapado la Caja de Pandora en la lucha entablada entre las principales potencias por los mercados mundiales aumentando exponencialmente las tensiones interimperialistas. Una muestra tangible de ello es la tendencia irresistible hacia el proteccionismo económico, en forma de devaluaciones competitivas, que se manifiesta con fuerza al calor de la escalada recesiva: “Japón, Suiza, Estados Unidos, Corea del Sur, Reino Unido y Brasil han aplicado recientemente medidas —con intervenciones directas o de forma más sibilina— que ponen de manifiesto que esos países ven las monedas como una forma menos dolorosa de resolver sus problemas económicos. El dólar, por ejemplo, se ha infravalorado más de un 15% con respecto al euro desde junio del 2010, especialmente después de que la Reserva Federal —el banco central norteamericano— avanzara nuevas medidas extraordinarias. La rebaja de tipos combinada con nuevos fondos para comprar deuda pública en Japón para detener la escalada del yuan han desatado definitivamente las hostilidades”. “¡Es la guerra! La pugna entre países por mantener baja la cotización de sus divisas amenaza con retrasar la recuperación de la economía mundial”.  Este era el titular de portada del especial Negocios del diario El País del domingo diez de octubre del 2010.


Cambios de fondo en las relaciones internacionales

 

La clase dominante que dijo haber aprendido de manera definitiva las lecciones del crack de 1929 y que no cometería los mismos errores se está comportando de una manera similar a como lo hizo entonces, protegiendo cada cual su economía y su mercado interno a través de diferentes formas de proteccionismo. Las tremendas medidas de estímulo económico y ayudas a la banca y las grandes empresas que han consumido en apenas unos años la cuarta parte del PIB mundial, han resultado insuficientes para frenar la crisis de sobreproducción. Ha bastado la amenaza de una nueva marea recesiva para que se haya instalado en la economía capitalista el lema “sálvese el que pueda”: “Todos contra todos. Ricos contra pobres. EEUU y la UE elevan sus presiones sobre China. Pobres contra ricos: China no se da por aludida y el resto de emergentes elevan la escala de su intervención a pesar de las amenazas. Ricos contra ricos: Alemania se queja de que EEUU sigue inundando de liquidez su economía y acaba haciendo lo mismo que tanto critica, devaluar. Y pobres contra pobres: los países emergentes, asiáticos y latinoamericanos se ven obligados a competir en los mercados para ir más allá en ese carrera por devaluar, por ganar de esa manera, fuertes dosis de competitividad, por imponer controles de capital . Hasta ahora se trata de escarceos, apenas de las primeras hostilidades...” (Ibíd., pag. 5. Claudi Pérez). En esta pugna de todos contra todos, los auténticos pesos pesados, EEUU, Japón, Alemania o China, luchan de una forma cada vez más descarnada por hacer prevalecer sus intereses al resto. El fracaso de las cumbres del G-20 son una expresión de ello.
La crisis orgánica del capitalismo se está revelando claramente en el relativo declive de las grandes potencias. En este sentido es patente la pérdida de influencia y peso de  la Unión Europea en la medida que el centro mundial lleva desplazándose hacia el Pacífico desde hace décadas y cuyos países más fuertes que conforman el eje decisivo y dominante, Alemania principalmente y Francia a la zaga, tratan de mantener su influencia en el escenario mundial rodeándose del resto de países que hoy conforman la UE de los 27. La Unión de 27 estados muestra el intento de superar esta debilidad, no su fortaleza. Por otro lado, la desintegración del estalinismo ha balcanizado Europa todavía más, configurando uno de los escenarios del planeta donde se expresan de manera más acusada las tensiones entre las potencias. La lucha por los recursos naturales del Cáucaso, la guerra y división  de Yugoslavia, las tensiones en Georgia, en Chechenia, son elocuentes. Asistimos igualmente al ocaso lento y convulso del imperialismo americano que, liderando al mundo capitalista en todos los terrenos, está acumulando ingentes desequilibrios que ponen en riesgo su posición hegemónica. La pérdida de las guerras de Iraq y Afganistán, sus dificultades en Oriente Medio —una zona estratégica de primer orden—, la creciente pugna por los mercados mundiales con China y Alemania, la revolución desatada en Latinoamérica, han puesto a prueba las debilidades actuales del imperialismo estadounidense. Igualmente vemos el declive de Japón con un estancamiento económico que se prolonga por más de dos décadas.  
Lo que algunos ven como la configuración de un mundo multipolar “más equilibrado” con la formación de nuevos bloques de poder como el conformado por China, Rusia, India y Brasil (BRIC) no es sino el reflejo de la crisis, la decadencia del capitalismo y la agudización de los antagonismos nacionales, sociales y bélicos en el mundo. Las grandes potencias van a luchar con determinación por su puesto en el escenario mundial y eso va a ser una fuente creciente de conflictos, tensiones y ruptura de todos los equilibrios internacionales. El aumento de la carrera armamentística, hasta alcanzar los niveles más álgidos de la guerra fría, dan fe de ello. Los gastos globales de defensa en 2009 fueron de 1 billón 563.000 millones de dólares en comparación con el billón 50.000 millones del año 2000, es un aumento cercano al 50%. Por primera vez esa cifra ha sobrepasado el billón 550.000 millones de dólares que gastó todo el mundo en plena Guerra Fría, en 1988, cuando los ejércitos regulares de docenas de países se integraban en los campos de la URSS o de EEUU.
La lista de enfrentamientos es larga y se ampliará en el próximo periodo. El imperialismo americano ha lanzado una fuerte campaña de presión contra China para que revalúe el yuan, en un intento de tener las manos libres en las zonas donde sus intereses chocan. El antagonismo entre EEUU y China es una muestra de este nuevo escenario, pero no es la única. Entre Europa y EEUU, los viejos aliados, las escaramuzas han sido visibles en las últimas reuniones del G20 sobre decisiones estratégicas en materia económica, las tensiones provocadas por la guerra de Iraq (donde salvando a Gran Bretaña, los europeos no jugaron ningún papel), o más recientemente a causa de la guerra de Afganistán: las exigencias de más tropas europeas de la OTAN por parte estadounidense han chocado con la situación política que viven Alemania o Francia. Oriente Medio es otro foco de enfrentamiento, igual que el mercado del petróleo o la política de cambios de divisas internacionales. La depreciación del dólar y los ataques especulativos contra el euro, son una confirmación de que las contradicciones interimperialistas aumentarán considerablemente en el próximo periodo, provocando más inestabilidad mundial.
Estados Unidos, como potencia capitalista más desarrollada, refleja el declive general del modo de producción capitalista. A lo largo de la historia hemos visto como el mantenimiento de un imperio y sus exigencias (auge del militarismo y gastos derivados del mismo, excesivo endeudamiento) conducía a la crisis y eclipse del mismo. Existen varios ejemplos. El apogeo de la influencia y poder militar del imperio español en los siglos XVI y XVII (guerra contra Inglaterra, Flandes,…) coincidió con sucesivas bancarrotas del estado y marcó el definitivo declive del feudalismo español. Ello condujo a desajuste fiscal, déficit, inflación, y una lenta decadencia bizantina durante tres siglos, que a su vez lastró el desarrollo industrial y colocó a la otrora potencia mundial en una posición de subordinación frente a Inglaterra o Francia.


