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10 de agosto de 1933

 

 Queridos camaradas:1

 

Las últimas cartas y documentos provenientes del comité central de la sección española2 dirigida por el camarada Nin, provocan una sensación que es difícil no calificar de indignación. El tono de las cartas es asombroso: las acusaciones más duras lanzadas a izquierda y a derecha, expresiones ofensivas empleadas sin sombra de justificación, y que acaban convirtiéndose a menudo en simples injurias. Este tono demuestra cuán lejos están Nin y sus amigos3 del espíritu de camaradería revolucionaria y del más elemental sentimiento de responsabilidad personal. Sólo las personas privadas de toda disciplina interior pueden escribir en términos semejantes, sobre todo, contra la organización, que en el fondo de ellos mismos, consideran ajena y hostil.

Las acusaciones lanzadas por el grupo de Nin han sido desmentidas decenas de veces. El representante de este grupo estuvo en la preconferencia; allí pudo exponer sus deseos y mantener sus acusaciones4 ¿Cuál ha sido el resultado? La política de Nin y sus amigos fue condenada por todas las secciones de la oposición de izquierda internacional, sin excepción.5 Se podría haber pensado que este hecho por lo menos haría a Nin y a sus amigos un poco más prudentes. Por el contrario, duplican, triplican sus injurias dirigidas y concentradas contra la Oposición internacional en su conjunto.

Por ahora sólo pienso abordar un punto: el grupo de Nin se atreve a acusar a la Oposición internacional de haber excluido de sus filas indebidamente a Rosmer, Landau y otros.6 Los hechos y los documentos demuestran lo contrario. Rosmer intentaba alejar de la Ligue a los camaradas que, según su opinión, eran indeseables,7 pero quedó en minoría muy reducida; después de esto, abandonó la Ligue.8 Personalmente he mantenido correspondencia con Nin de forma permanente a propósito de este incidente. Le informé de todas mis iniciativas para impedir que Rosmer diera un paso tan claramente erróneo, que no surgía de consideraciones revolucionarias, sino de caprichos personales.9 A pesar de su amistad con Rosmer, Nin me escribió: «la razón no está del lado de Rosmer». A mis insistentes preguntas por escrito para saber si podía emprender alguna iniciativa suplementaria para impedir que Rosmer diera ese paso erróneo, Nin no me propuso nada, reconociendo que ya se hablan dado todos los pasos.10 Lo mismo respecto a Landau. Que se sepa, nadie propuso expulsarle,11 únicamente se le pidió que tomara parte en la conferencia democrática convocada por la sección alemana. Yo presenté una resolución conciliadora en tono y en contenido a la cual Nin se adhirió por escrito «enteramente y sin reservas». Después se sabe que Landau «expulsó» a la mayoría del comité central de la sección alemana y se negó a participar en la conferencia en la que estaría condenado a permanecer en minoría.

Como miembro del Buro internacional de entonces, Nin ha participado en el conjunto de nuestra política, ante la cual tiene una total responsabilidad. Y ahora, sin aportar ni hechos ni documentos hace recaer la responsabilidad de Rosmer y Landau sobre la Oposición de izquierda internacional, olvidando o callando sus propias responsabilidades. ¿Cómo calificar una actuación semejante?

Admitamos por un instante que Nin ha llegado más tarde a la conclusión de que nuestra actuación respecto a Rosmer, Landau y los otros, era equivocada. Entonces hubiera debido decir: Hemos cometido tal y tal falta, debemos corregirla de tal y tal forma. Ete hubiera sido un camino totalmente legítimo. Sólo hay que decir claramente cómo corregir las faltas. Los grupos de Rosmer12 y Landau tienen sus propias publicaciones, y desarrollan sus puntos de vista, que, en determinadas cuestiones esenciales, se separan cada vez más de los nuestros. Si se hubiera avanzado en la cuestión de Rosmer y Landau, no como una maniobra, sino con un fin práctico, o sea, cómo hacer volver a esos grupos al seno de la Oposición internacional, el deber del camarada Nin hubiera consistido en dar una apreciación de sus puntos de vista y sacar la conclusión: ¿Son compatibles con los de los bolcheviques‑leninistas? ¿Exige determinadas concesiones por nuestra parte, y en concreto cuáles; o, por el contrario, Rosmer y Landau tendrán que renunciar a sus puntos de vista y sus métodos para unirse a la Oposición de izquierda? Una actuación de este tipo, seria, de principios, y al mismo tiempo, práctica, habría abierto la posibilidad de una discusión y quizás de dar algunos pasos en la práctica. La actual forma de actuar de Nin demuestra que no le importan los avances prácticos: no necesita más que un pretexto artificial para lanzar sus insinuaciones contra la Oposición de izquierda internacional.

