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27 de septiembre de 1931

(Carta a Nin)1

Querido amigo:

 

[En primer lugar me gustarla aclarar lo relativo a la cuestión debatida en la oposición de izquierda, ¿fracción amplia o restringida?] Conozco su opinión y la del camarada Lacroix. El camarada M. no me ha enviado aún el informe prometido.'2

Debo admitir que aún no tengo del todo claro el funcionamiento de este debate. [Ayer, en Cataluña, según la conclusión que saco de sus cartas, el problema se situaba en los siguientes términos: ¿debemos llamar a los obreros a afiliarse al partido oficial o a la Federación Catalana?]

Según su última carta parece que la Federación Catalana expulsa de sus filas a los oposicionistas de izquierda, o sea, actúa de la misma forma que el partido oficial. Este hecho es absolutamente lógico. El ala derecha de los centristas, manifiesta en todos los países, empezando por la U.R.S.S., la misma hostilidad hacia los bolcheviques‑leninistas; lo extraño sería que España fuese diferente en este sentido. Por el contrario, debido a la situación revolucionaria, todos los procesos históricos, incluidos los errores, llegan mucho más rápido a su conclusión lógica. Pero ¿se puede seguir llamando seriamente a los obreros a afiliarse a la Federación Catalana? ¡No podría concebirlo! Entiéndase bien, podríamos intentar crear núcleos en el seno de la Federación Catalana, para reclutar el máximo de partidarios, en la perspectiva del inevitable derrumbamiento de la organización de Maurín. Podemos enviar individualmente a cierto número de camaradas con este objetivo. Pero ¿podemos llamar abiertamente a obreros que no son militantes del partido a entrar en la Federación Catalana? De ninguna forma. [Esto sería una falta muy grave, que no sólo debilitaría, sino que también deshonraría a la oposición de izquierda.]3

[Formalmente, la cuestión del partido oficial se sitúa en diferentes términos, ya que no hemos renunciado a la idea de ganarnos a la Internacional comunista y consiguientemente a cada una de sus secciones. Siempre he observado la tendencia de numerosos camaradas a subestimar las posibilidades de desarrollo del partido comunista oficial en España. Ya le he escrito sobre esto mas de una vez. En mi opinión, constituiría un grave error ignorar al partido oficial, considerarlo como una fuerza ficticia, darle la espalda. Por el contrario, deberíamos llevar una política de unificación respecto al partido oficial en España. Sin embargo esta tarea no es sencilla. Mientras sigamos siendo una fracción débil, en general, es irrealizable. Mientras no constituyamos una fuerza seria, no podremos consolidar en el seno del partido oficial, una corriente en favor de la unificación.

Los adversarios de la «fracción amplia» responden: pero si agrupamos en torno nuestro a gran número de obreros, nos convertiríamos inmediatamente en un segundo partido.4 Confieso que este argumento me deja estupefacto. Si para evitar el peligro de un segundo partido debiéramos razonar tan mecánicamente, los bolcheviques-leninistas hubieran desaparecido de la faz de la tierra. Esto es exactamente lo que quieren los estalinistas. El maltusianismo político, es, de todas las variedades del maltusianismo, la más contraria a la naturaleza. Una corriente política que tiene confianza en sus propias fuerzas no puede dejar de agrupar en torno suyo a la mayor cantidad de gente que le sea posible. Si la oposición de izquierda llegara a ser más fuerte que el partido oficial, esto nos daría oportunidad de luchar más eficazmente por la unidad de los comunistas, que ahora que la Oposición es débil. ¿No está claro?

Los partidarios de la «fracción restringida» responden que la oposición de izquierda no puede admitir en su seno más que a militantes conscientes. ¡Efectivamente! Pero ¿no ocurre lo mismo con el partido? Todo se reduce a esto: la oposición de izquierda no puede reclutar obreros, debe enviarlos al partido oficial para que allí se les enseñe que los trotskistas son «contrarrevolucionarios». Entonces, y sólo entonces, la Oposición tendrá el derecho de privarles de sus ilusiones, de reeducarlos respecto a las contagiosas calumnias de los estalinistas. Realmente no puedo llegar a comprender un mecanismo tan complicado. Pienso que la Oposición no tiene el derecho, sino también el deber de agrupar en torno suyo a todos los que se le acerquen, respondiendo a sus llamadas. Naturalmente al principio no serán bolcheviques‑leninistas convencidos y conscientes. Pero este hecho lo único que hace es imponernos seriamente la educación de nuestros seguidores. En el marco de esta educación habrá tiempo para explicar por qué nosotros estamos por un partido y los estalinistas por dos: Si la oleada hacia nosotros fuese demasiado tumultuosa ‑cosa que no hay lugar a temer‑ podríamos formar un núcleo de simpatizantes. En el interior de este círculo, seria necesario dejar bien claras las diferencias entre centrismo y leninismo. Cuando el círculo hubiese llegado, bajo nuestra dirección, a un cierto nivel, podría invitarse a representantes del partido oficial a exponer sus posiciones ante él. Se desarrollaría una discusión entre nuestros seguidores y los estalinistas. De esta forma, y no mediante medidas maltusianistas contra la reproducción, es como se puede conseguir una reconciliación seria entre la oposición de izquierda y el partido, y como se puede encontrar un camino más seguro hacia el partido unificado.