Las relaciones interimperialistas tras la segunda guerra mundial

 

Tras la segunda guerra mundial, el fortalecimiento del estalinismo y el ascenso de los movimientos revolucionarios en los países coloniales, obligó a los diferentes poderes imperialistas a subordinar sus intereses al gigante norteamericano, baluarte de la reacción mundial. Los imperialistas tuvieron que disciplinarse y coordinarse política, económica y militarmente para evitar que continentes enteros cayeran en manos del estalinismo. Esta situación marcó las relaciones internacionales. Dos potencias, EEUU y la URSS, se equilibraron entre sí durante décadas. De esa correlación de fuerzas surgieron instituciones internacionales (OTAN, ONU, UE…) que ahora, ante el cambio provocado por la gran recesión mundial, están en crisis.
Con una política bolchevique por parte de la URSS, el capitalismo hubiera tenido sus días contados. Pero la burocracia estalinista buscaba mantener el status quo para asegurar sus privilegios y decidió repartirse durante décadas el mundo con el imperialismo norteamericano. Los estalinistas (coaligados con la socialdemocracia) no querían la revolución socialista pero, reiteradamente, la acción de las masas desbarataba sus planes y en muchas ocasiones les obligaba a ponerse al frente del movimiento. Donde las circunstancias les eran propicias, los estalinistas no dudaban en sabotear la lucha llevándola a la derrota. Cuando las condiciones eran adversas porque el impulso revolucionario ya había llegado demasiado lejos, la burocracia estalinista presionaba para que no se estableciese un Estado obrero sano, sino un régimen de bonapartismo proletario a su imagen y semejanza. Ese fue el caso de la revolución en el mundo colonial (China, Cuba, Mozambique, Angola…).y el modo en que se manifestó la teoría de la revolución permanente, como analizó en profundidad el marxista británico Ted Grant siguiendo los planteamientos elaborados por León Trotsky.
La existencia de la URSS, y sobre todo, la presión de las masas buscando una vía hacia la revolución socialista, con una situación objetiva enormemente favorable, distorsionaron las relaciones interimperialistas. Aunque la lucha imperialista por los mercados mundiales se ha mantenido ininterrumpidamente, la amenaza del estalinismo y el ascenso revolucionario en el mundo colonial produjo una mayor coordinación de las políticas para impulsar el comercio mundial entre las tres grandes potencias capitalistas (EEUU, Alemania y Japón) comandadas por EEUU. Como subproducto, la burguesía europea que había vivido con pavor el estallido de la revolución socialista en los años de posguerra, una revolución que sólo pudo ser derrotada gracias a la política de colaboración de los Partidos Comunistas (Francia, Italia, Grecia…), también emprendió el camino de las reformas. La creación del llamado estado del bienestar, aprovechándose del auge de posguerra, perseguía contrarrestar la amenaza de la URSS y el peligro de revolución. Ese proceso dio lugar a la formación de la CEE y posteriormente de la UE, cuyos pasos más decisivos se produjeron a finales de los años ochenta, tras el colapso de la URSS, y la fuerte competencia del bloque americano (impulsado por el imperialismo estadounidense con los Tratados de Libre Comercio), y el bloque asiático, liderado por Japón y China.
La caída estrepitosa del estalinismo rompió el equilibrio de 40 años, dejando a EEUU como única superpotencia. La clase dominante norteamericana se emborrachó de éxito, creyendo que su poder era irresistible. Intervinieron en los Balcanes, Afganistán, Iraq, Somalia,…Las guerras de Iraq y Afganistán fueron consecuencia de esa sobreestimación de su poder por parte del imperialismo norteamericano. En otra época, intervenir militarmente en Oriente Medio hubiera provocado un enfrentamiento con la Unión Soviética. De hecho cuando intentaron ir demasiado lejos en el patio trasero de Rusia provocaron la guerra en Georgia, invadida por las tropas rusas para frenar la penetración estadounidense en el Cáucaso, históricamente su área de influencia. Moscú dijo basta, aplastando en pocos días al ejército georgiano armado por la OTAN.
El declive económico estadounidense, como vimos históricamente con otras potencias, viene acompañado de un auge de su militarismo y agresividad. Sin duda, asistiremos a una larga época de decadencia del imperialismo norteamericano. Lo que no podrán resolver mediante su potencia económica intentarán resolverlo con su potencia militar, creando nuevos y más profundos desequilibrios. Obama, pese a la demagogia que muestra convocando foros internacionales para el desarme nuclear, aprobó este año el presupuesto militar más grande de la historia estadounidense. No se preparan para un futuro de paz, sino de guerras.
Volvemos a una época más “tradicional” del imperialismo. Un periodo donde diferentes potencias luchan por el mercado mundial a través de guerras regionales, en las que pequeñas naciones son manejadas como marionetas de los intereses imperialistas. Una época que estará caracterizada también por la lucha entre las viejas potencias imperialistas en decadencia, que tratarán por todos los medios de mantener su posición dominante, contra las potencias capitalistas emergentes que buscan más presencia en el mercado mundial. Bandidos grandes y pequeños poniéndose de acuerdo para saquear el mundo y al mismo tiempo luchando entre sí por repartírselo nuevamente, tal como planteaba Lenin en su trabajo El Imperialismo fase superior del capitalismo.
Este nuevo intento de redistribuirse el mundo en esferas de influencia se da, como hemos explicado, en una época de declive general del sistema. Las contradicciones imperialistas antes de la primera guerra mundial, el choque entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la camisa de fuerza del estado nacional y la propiedad privada de los medios de producción, estallaron brutalmente en la guerra imperialista. Hoy es imposible un enfrentamiento directo entre las grandes potencias, pero sí a través de terceros. El mundo multipolar del que hablan los reformistas no es sino la expresión del auge de nuevas potencias imperialistas igual de depredadoras que Estados Unidos. Es en este contexto cuando las disputas entre China, como una nueva potencia imperialista en desarrollo, y los EEUU adquieren su auténtico relieve. Pero las contradicciones se extienden a más países. China está frenando las condenas impulsadas por EEUU en el consejo de seguridad de la ONU contra Irán. Irán entra en contradicción con el imperialismo estadounidense por sus intereses como potencia regional pero al tiempo colabora con éste para repartirse el control de Iraq. Brasil se opone a la política del imperialismo norteamericano en Honduras, las bases estadounidenses en Colombia o a la intervención norteamericana en Haití, no por amor a la independencia nacional o la unidad latinoamericana, sino porque tiene sus propios objetivos hegemónicos en el continente. Rusia se opone frontalmente a las maniobras militaristas de los EEUU en su frontera occidental…
No obstante hay que ser cuidadosos a la hora de abordar esta discusión. Es un error afirmar, como se hace en determinados análisis, que la supremacía política y económica estadounidense está amenazada a corto plazo. Ciertamente, EEUU ha pasado de primer acreedor mundial a primer deudor, lo que refleja su decadencia, pero sigue conservando un músculo económico y militar que ninguna otra potencia puede, por el momento, desafiar frontalmente. Lo que resulta evidente es que la situación objetiva del imperialismo estadounidense es radicalmente diferente a la de hace sesenta años. En 1945 salía victorioso de una guerra devastadora controlando el 60% de la producción industrial mundial, un 32,4% del comercio mundial, más del 80% de las reservas de oro y con una perspectiva de desarrollo extraordinario de sus fuerzas productivas. Hoy el escenario es de depresión y declive.


El caso de wikileaks y las contradicciones en el interior de la clase dominante norteamericana

 