Todo esto es aún más triste ya que el camarada Nin necesita una actuación desleal para disimular sus propias vacilaciones políticas, así como toda una serie de faltas que han impedido a la Oposición de izquierda española conquistar el lugar que las condiciones de la revolución posibilitaban. Actualmente, a consecuencia de la política radicalmente falsa del camarada Nin, la Oposición española no crece, por el contrario, se debilita.13 Desgraciadamente, la discusión política con el camarada Nin no ha dado ningún resultado: siempre se esconde, hace diplomacia, no dice ni sí ni no, sino lo que es peor, a los argumentos políticos de los camaradas, responde con insinuaciones personales.

Le ruego que ponga esta carta en conocimiento de todas las secciones, empezando por la española. Quisiera que fuera enviada a todos nuestros amigos de América del Sur: cuanto antes se enteren de la falsedad y el peligro de la política de Nin, más estrechamente se unirán a nuestra organización internacional y podrán trabajar con más éxito en el plano nacional.

 

Saludos comunistas.
L. T.

 

P. S. Ya había escrito esta carta cuando mis amigos me enviaron dos documentos del camarada Nin y otros, en respuesta a la carta de los camaradas Shachtman y Frank.14 El camarada Nin descubre una intriga y una comedia en el hecho de que ésta haya sido escrita en Prinkipo. Deja entender que estoy escondido tras los firmantes de la carta. ¿Por qué habla de hacerlo? Desde luego no por miedo a Nin y a sus cómplices, pues ya me he expresado muchas veces ‑espero que sin equívocos sobre la política de Nin. Mi correspondencia con él es accesible a los camaradas.

No tengo el más mínimo interés en ocultar que yo creo que la actividad de Nin es nefasta. ¿Por qué habría de esconderme tras Shachtman y Frank? Incluso si la iniciativa de la carta hubiera partido de mi, esto no cambia el contenido de la carta. Lo importante son los hechos y los argumentos de la carta, que son aplastantes para Nin. La verdad es que la iniciativa de la carta, así como su redacción pertenecen exclusivamente a los camaradas que la han firmado. No he conocido el texto de la carta hasta que la he leído. ¿Con qué derecho, Nin y sus cómplices, presentan a Shachtman y Frank como incapaces de emitir un juicio sobre estas artimañas y de expresarse por iniciativa propia? Si Nin tiene alguna duda sobre la autenticidad de esta carta que se dirija a las secciones americana y francesa. Estoy seguro de que recibirá una respuesta clara, aunque poco reconfortante para él.

Nin intenta defender sus insinuaciones personales citando una afirmación mía ‑poco personal por otra parte‑ según la cual la política se hace a través de las personas.15 Se olvida que a través de las personas no sólo se hace la buena política, sino la mala, y que toda política selecciona a las personas que le corresponden y las educa.


 

Notas

 

1 Este texto de uso interno, es una carta dirigida a todas las secciones de la oposición internacional. Fue publicada en el Boletín interior, n.º4, del 5 de septiembre de 1933, pp. 7‑9. El título es el mismo que le puso el S.I. El comité ejecutivo de la Gauche Communiste la hizo preceder de la siguiente indicación, entre otras: «la mayoría de nuestros camaradas conocen ya esta carta, ya que el S.I. fiel a sus métodos disolventes y desleales, se ha servido de sus agentes Arlen y Vela ‑que no son miembros de nuestra organización‑ para hacerla llegar hasta nuestros grupos». Arlen era el nombre de un oficial que había militado brevemente en la Oposición y Mariano Vela era el nombre de un estudiante madrileño al que estaba ligado. Según parece, después de un cierto tiempo, los dos habían expresado ‑incluso antes que Trotsky- críticas contra la orientación independentista de Nin y sus camaradas, y que el S.I. por lo menos pensó en apoyarles en la medida en que parecían más dignos de fe que Lacroix, «convertido» demasiado recientemente. En el mismo boletín se hace alusión a la correspondencia que Arlen y Vela mantenían directamente con el S.I., uno de cuyos representantes, Pietro Tresso, llamado Blasco, antiguo dirigente del P.C. italiano, había contactado con Tojo, del grupo de Lacroix. El S.I. enviaba a Arlen y Vela la copia de los documentos dirigidos al C.E. español, utilizándolos para difundir sus propios documentos. En el mismo número una respuesta del grupo de Madrid ‑donde residían Arlen y Vela‑ calificaba a estos últimos de «dos cretinos extranjeros con sentimientos de proletarios revolucionarios ». De cualquier forma, la actitud extremadamente hostil del C.E., que había desautorizado a Fersen, su representante en la preconferencia, negándose a aplicar las decisiones de esta última, justificaba a los ojos de Trotsky esta declaración de guerra interna a la mayoría de la sección española.

2 Lo esencial de estos textos se encuentra en los Boletines internos 3 y 4 de la Gauche communiste, que no hemos podido encontrar. Sin embargo, según los textos posteriores, queda claro que Trotsky hace alusión aquí al proceso hecho por el C.E. de los «métodos burocráticos» del S.I., sus «intrigas» con Lacroix‑Tojo y posteriormente Arlen y Vela, de la acusación según la cual estos últimos conservaban los archivos de la izquierda comunista, con el consentimiento del S.I., de la falta de principios de este último en las luchas fraccionales, etc

3 En su respuesta, el C.E. de la I.C.E. encontraba inadmisible que Trotsky empleara la expresión «Nin y sus amigos» para expresar la dirección elegida en la conferencia nacional de la oposición española, afirmando que esto revelaba una actitud fraccional inaceptable. (Boletín interior, n.o 4, 5 de septiembre de 1933, p. 9).