[La oposición de izquierda se convertiría en una secta si llegase a la conclusión de que su tarea consiste en criticar la actuación del partido oficial y de las organizaciones de masas del proletariado. La revolución española es un hecho. Ya se ha perdido demasiado tiempo, incluso por parte de la Oposición española. Dentro de un año seremos incapaces de reproducir la situación revolucionaria que ahora mismo estamos dejando escapar.

Precisamente en España es en donde la oposición de izquierda puede llegar a tener gran fuerza en un corto espacio de tiempo; la primera condición para esto es no tener miedo a llegar a ser una fuerza, sino aspirar a ello.]5

Eso es todo lo que puedo decirle por el momento sobre la cuestión en debate, teniendo en cuenta mis incompletas informaciones. Me gustaría recibir información complementaria.

 

 

Notas

 

1 Primera publicación integra en The Militant, el 14 de noviembre de 1931

2 Evidentemente se trata del viaje de Molinier a España. El 20 de agosto Trotsky escribió al C.E. de la Ligue: «Me alegro mucho del viaje del camarada Raymond Molinier, con su energía y su devoción, sin duda será muy útil a los amigos de allá abajo.»

El 25 de agosto, haciéndose eco de la opinión expresada por Trotsky muchas veces, Nin le había escrito: «la tarea más importante para nosotros ahora es la publicación del semanario». En su primer viaje, Molinier le había dado algo de dinero para esto. Nin contaba con que esta ayuda seguiría. El 6 de septiembre precisaba: «Insisto en decir que nuestra tarea urgente es crear en Barcelona un semanario de Combate». Aseguraba a Trotsky que todo iría bien una vez arreglado el problema del dinero. «Ahora tenemos centro, jamás dudé que fuera necesario. Pero para conseguirlo hemos tardado un año».

3 Ver más arriba, “los soviets y el problema de la balcanización” . Nin había contestado el 18 de septiembre: «Naturalmente, a nivel de principios, tenéis razón. Habría que afiliarlos al partido. Pero la complejidad de nuestra situación exige una solución mixta. En Barcelona afiliaremos a todo el mundo al partido. En las provincias catalanas al Bloc. Por el momento es la única solución posible. En primer lugar porque sería imposible afiliarlos al partido, ya que no querrían hacerlo. En segundo lugar, no lo olvidéis, el partido no existe en Cataluña».

4 Esta idea había sido expresada por Nin en su carta del 18 de septiembre; y Trotsky, en una carta que le ruega que publique en el seno de la Oposición española, evita atribuírsela a él Nin había escrito: «Hemos juzgado que es imposible e inadmisible afiliar estos grupos a la oposición y pedirles luego que se afilien al partido. En primer lugar no se trata de grupos de oposicionistas, sino de comunistas recientes, entre los que hay algunos oposicionistas. Incluso suponiendo que pudiésemos afiliarlos a todos a la Oposición ‑¿es deseable esto?‑ no debemos inclinarnos por esta solución. No serían admitidos en el partido oficial y de esta forma crearíamos las bases para la formación de un nuevo partido».

5 Nin contestaría el 7 de octubre: «Otro día os escribiré sobre la cuestión de la fracción amplia o restringida". He traducido su carta y la estamos traduciendo a nuestros grupos. Prefiero transmitirle, junto con mi opinión personal, la de todos los camaradas. De todas maneras quisiera decirle desde ahora que no comparto en absoluto su punto de vista, que me parece inspirado en una información insuficiente». Pero el 4 de noviembre señalaba: «Ninguna divergencia sobre la cuestión de la fracción "amplía". Entre nosotros no ha habido más que un malentendido».

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