Las revelaciones de wikileaks, aunque parciales y sesgadas, han puesto al descubierto una parte importante de las maniobras del imperialismo norteamericano, así como la podredumbre general, la corrupción y la doble moral de la política burguesa en todo el mundo. La primera revelación en octubre de 2010 destapó la olla podrida de la guerra de Iraq, donde documentos oficiales mostraban los datos de la masacre imperialista y desvelaban las atrocidades cometidas por las tropas norteamericanas. Las segundas revelaciones en noviembre, desvelaban parte del entramado diplomático norteamericano. Difícil es creer que el tamaño de estas revelaciones sea consecuencia de que un soldado aislado (Manning) destinado en Iraq y contrariado con la guerra y sus mandos, se confabulara con otro individuo (Assange), hakeara computadoras y obtuviera tal tamaño de información que compromete públicamente la política del gobierno norteamericano. Esto parece más un cuento para consumo de inocentes, papilla del agrado de la opinión pública burguesa y pequeño burguesa, incluidos ciertos sectores de la izquierda.
¿A quién benefician estas revelaciones? La primera revelación de octubre de 2010 golpea directamente al Pentágono y al partido de la guerra en EEUU mientras que las segundas lo hacen a la diplomacia norteamericana, al intento de un sector de la burguesía norteamericana de recomponer el equilibrio diplomático de la época anterior.  El carácter de estas revelaciones refleja más que un triunfo de la libertad de expresión, la lucha soterrada de estos dos sectores que utilizan estos documentos como arma interna. Esta lucha expresa las divisiones internas de la burguesía norteamericana sobre cómo mantener su dominio sobre el mundo y cómo resolver la profunda crisis del capitalismo norteamericano. Los cables de Wikileaks son un barómetro de la crisis de la clase dominante norteamericana, enfrentada a un futuro que no esperaba. Como numerosos informes señalan, Obama y el departamento de Estado no controlan buena parte de los servicios secretos heredados de Bush que siguen bajo la tutela de sus antiguos amos. Estos últimos  apuestan, en América Latina, Asia u Oriente Medio por el uso abierto y creciente del poderío militar norteamericano para mantenerse como potencia dominante. Esa división de la clase dominante se puso de manifiesto claramente durante el golpe de estado en Honduras, donde el departamento de Estado y la embajada no tenían idea de lo que el Pentágono y la CIA estaban organizando junto al ejército hondureño —controlado y adiestrado por estos últimos— en sus preparativos para el derrocamiento de Zelaya.
No es la primera vez que secretos de Estado se hacen públicos y se utilizan como arma política interna en los Estados Unidos. El caso Watergate es el ejemplo más claro. La clase dominante publicitó parte de su corruptela interna para deshacerse de un personaje que, como Nixon, había escapado a su control. Los republicanos, que ya han ganado la mayoría en el Congreso de EEUU, ganarán de nuevo la presidencia e intentarán volver a los tiempos de Reagan con una política exterior agresiva. Las declaraciones en la prensa en junio de 2010 del General McChrystal comandante en jefe en Afganistan, con sus críticas y su público desprecio a Obama y Biden reflejan lo que piensa buena parte del sector más derechista del imperialismo. Estas divisiones en la clase dominante norteamericana, mientras el movimiento obrero no entre en la escena política, jugarán cada vez un papel más importante en la política tanto interna como externa de los Estados Unidos y por tanto en las relaciones internacionales.


El eje del mundo se desplaza hacia el Pacífico

 

Tal como planteó Trotsky en los años treinta del siglo pasado, el eje del mundo se está desplazando del Atlántico al Pacífico. Recientemente China superó a Alemania como primer exportador mundial. Pero la película no ha terminado: la burguesía norteamericana y las burguesías europeas pelearán con todos los medios para impedir que China les arrebate su supremacía económica. La naciente burguesía china, que se funde con la burocracia, necesita para desarrollarse del mercado mundial. Las crecientes inversiones chinas en África, Asia y Latinoamérica son muestra de esto.
La escalada entre China y EEUU se ha recrudecido, aunque ambos son económicamente interdependientes (buena parte de la deuda norteamericana está en manos chinas). La guerra de aranceles para productos como el pollo, neumáticos, tubos para la industria petrolera, acero, etc.; muestra en potencia la guerra comercial soterrada que se está librando entre ambos. Las provocaciones estadounidenses vendiendo armas a Taiwán y recibiendo con honores de jefe de Estado al Dalai Lama son una advertencia a los chinos de que la burguesía norteamericana no aceptará que se cuestione su papel dominante. Pero estas manifestaciones son sólo la punta del iceberg.
El  recrudecimiento del conflicto en la península de Corea es parte importante de la lucha entre EEUU y China. Corea del Norte es un país que depende económicamente de China, sin cuyo apoyo no se podría mantener dos días. El 90 por ciento de la energía y el 40 por ciento de los alimentos que consume el país provienen del gigante asiático. China está utilizando el régimen estalinista de Pyongyang para  mantener en jaque a los imperialistas norteamericanos en el mar de China, y frenar las maniobras en su contra. Este es el sentido de los recientes enfrentamientos entre las dos Coreas. Por encima de la propaganda de la diplomacica, con la que los norteamericanos llaman cínicamente a China a “mediar” en los enfrentamientos, ambos utilizan el conflicto coreano para sus intereses particulares en la zona. La burguesía china advierte que si los norteamericanos continúan con su política en la zona utilizarán a Corea del norte para golpear a uno de los principales aliados estadounidenses, Corea del Sur, y crearles problemas, si fuera necesario, incluso con una guerra. En cualquier caso, esta escalada del enfrentamiento chino-estadounidense, con el recrudecimiento del conflicto coreano como telón de fondo, confirma los cambios decisivos que se están produciendo en las relaciones internacionales. Estamos ante una lucha prolongada por el dominio de sectores estratégicos del mercado mundial que tendrá consecuencias políticas de primer orden. Confirma también la idea de que un enfrentamiento militar directo entre potencias imperialistas está descartado de momento, pero la posibilidad de guerras a través de terceros países como marionetas de las grandes potencias, está cada vez más a la orden del día.


La ruptura del equilibrio capitalista y sus consecuencias sociales, políticas y diplomáticas

 

“El equilibrio capitalista es un fenómeno complicado, el régimen capitalista construye ese equilibrio, lo rompe, lo reconstruye y lo rompe otra vez, ensanchando de paso, los límites de su dominio. En la esfera económica, las crisis y las recuperaciones de la actividad constituyen las rupturas y restablecimientos del equilibrio. En el dominio de las relaciones entre las clases, la ruptura del equilibrio consiste en huelgas, cierres patronales, en la lucha revolucionaria. En el dominio de las relaciones entre estados, la ruptura del equilibrio generalmente es la guerra, o bien, más solapadamente, la guerra de tarifas aduaneras, la guerra o bloqueo económico. El capitalismo tiene, pues un equilibrio inestable que, de vez en cuando, se rompe y se compone. Al mismo tiempo, semejante equilibrio tiene una gran fuerza de resistencia, la mejor prueba de ello es que aún existe el mundo capitalista”
León Trotsky

 

La política es la expresión concentrada de la economía. La ruptura de todo tipo de equilibrios en el terreno de la economía mundial y la acción consciente de la burguesía por restablecerlos nuevamente, provoca la ruptura de equilibrios en el terreno social, en el político, diplomático, militar, en la cuestión nacional. De esta manera, el conjunto de las relaciones internacionales se ven sometidas a una creciente inestabilidad donde los distintos factores interactúan unos con otros.  La economía no lo es todo, los conflictos sociales, las guerras, incluso las catástrofes naturales influyen en la economía; sin embargo es necesario analizar lo más detenidamente posible los cambios que se producen en la economía para entender sus consecuencias en las mutaciones que tienen lugar en las relaciones internacionales.
La crisis orgánica del capitalismo es una crisis de sobreproducción de mercancías, de capitales y de mano de obra excedente, de paro orgánico. La caída de la tasa de ganancia producto del incremento de la composición orgánica del capital fue compensada en el periodo anterior, entre otros factores, a través del aumento de la explotación del trabajo, esto es, de la plusvalía absoluta y relativa extraída de clase obrera. Con la caída del estalinismo se incorporaron grandes territorios al mercado mundial e igualmente creció la competencia entre los obreros al doblarse prácticamente la mano de obra disponible, mediante fenómenos como la deslocalización o la amenaza de deslocalización que fue utilizada para presionar a la baja los salarios y las condiciones de vida de la clase trabajadora en los países más avanzados del mundo. Los impresionantes excedentes obtenidos por la burguesía en países centrales del capitalismo durante el periodo de boom, que no se han reinvertido en el aparato productivo debido a la saturación de los distintos mercados, ha ido hinchando la bolsa del capital especulativo.  
Parte de dicho capital es capital ficticio que ha sido inyectado durante décadas por las políticas monetarias de diferentes estados, principalmente del imperialismo americano a través de la inyección de dólares sin respaldo real. EEUU tras la segunda guerra mundial poseía las 2/3 partes del oro del mundo imponiendo el cambio del patrón oro por el patrón dólar. La tremenda cantidad de dólares emitidos sin control provocaron que el dólar abandonase la conversión en oro por 35 dólares la onza en los años 70. A pesar de ello, desde entonces el dólar continúa siendo la moneda indiscutida en los intercambios comerciales y financieros otorgando un arma poderosísima al imperialismo americano en sus relaciones con el resto de países. La creación del Euro trató de ofrecer una alternativa al dólar, y supuso un auténtico reto hacia los Estados Unidos de las potencias imperialistas europeas y un intento de frenar su progresiva pérdida de influencia intentando luchar de igual a igual en el mercado mundial, pero Europa no es un Estado, carece de una política única, su fragmentación en distintos estados nacionales es una desventaja objetiva y particularmente en época de crisis aguda. El imperialismo alemán ha sacado la conclusión de que la actual crisis es una oportunidad histórica para emerger públicamente como la única potencia capaz de nuclear a Europa debilitando y sometiendo al resto de países de la Unión en su propio beneficio. Fuera o dentro de la UE, los distintos gobiernos se enfrentan a un escenario como el que vivió latinoamérica durante los años 80 y 90 con la crisis de la deuda y los recortes promovidos por el FMI. Este es un escenario de pesadilla para Francia en primer lugar y también para los países del sur de Europa.
Los ataques especulativos al euro son consecuencia del intento de preservar el poder de la clase dominante norteamericana  mediante la enorme ventaja de la primacía del dólar. China, Rusia y otras potencias que han invertido en dólares parte de sus recursos y que están siendo por tanto perjudicados por la utilización irresponsable del dólar por parte de la Reserva Federal, han llegado a plantear la creación de una nueva moneda para las transacciones internacionales. Sin el concurso de la burguesía americana no es factible que esto ocurra. Boicotearán cualquier intento como de hecho está ocurriendo con el euro. Otros países como Alemania, que sufrieron la hiperinflacción en el período de entreguerras temen que en algún momento estalle una espiral inflaccionaria incontrolable que dé al traste con el ya muy vapuleado y precario equilibrio financiero internacional.  Si mirar atrás no ofrece ninguna solución, el futuro tal y como se está desarrollando bajo el capitalismo es igualmente desolador.
Como consecuencia de una distribución de la riqueza cada vez más desigual se han creado las bases materiales para una polarización creciente entre las clases. El auge de la lucha de masas se está dando con más fuerza que en ninguna otra parte del mundo en América Latina, con Venezuela al frente. Las explosiones sociales en todo el continente, desde Argentina hasta México, ilustran los procesos que, con sus particularidades, veremos en otras áreas y regiones enteras del globo como Europa, Asia, etc. A su vez la lucha de clases, las guerras y las revoluciones provocan cambios bruscos, profundos y duraderos en las relaciones internacionales. La revolución rusa influyó en éstas a lo largo de todo el siglo XX de forma decisiva. Igualmente la revolución venezolana y las guerras de Iraq y Afganistán  están provocando importantes cambios a escala mundial en cuanto a las relaciones entre las distintas potencias se refiere.
La agudización de la lucha de clases y el aumento de la inestabilidad política, social y económica en cada país, conlleva que cada burguesía nacional tienda a resolver sus contradicciones internas en el exterior por diversos medios. Factores que en la época anterior sirvieron para impulsar la economía mundial han desaparecido o se han trasformado en su contrario. Por ejemplo los flujos de inversión de capital hacia el tercer mundo que fueron un factor de crecimiento económico ahora también se han reducido: de 850.000 millones de euros en 2007, pasaron a 505.000 millones de euros en 2008 y 200.000 millones de euros en 2009. No hay precedente de una caída similar. Pero el drama no acaba aquí: las remesas de dinero de los trabajadores del Tercer Mundo en los países “ricos” van por el mismo camino: han caído un 15% a mediados de 2009, lo que supone 6.000 millones de euros provinentes de Europa, 30.000 millones de euros de los EEUU y 7.000 millones de euros del resto del mundo.
América Latina había recuperado en 2005 los niveles de pobreza de 1980 (¡triste logro!). Ahora, la zona ha perdido 4 millones de puestos de trabajo tan sólo en 2009. El presidente del Banco Mundial señalaba que, en 2009, las cifras de pobres a escala mundial se habían incrementado en 46 millones de personas, a sumar a los 138 millones de pobres más que aumentaron en 2008. Otros 100 millones de personas marchan hacia la pobreza, según datos de la ONU y del Banco Mundial, a sumar a los 1.500 millones de personas por debajo de la línea de pobreza en la actualidad. El número de desnutridos es de casi 1.000 millones de personas, un 15% de la población del planeta.
Pero la ruptura del equilibrio también se expresa en otros planos. La burguesía estableció el Estado nacional burgués acabando con el particularismo feudal lo cual fue extraordinariamente progresista para el desarrollo de las fuerzas productivas. En la actualidad sin embargo, el Estado nacional es un obstáculo objetivo para el avance de las fuerzas productivas, una camisa de fuerza que impide su desarrollo armónico y exige la destrucción de una parte de las mismas en épocas de crisis. De la misma manera que las fronteras nacionales se han transformado en una rémora reaccionaria, las instituciones supranacionales creadas por el imperialismo están agrietándose martilleadas por los acontecimientos. No es ninguna casualidad que todas las instituciones establecidas por la burguesía tras la Segunda Guerra Mundial estén ahora en crisis o siendo sometidas a profundos cambios en su configuración: la OTAN, la ONU, el GAT, el G-20... La crisis de la  ONU es hoy particularmente evidente. La socialdemocracia aspiraba a presentarla como el gobierno mundial que velaría por el bienestar de los distintos pueblos mediando en los conflictos y resolviéndolos mediante la aplicación de un derecho internacional global inexistente. Pero la realidad se ha encargado de arruinar estas vanas ilusiones. La ONU se ha mostrado impotente a la hora de resolver ningún conflicto de envergadura, y en la práctica ha actuado como ariete de los planes intervencionistas del imperialismo norteamericano, como la guerra de Iraq y Afganistán han demostrado en los últimos años, introduciendo una mayor inestabilidad y nuevos conflictos en las relaciones internacionales.


Afganistán, trampa para el imperialismo

 

Tras siete años de ocupación militar, el imperialismo norteamericano ha sido incapaz de crear un gobierno estable en Afganistán que sirva a sus intereses y objetivos. En 2009 y 2010 hubo más ataques y muertos de tropas invasoras que en todos los años anteriores. Karzai sólo gobierna Kabul escoltado por su guardia pretoriana de soldados y mercenarios imperialistas; en Kandahar, segunda ciudad del país, el poder está en la práctica bajo control talibán. Estos años de ocupación han supuesto una sangría económica para el imperialismo norteamericano. La guerra en Iraq y Afganistán ha costado a EEUU tres billones de dólares y mantener un soldado en la zona anualmente cuesta cerca de un millón de dólares.
Las divisiones en el seno de la clase dominante norteamericana respecto a cómo mantener el dominio imperialista se han manifestado con fuerza durante la guerra de Afganistán. La destitución del comandante en jefe de las fuerzas de la OTAN Stanley McChrystal, cuando expresó públicamente sus desavenencias con la administración Obama al mismo tiempo que las diferencias entre el Pentágono y el Departamento de Estado respecto al futuro de Karzai, revelan que los imperialistas no saben cómo salir del atolladero de Afganistán. Por si fuera poco, la intervención ha tenido el efecto de desestabilizar Pakistán, trasladando la guerra afgana a las regiones fronterizas y agudizando los conflictos étnicos y religiosos en toda la región.
Afganistán ocupa una región montañosa donde todas las potencias, desde Gran Bretaña hasta la burocracia estalinista de la URSS, fracasaron en sus intentos de someter al país militarmente. Lo más probable es que los ejércitos imperialistas de Obama sigan el mismo camino que sus antecesores. Están manteniendo parte del país controlado pero a un enorme costo y con una gran inestabilidad. La receta imperialista para Afganistán es más tropas, guerra y sufrimiento para las masas. Obama intenta salir dejando un gobierno títere, pero antes tiene que meter más tropas para estabilizar ese gobierno y construir un aparato estatal. El imperialismo se encuentra entre la espada y la pared.

 

La guerra de Iraq. El papel de EEUU e Irán

 

El imperialismo ha conseguido un equilibrio precario en Iraq que puede romperse en cualquier momento e incluso podría provocar una guerra civil. Aplicando la vieja política de “divide y vencerás” estimularon los enfrentamientos religiosos para romper la oposición masiva a la ocupación. Apoyándose en la mayoría de líderes chiítas anteriormente opuestos a Saddam, disciplinaron o eliminaron a los chiítas más díscolos y reprimieron abiertamente a los suníes. Bajo la dictadura de Saddam (suní) fueron reprimidos levantamientos chiítas y kurdos. No obstante, los conflictos en líneas religiosas nunca habían llegado tan lejos como ahora.
Por sí solas, las maniobras estadounidenses serían insuficientes sin la colaboración de la potencia imperialista regional tradicionalmente rival de Iraq: Irán. Al mismo tiempo que tienen un juego diplomático de amenazas mutuas, Irán y EEUU mantienen un acuerdo tácito para controlar Iraq. Las fuerzas militares norteamericanas junto a los 30.000 mercenarios a sueldo del Departamento de Estado, y las fuerzas paramilitares iraníes, garantizan un mantenimiento precario el orden mediante la división en líneas religiosas del país.
Mostrando su cinismo e hipocresía respecto a los derechos democráticos, los imperialistas han levantado un nuevo aparato estatal basándose en los dirigentes chiíes (y con la colaboración del propio régimen iraní) que la población suní ve como una imposición. Para las últimas elecciones prohibieron 500 candidaturas suníes acusándolas de lazos con el partido Bath de Saddam Hussein. El padrón electoral se elaboró basándose en la cartilla de aprovisionamiento que reparte el Ministerio de Comercio y 2,4 millones de desplazados del país no pudieron participar. Aún así, ganó la candidatura en líneas no religiosas de Alawi por un reducido número de votos. Esto muestra por un lado el instinto de las masas, contrario a la división religiosa. Con todas las limitaciones y trabas que tenía la población para expresarse, apoyó mayoritariamente la candidatura que aparecía más vinculada a la defensa de la unidad nacional iraquí. Por otro lado, esto también evidencia la presión del imperialismo estadounidense. Tras apoyarse en los chiítas y el régimen iraní para estabilizar Iraq, temen su creciente influencia e intentan reequilibrar fuerzas. La dificultad para formar gobierno en todo el 2010 es una muestra de la inestabilidad de la situación en Iraq.
EEUU e Irán tienen intereses contrapuestos en la región y al mismo tiempo se ven obligados a entenderse en toda una serie de cuestiones. Con el programa nuclear, Irán pretende disuadir a los imperialistas e Israel de una agresión y enviarles un mensaje de fuerza. Por otro lado, también busca desviar la atención de las masas de los problemas domésticos y jugar con sus sentimientos antiimperialistas. No obstante, el estallido del movimiento revolucionario de las masas iranís significa que la paciencia de la mayoría de la población, sometida a la dictadura de los mulás, ha llegado a su límite.
La retirada parcial en agosto de este año de las tropas norteamericanas muestra que la política del imperialismo (de exacerbar el conflicto nacional en Iraq y desviar la lucha contra la ocupación hacia una guerra civil sangrienta) obtuvo ciertos resultados. Sin embargo, la situación de inestabilidad en Iraq hace necesaria la presencia de más de 50.000 soldados norteamericanos que vigilan y tutelan el gobierno del país con la promesa de una próxima retirada. El problema nacional también juega un papel central en el futuro del país. Como ha pasado durante la ocupación norteamericana, la cuestión nacional tratará de ser utilizada por las diferentes potencias de la zona para defender sus intereses. En el futuro, nuevos enfrentamientos en líneas nacionales están implícitos en la situación. Una escalada de enfrentamientos entre chiítas y suníes, así como las ambiciones secesionistas de los líderes kurdos, contagiaría a otros países. Los dirigentes burgueses kurdos, que colaboran con el imperialismo con los ojos puestos en los campos petrolíferos de Kirkuk y Mosul, no tienen la capacidad para liderar la lucha por la liberación nacional y social de su pueblo. De hecho, se han mostrado completamente impotentes cuando en varias ocasiones los tanques y aviones del ejército turco han invadido su territorio en incursiones represivas contra las fuerzas del PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán). El Kurdistán fue dividido cruelmente por el imperialismo entre varias potencias regionales (Iraq, Irán, Turquía,..). Como marxistas revolucionarios, defendemos el derecho del pueblo kurdo a tener su propia patria pero eso sólo será posible a través del derrocamiento revolucionario del capitalismo en los países citados. Una separación de los kurdos iraquíes estimularía movimientos similares en los países vecinos y podría llevar a una nueva incursión del ejército turco en el norte desestabilizando aún más la región. Otro riesgo si los imperialistas salen de Iraq es que el actual gobierno de Bagdad gire aún más hacia Teherán. Como Afganistán, Iraq se ha convertido en un campo minado para el imperialismo.
La capacidad de los ejércitos imperialistas para invadir y someter naciones como Iraq está limitada por su moral combatiente y la de los pueblos oprimidos. Ambas a su vez están interrelacionadas. Si el imperialismo pudo ocupar Iraq rápidamente y el régimen de Saddam colapsó fue porque nadie estaba dispuesto a dar su vida para defenderlo. El declive del capitalismo ha recortado en EEUU la base social de apoyo al militarismo, que también pudo intervenir en Iraq y Afganistán gracias al shock de los atentados del 11 de septiembre. Actualmente menos del 30% de la población norteamericana apoya la guerra en Afganistán.
La experiencia de estos años de guerra imperialista cruel ha puesto sobre la mesa, una vez más, que la esperanza de los pueblos oprimidos de Oriente Medio para vencer al imperialismo está en un programa de lucha revolucionario e internacionalista que agrupe a las masas por encima de divisiones religiosas o étnicas, dándoles una perspectiva de que un cambio radical en sus condiciones de vida es posible. Palestina es un ejemplo dramático de qué ocurre si falta ese programa.


La cuestión palestina

 

La cuestión Palestina, pese a las múltiples promesas y planes imperialistas de los últimos años, sigue completamente enquistada y en un callejón sin salida. La debilidad de los regímenes árabes, resultado de la incapacidad y parasitismo de sus burguesías y la ausencia de una alternativa revolucionaria de masas, permite a Israel diseñar su propia hoja de ruta, ampliando los asentamientos de colonos judíos y convirtiendo la llamada Autoridad Nacional Palestina (ANP) en una ficción. La traición de los dirigentes de la ANP, sometiéndose al imperialismo estadounidense, lejos de mejorar un ápice la suerte de los palestinos animó a la burguesía sionista a lanzar la guerra de 2009 sobre Gaza (donde el descontento con la ANP había llevado a los fundamentalistas de Hamás al gobierno) y desarrollar desde entonces una especie de genocidio a cámara lenta contra los palestinos.
La burguesía sionista, apoyada por sectores del propio imperialismo estadounidense, está echando un pulso a Obama. El mismo día que el vicepresidente Biden visitaba Palestina, o cuando Obama demandaba el fin de los asentamientos y prometía un “Estado palestino” (realmente una nueva estafa al pueblo palestino), el presidente israelí, Netanyahu, ordenaba más asentamientos y ataques militares, incumpliendo por enésima vez las resoluciones de la ONU. Como en el caso del golpe en Honduras, esto además de mostrar las contradicciones internas del imperialismo confirma los límites de las promesas de cambio de Obama. También muestra la imposibilidad de resolver el problema palestino sin un programa marxista.
Las ideas reaccionarias y fundamentalistas de Hamás, su programa capitalista y sus métodos, refuerzan las barreras y prejuicios religiosos impidiendo levantar un movimiento de masas que contagie no sólo a la población de los países árabes vecinos sino a la propia clase obrera israelí. Sobre bases nacionales o religiosas, sobre el sectarismo, como ya hemos explicado, no hay solución para los palestinos ni para ningún otro pueblo. Sólo una alternativa de clase y revolucionaria que vincule la lucha por la liberación nacional y social de los palestinos con la movilización de la clase trabajadora israelí por cambiar la sociedad, acabando con la burguesía sionista y los demás regímenes capitalistas de la zona y avanzando hacia una Federación Socialista de Oriente Medio, puede resolver el problema palestino.
Mientras la situación en Oriente Medio no se resuelva en líneas socialistas, el escenario para nuevos conflictos militares e inestabilidad generalizada está servido. La amenaza más grave proviene de un conflicto entre Irán e Israel, que constituye el brazo del imperialismo norteamericano en la zona. El desarrollo, con ayuda rusa, del programa nuclear iraní es visto por sectores de la clase dominante israelí como una amenaza de primer orden para su supervivencia. Al mismo tiempo, en la última década Irán se ha transformado en una potencia económica en la zona, equilibrándose entre el imperialismo nortemericano, China y Rusia. Sirva de ejemplo el enorme desarrollo de la industria automovilística, la mayor de Oriente Medio, con un millón cuatrocientos mil vehículos producidos anualmente. Irán es un poderoso contrincante comercial para la burguesía israelí o de Arabia Saudí,  por ello la idea de un ataque contra Irán va más allá de lo nuclear: consiste sobre todo en debilitar económicamente al régimen de los mulás para neutralizar su papel cada vez más dominante en la zona.
Por estas razones nuevos conflictos y enfrentamientos armados estarán a la orden del día. Por ahora los intentos de la administración de Obama han sido apaciguar a los israelíes e intentar resolver el enfrentamiento diplomáticamente. Pero estos movimientos diplomáticos no son más que un interludio para una nueva escalada de las hostilidades entre Irán, Siria y Hezbolá frente a Israel y Estados Unidos. La salida de Obama y la llegada de una administración republicana con una línea más abiertamente militarista podría dar el pistoletazo de salida para un enfrentamiento de envergadura. Pero también en este caso, los planes del imperialismo y de los regimenes reaccionarios integristas están condicionados por los acontecimientos de la lucha de clases. Los movimientos revolucionarios de las masas en Irán durante 2009 y el estallido social en el Sahara Occidental en diciembre de 2010 y en Túnez y Argelia en enero de 2011, marcan una dinámica muy clara: la revolución social golpea el mundo árabe con fuerza, y su desarrollo puede dar un giro dramático a los acontecimientos acelerando la crisis del integrismo y obstaculizando los planes imperialistas. En cualquier caso, el movimiento de las masas árabes, espoleado por la crisis general del capitalismo y la bancarrota de los regimenes burgueses que gobiernan estas naciones, busca expresarse en líneas de clase y socialistas, dejando en claro que la oleada de apoyo al integrismo islámico está remitiendo después de que su programa reaccionario haya sido puesto a prueba.


Revolución en Irán

 

Las movilizaciones masivas contra el fraude electoral del verano de 2009 marcaron un punto de inflexión en Irán. Y aunque el régimen iraní a través de la represión, y por la falta de una dirección marxista del movimiento de las masas, consiguió detener la protesta, la profundidad del movimiento ha dejado una profunda huella en la sociedad iraní marcando el inicio de una oleada revolucionaria ascendente de gran alcance para todo Oriente Medio y el mundo árabe, después de años de derrotas, guerras y auge del fundamentalismo islámico.
La entrada en acción de las masas, que expresa el malestar acumulado, desestabilizó el régimen. La denuncia de fraude de Mousavi desató el movimiento. Éste empezó con los estudiantes y la clase media, y con sectores de los trabajadores participando diluidos en este movimiento. En un primer momento las consignas fueron a favor de la democracia, libertad de expresión, etc. pero en el fondo reflejan los antagonismos sociales dentro de la sociedad iraní y tenderán a plantearse en líneas de clase.
Hay varios rasgos que definen una revolución: la entrada de las masas en la arena política, dispuestas a ir hasta el final; divisiones en la clase dominante, incluido el aparato estatal; virajes a izquierda de sectores de clase media o cuando menos su neutralidad política; y, por último, la existencia de un partido revolucionario. Todos estos puntos se dan en Irán, excepto el fundamental: el partido. El carácter revolucionario del movimiento explicó la cautela que ha mostrado el imperialismo a la hora de apoyarlo, consciente del potencial que abrigaba en su seno.
Durante los meses de lucha callejera y manifestaciones se produjo un cambio fundamental en la psicología de las masas. Ése es el factor determinante de la situación: perdieron el miedo a la represión. El régimen islámico está condenado porque ha perdido su justificación histórica ante los ojos de millones de personas. Cada arbitrariedad, cada crimen, en vez de fortalecerlo lo sepulta un poco más. Las masas no sólo perdieron el miedo, en su rabia se volvieron temerarias. Durante las movilizaciones de la Asura, el 27 de diciembre de 2009, apresaban a policías en los altercados. Demostrando un fino instinto, ante la prohibición de manifestarse contra el fraude utilizaron las fiestas religiosas para mostrar su descontento.
En una revolución las masas no se incorporan a la lucha sincronizadamente. Nuevos sectores se suman y otros, cansados o defraudados, abandonan la escena. La tarea de un partido revolucionario consiste en trabajar previamente organizando a la vanguardia obrera en sus filas, y movilizando unificadamente al proletariado (el sector más homogéneo de las masas) arrastrando tras él a los sectores más heterogéneos de la pequeña burguesía y del resto de los oprimidos. De no hacerlo habrá tentativas desordenadas y parciales que serán derrotadas por la clase dominante. Para recuperar el control la burguesía recurrirá tanto a la represión como al engaño, especialmente utilizando a los dirigentes reformistas.
No es casual que la clase trabajadora y sectores de su vanguardia en Irán fueran  tomados por sorpresa por este movimiento. Los trabajadores desarrollaron en los últimos años numerosas huelgas y movilizaciones donde fueron golpeados especialmente por la represión. La ausencia de una organización nacional que les unifique y dé una perspectiva de lucha por el socialismo facilitó la labor de los mulás. Sin un partido revolucionario que sepa ganarse su confianza y muestre el camino hacia la revolución socialista, las masas tenderán a nuclearse en torno a los dirigentes del régimen que aparezcan oponiéndose a Ahmanideyad.
Todo tipo de maniobras a espaldas de las masas tendrán lugar para frenarlas. Ante la ausencia por ahora del papel dirigente de la clase trabajadora, la revolución iraní se alargará meses, incluso años, y tomará un carácter contradictorio, con alzas y bajas como vemos en la actualidad. Sin embargo, la represión no ha hecho más que recrudecer y ampliar el odio de la población hacia el régimen fundamentalista, con lo que cualquier accidente puede volver a poner de nuevo a las masas en acción.  Toda una serie de factores internacionales (la crisis económica mundial, la ocupación imperialista de Iraq y Afganistán, nuevos estallidos revolucionarios en la región…) condicionarán el ritmo y forma de los acontecimientos.


Del derrocamiento de de la dictadura a la transformación socialista de Irán

 

¿Cuáles son las tareas del movimiento revolucionario? ¿Qué programa de lucha puede acabar con la dictadura de los mulás? Desde la CMR defendemos todas las demandas democráticas contra la tiranía: elecciones democráticas, libertad de expresión, libertad de reunión, libertad de organización para la clase trabajadora y la juventud, partidos obreros y sindicatos libres. De esta manera los marxistas nos vinculamos con las demandas por las que luchan millones de personas, sin sectarismos. Pero no constreñimos el potencial del movimiento revolucionario planteando como su único objetivo la consecución  de estas demandas, por importantes que sean, como hacen los estalinistas y todos los defensores de la revolución por etapas.
Los marxistas señalamos con claridad al pueblo de Irán, y especialmente a los trabajadores avanzados y la juventud revolucionaria, que la democracia burguesa no puede resolver los problemas esenciales de los oprimidos. Si queremos salarios dignos, empleo para todos, una sanidad y una educación pública de calidad, luchar contra el atraso en el campo, resolver el problema de la vivienda y lograr un techo para toda la población, suprimir las grandes bolsas de pobreza, acabar con el problema nacional… es necesario que la clase trabajadora luche por la transformación socialista de la sociedad. Las conquistas democráticas se encontrarán permanentemente amenazadas por la burguesía, y sólo se pueden consolidar plenamente ligándolas a la lucha por la expropiación general de los capitalistas y el derrocamiento del Estado burgués e integrista de los mulás. Los marxistas no defendemos la revolución por etapas: primero una fase de democracia burguesa y en el futuro indeterminado el socialismo. Esta posición es una trampa mortal para las masas iranís, un programa envenenado que demostró sus consecuencias funestas en la revolución de 1979, traicionada por los reformistas y usurpada por los integristas.
Advertimos a los trabajadores y al pueblo iraní que el régimen utilizará todo tipo de estrategias para mantener su poder. No tan sólo el fraude electoral y la represión; llegado un momento —si no pueden frenar a los trabajadores y el pueblo— se basarán en los líderes reformistas para frenarles ofreciendo algunas migajas. Tratarán de desviar la lucha al terreno electoral. Ofrecerán promesas de reformas. Intentarán convocar elecciones para maquillar el régimen, aparentarán que todo ha cambiado mientras los mismos empresarios, militares y clérigos burgueses mantienen el poder político y económico.
Los trabajadores y jóvenes iraníes sólo pueden confiar en sus fuerzas. Para derrocar a la dictadura integrista es necesario que los sectores más avanzados del proletariado prepararen una huelga general insurreccional: una acción del conjunto de la clase obrera con todos los oprimidos para paralizar el país y derribar la dictadura capitalista de los mulás. Esa huelga general debería unificar todas las reivindicaciones progresistas de las masas: mejoras salariales, vivienda, empleo, etc.; plenas libertades democráticas, libertad de expresión y asociación; de tal modo que logre agrupar a todos los oprimidos. Para que esta acción sea victoriosa es necesario la organización de comités de lucha en todas las fábricas, entre el conjunto de las clase trabajadora, en los barrios de las grandes ciudades, entre los estudiantes, y también en el seno del ejército para ganar su base y que no sea utilizado contra los trabajadores. Comités que se deben coordinar a escala local y nacional, y fortalecerse como órganos de poder de los trabajadores y oprimidos, preparando de esta manera la lucha por la transformación socialista de Irán.
Los marxistas somos conscientes de que amplios sectores de  las masas en Irán tienen ilusiones democráticas. La lucha por las demandas democráticas se puede utilizar como una magnifica palanca para derrocar el régimen integrista siempre que se liguen a la lucha por el socialismo; La  democracia plena sólo será posible si se tumba el poder del aparato del estado burgués  y se expropia a los capitalistas. Defendemos una Asamblea Constituyente Revolucionaria, organizada desde la base por esos mismos comités de trabajadores y oprimidos, no para mantener la legislación capitalista y reaccionaria, la propiedad privada de los grandes monopolios y la banca, el control de los capitalistas sobre el petróleo, o la propiedad terrateniente de la tierra. Luchamos por una Asamblea Constituyente Revolucionaria que adopte medidas decisivas en defensa de la mayoría de la población, y eso significa movilizar a todos los oprimidos contra la burguesía y su fuente de poder: el Estado capitalista y la propiedad asfixiante que ejercen sobre las grandes riquezas del país, la banca y la gran industria, que deben pasar inmediatamente al control y a la gestión democrática de la clase trabajadora. Sólo desalojando del poder económico y político a la burguesía iraní y sustituyendo la dictadura tiránica de los mulás por una democracia obrera que abra el camino al socialismo, se podrán resolver definitivamente los problemas de las masas trabajadoras y los oprimidos de Irán.
Una revolución socialista victoriosa en Irán tendría un efecto multiplicador en todo el mundo árabe: no sólo significaría liquidar políticamente el integrismo, también barrería a los Estados árabes capitalistas que hoy no son más que marionetas corrompidas del imperialismo estadounidense. El triunfo de  la revolución socialista en Irán cambiaría la historia del mundo.


La cuestión nacional y colonial en la época de decadencia del capitalismo

 

Como hemos explicado, las dos contradicciones fundamentales del sistema capitalista que impiden el desarrollo armónico de las fuerzas productivas y producen crisis de sobreproducción son la propiedad privada de los medios de producción y las fronteras del estado nacional. El boom posterior a la segunda guerra mundial permitió superar parcialmente ambas mediante la intervención estatal en la economía y el desarrollo del comercio mundial. La división internacional del trabajo y la integración a escala mundial de las distintas economías nacionales alcanzó un punto nunca visto. La otra cara de este proceso es que las clases trabajadoras de todos los países y los países coloniales y semi-coloniales son exprimidas por un puñado de grandes multinacionales imperialistas.
La decadencia orgánica del capitalismo se refleja en la cuestión nacional. La crisis económica alimenta tendencias centrífugas entre las diferentes naciones, rompe equilibrios exteriores y también resquebraja la unidad interna del estado nacional burgués. Las divisiones en la clase dominante son una característica de esta época. En un período de decadencia capitalista la cuestión nacional emerge con mucha más crueldad y virulencia que en ningún otro, amenazando con hundir la civilización humana en la ciénaga de la barbarie. Las atrocidades en Ruanda son una muestra.
Lenin desarrolló ampliamente la postura de los marxistas frente a la cuestión nacional. Todo conflicto nacional encierra un contenido de clase. Para los marxistas, la demanda del derecho a la autodeterminación y la resolución de la cuestión nacional están vinculadas inexorablemente a la lucha de clases y a las perspectivas de la revolución proletaria, y supeditados a ella. Como señalaba Lenin, defendemos el derecho de autodeterminación “en negativo”: denunciamos y combatimos la opresión de la clase dominante sobre cualquier nacionalidad al reprimir su lengua, cultura y derechos democráticos y mantenerla sojuzgada contra su voluntad dentro de unas fronteras. Al mismo tiempo explicamos que sólo es posible acabar con esta opresión nacional erradicando el capitalismo mediante la acción unificada del proletariado al frente de todos los explotados superando las fronteras y divisiones que fomenta la burguesía. Las políticas y consignas concretas en cada momento para conseguir estos objetivos dependen de la lucha de clases. Nunca fue un fin absoluto para los marxistas apoyar todos los movimientos nacionalistas exigiendo autodeterminación o incluso autonomía.  Depende de las circunstancias concretas.
La cuestión nacional es un arma de doble filo. Por un lado, es un problema que la clase dominante no puede resolver. Como demostró la política leninista en la revolución rusa, correctamente planteada, vinculando la enorme energía que genera el rechazo a la opresión de las naciones oprimidas con la lucha de la clase trabajadora por acabar con el capitalismo y el imperialismo, es un potente motor en la lucha por transformar la sociedad y construir una Federación Socialista mundial.
Por otro lado, la burguesía y el imperialismo intentan utilizar los conflictos nacionales en su beneficio, azuzando las rivalidades entre naciones, etnias o religiones cuando eso les permite dividir a las masas, descarrilar procesos revolucionarios, extender sus zonas de dominio e influencia,…Incluso son capaces de ondear la bandera de la independencia y el derecho de autodeterminación si les beneficia. El dominio colonial por parte del imperialismo se consumó muchas veces mediante la balcanización de distintos pueblos. América central atomizada, América del sur fragmentada, la división con tiralíneas de África y Asia, la partición de la India, la ruptura de Irlanda, la dispersión del pueblo kurdo, etc.


La desintegración de Yugoslavia y la URSS

 

La actual pesadilla de colapso económico, guerras y conflictos étnicos y sectarios que viven muchos antiguos países estalinistas es, por un lado, la herencia envenenada de décadas de dominio totalitario de la burocracia y por otro, del intento de las potencias imperialistas y mafias capitalistas locales por desviar la atención de las masas mediante prejuicios y rivalidades nacionalistas. Sin embargo el capitalismo no ofrece salida a ninguno de estos pueblos. La independencia formal bajo el capitalismo ha supuesto romper los lazos que les conectaban a un plan común de producción y ha provocado la ruina económica para amplios sectores de la población.
Los nacionalistas burgueses de diferentes nacionalidades saludaron la desintegración de la URSS y Yugoslavia. Algunos autodenominados marxistas se sumaron al coro. Fue un crimen. La partición de Yugoslavia fue promovida por el imperialismo alemán desarrollando su vieja política de expansión hacia el este. Tras alcanzar la independencia de la mano del imperialismo, Kosovo es un protectorado del imperialismo estadounidense sin capacidad de desarrollo o decisión propia. EEUU y sus aliados, para ampliar la OTAN a las mismas fronteras rusas, alentaron los conflictos en Georgia y otras repúblicas ex soviéticas. Querían hacerse con su petróleo, instalar grandes gasoductos y bases militares permanentes así como enviar un mensaje de fuerza a Putin y el renaciente imperialismo ruso.
Todo esto reafirma que mientras exista el capitalismo ninguna nacionalidad oprimida podrá conseguir su liberación. La clase trabajadora, sobre cuyas espaldas hacen caer todo el peso de la crisis las distintas burguesías nacionales, busca instintivamente la unión y es la única que puede resolver el problema nacional. En las movilizaciones contra la guerra imperialista en Iraq participaron, en más de 20 países, alrededor de 150 millones de personas. Sin embargo, para dar forma y cuerpo a esa unión son necesarios el programa y el partido revolucionario. Esa es la tarea de la Internacional marxista. Será imposible unir orgánicamente el cuerpo vivo del proletariado sin una postura escrupulosamente correcta sobre la cuestión nacional.


Recrudecimiento de los conflictos nacionales

 

Como ya analizamos, el boom se basó en la sobreexplotación de las masas trabajadoras y de los mal llamados países en vías de desarrollo: apertura de fronteras a las multinacionales destrozando su escasa capacidad industrial y hundiendo sus economías, planes de ajuste dictados por el FMI, OMC, etc. que aumentaban la pobreza y violaban su soberanía, recorte drástico de derechos democráticos, aumento del militarismo e intervencionismo,…Dice muy poco de la fortaleza del boom de los últimos años, el aumento de tendencias centrífugas en prácticamente todo el planeta, incluidos países desarrollados donde este problema parecía resuelto. Los antagonismos entre griegos y turcos en Chipre, que han provocado enfrentamientos violentos e incluso guerras en el pasado, siguen enquistados e introducen otro factor potencialmente desestabilizador entre dos países miembros de la OTAN. En Bélgica la tensión entre flamencos y valones, en Gran Bretaña con el conflicto irlandés, sin posibilidad de resolución bajo el capitalismo. Los recientes atentados por parte de escisiones del IRA revelan que el problema sigue latente, al tiempo que la política antiobrera del gobierno de colaboración Sinn Feinn-Unionistas evidencia el fracaso de los acuerdos de Stortmont. Además, reflejando el declive del capitalismo británico el problema nacional se ha agudizado en Escocia y Gales. En Canadá también tenemos la cuestión de Quebec..
Durante los últimos años de boom, el problema nacional en Catalunya, Galiza y sobre todo Euskal Herria, ha sido un elemento central en la creciente polarización política que ha vivido el Estado español. En un período de crisis y mayor polarización veremos recrudecerse esta cuestión. La política de acoso a la izquierda abertzale, el rechazo popular a los ataques a los derechos democráticos del pueblo vasco, la celebración de referendos por la independencia con el beneplácito de la burguesía catalana, son algunos ejemplos. Los ataques del PP a la lengua gallega, que han provocado movilizaciones masivas y una huelga general en la enseñanza convocadas por toda la izquierda, confirman tanto esta perspectiva como el potencial que existe para, si se uniesen las reivindicaciones democrático-nacionales a un programa de clase, utilizar la cuestión nacional contra la burguesía. En otros casos, sectores de la propia burguesía fomentan divisiones y prejuicios chovinistas allí donde no existían, como en Italia con la Liga Norte, inventándose la idea de “la Padania” y estimulando prejuicios chovinistas en el norte, la zona más rica, contra el sur.
A todos estos conflictos se une la carga explosiva de nuevos problemas como la discriminación contra los inmigrantes o las minorías raciales (negros, latinos,…) en los países avanzados. Incluso en Latinoamérica, intentando quebrar el avance revolucionario, la burguesía ha fabricado artificialmente un problema nacional en Santa Cruz (Bolivia), sacándose de la manga dos supuestas etnias diferenciadas, amenazando con la secesión y promoviendo movimientos fascistas y racistas como la Unión de Juventudes Cruceñas. Con bastante menos éxito, también están fomentando sentimientos regionalistas y consignas autonomistas en Zulia (Venezuela) y Guayas (Ecuador). Como en Bolivia, la oligarquía ecuatoriana también ha intentado utilizar la cuestión nacional para dividir al movimiento obrero y popular y tumbar a Correa. Además de utilizar demagógicamente la cuestón indígena, han intentado desarrollar —con la excusa de la autonomía— un movimiento regionalista en el departamento de Guayas y en particular en la capital del mismo: Guayaquil, segunda ciudad del país y donde se concentra el mayor desarrollo económico e industrial. Sin embargo, hasta el momento estos planes no han tenido éxito. Los primeros movimientos en ese sentido fueron contestados por Correa (que curiosamente es originario de Guayaquil) convocando una gigantesca marcha de masas en esta ciudad en apoyo a la revolución. Esto fue determinante para frenar, al menos temporalmente, el entusiasmo movilizador de los contrarrevolucionarios. Reflejando la correlación de fuerzas favorable para la clase obrera, todos estos intentos han sido derrotados hasta ahora por las masas pero son una advertencia para el futuro si la revolución no triunfa definitivamente.
Si la cuestión nacional se ha recrudecido en el seno de naciones que han tenido un desarrollo económico mayor, en África las tensiones y conflictos se traducen en auténtica barbarie: guerras feroces en Ruanda, Congo, Somalia, etc.; instigadas por los diferentes poderes imperialistas. También vemos una agudización de las tensiones étnicas y religiosas en toda Asia. En definitiva, en esta nueva era de crisis orgánica del capitalismo mundial, la solución al problema nacional, a la opresión imperialista, sólo puede encontrar un cauce positivo en el programa del marxismo revolucionario y el internacionalismo proletario. A lo largo de los últimos ciento cincuenta años, el nacionalismo burgués ha considerado a la nación burguesa como un todo absoluto, ante la cual deben inclinarse los intereses de todas las clases, al margen de los antagonismos que las enfrentan. El marxismo revolucionario opone a este razonamiento una idea central: los intereses de clase de los trabajadores están por encima de cualquier frontera nacional, por eso la lucha de la clase obrera es internacionalista. A la proclamación del principio de “unidad nacional” de las clases, que en todo movimiento nacional enarbola la burguesía nacionalista, el marxismo responde con la lucha de clases y considera el problema de las naciones oprimidas como un aspecto de esta lucha.
El movimiento marxista siempre ha combatido cualquier manifestación de opresión, sea de clase, nacionalidad, raza o género. Si la clase obrera quiere ganar al conjunto de los oprimidos a su causa, incluyendo a las masas de la pequeña burguesía y del campesinado de una nacionalidad oprimida, debe ser especialmente sensible con el problema nacional y apoyar aquellas demandas progresistas que sirvan para demostrar, con hechos, que no tiene ningún interés en mantener la opresión nacional. Defender y luchar de forma consecuente a favor de una reivindicación democrática como es el derecho de autodeterminación, pasa por señalar que la opresión nacional es una consecuencia directa de la existencia de la sociedad de clases y que, por tanto, sólo puede resolverse de forma efectiva a través del derrocamiento del capitalismo y su sustitución por un régimen de democracia obrera. Sólo una Federación Socialista Mundial puede hacer realidad el derecho de autodeterminación y la auténtica libertad de las naciones inscribiendo en su bandera las palabras de Lenin: “¡Ningún privilegio para ninguna nación, ningún privilegio para ninguna lengua, ninguna opresión, ninguna injusticia hacia la minoría nacional! He aquí el principio de la democracia obrera”.

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