4 No hemos podido disponer de un balance de los debates de la preconferencia, sino únicamente el texto de la declaración del delegado español, Fersen. (Boletín interno de la O.G.I., editado por el S.I. de la O.G. (B.‑L.), nº 2‑3, abril de 1933).

5 El C.E. se contentó con responder: «Todos los camaradas, sin excepción, están confundidos.»

6 Fersen se había expresado de forma más matizada en la preconferencia afirmando que «la sección española, sin negar la existencia de errores y desviaciones, más o menos importantes» por parte de Rosmer o de Treint, no había llegado «a encontrar una línea de demarcación en el terreno de los principios» entre la oposición de izquierda internacional y «ciertos grupos». La resolución de Madrid, mencionada en la nota 1, se refiere vivamente a Frank y Molinier, delegados del S.I. en la conferencia, acusándoles de haber intentado, sin suficiente información y con los métodos más bajos, arrancar a los delegados una declaración en contra del grupo de Rosmer. Después del mentís de Comunismo en septiembre, desolidarizándose con la «Gauche communiste» francesa y con el grupo Landau, el órgano de la Gauche communiste Le Communiste escribiría: «Podríamos haber dicho que, el camarada Lacrois, que no ignoraba nada de nuestras divergencias con la Ligue communiste francesa y el S.I., nos había propuesto, tres días antes de la conferencia, tomar la palabra en nombre de la oposición de izquierda francesa (cosa que no pudo llevar a cabo a causa de la llegada de los delegados "oficiales" Molinier, Frank, Pierre Naville... y de la retirada de Lacroix). Podíamos haber contado el tono de la petición de estos delegados "oficiales" de nuestra expulsión de la sala de sesiones, donde había comenzado la discusión de la carta del S.I. (Le Communiste, n.º 8, l de octubre de 1932). Esta versión del incidente nos ha sido confirmada por una carta de Pierre Frank del 3 de enero de 1973: «Hubo un conflicto entre nuestra delegación y la unánime dirección española por el hecho de que habían invitado en pie de igualdad a nosotros y a Collinet, que era delegado del grupo de Rosmer.» Por su parte, M. Collinet ha confirmado su presencia en Madrid algunos días antes de la apertura de la conferencia, en la que finalmente fue admitido como oyente. Los textos del C.E. de la I.C. que hemos consultado no hacen alusión al viaje de Collinet, ni a su presencia en la conferencia, ni el texto de Madrid a esta disputa de representatividad.

7 En su obra, Alfred Rosmer et le mouvement révolutionnaire international, pp. 379 y ss., Christian Gras, basándose en la correspondencia contenida en los archivos Mougeot, afirma que Rosmer deseaba ante todo eliminar de toda responsabilidad a Raymond Molinier al que consideraba peligroso y aventurero. El C.E. de la I.C.E., en una carta no fechada, publicada en su Boletín interior, n.º 2, de 1933, precisa que estaba dispuesto a reconocer los errores de Rosmer, pero que de ninguna forma iba a reconocer que sus adversarios en la Ligue francesa, sobre todo Molinier, eran, como decía Trotsky «los elementos vivos y revolucionarios del movimiento» Nin, Andrade y los demás mantenían un juicio tan severo sobre Molinier como el de Rosmer, que Trotsky no compartiría hasta 1935, a partir de su ruptura definitiva.

8 Christian Gras (op. cit., p. 373) escribe: «En noviembre de 1930, cuando llegan las cartas de Trotsky favorables a Molinier, Rosmer se aparta de la Ligue.» La fecha es exacta. Sin embargo Alfonso Leonetti nos ha contado que desde que los «tres» del P.C. italiano tomaron contacto con Rosmer, este último no sólo no les habló de su ruptura con la Ligue y la oposición internacional, sino que por el contrario les contactó con Trotsky

9 Aquí el resumen raya en la caricatura. Trotsky había escrito exactamente a la Federación de Charleroi, que animaba León Lesoil: «El camarada Rosmer ve como posible su alejamiento del movimiento a causa de asuntos que atañen incluso al orden personal. Con una actitud semejante al movimiento en su conjunto, ¿qué hay de extraño en que nuestras divergencias de principio parezcan secundarias e incluso inexistentes? (Carta del 28 de junio de 1931, Archivos Mougeot).

10 Efectivamente esta es la impresión que se saca de las cartas de Nin, tal como fueron publicadas por Trotsky. Nin no cuestionó la selección, y por consiguiente la verosimilitud de los extractos. Por otra parte, numerosas cartas intercambiadas entre los dos hombres permanecen hasta ahora inaccesibles al investigador.

11 No es exacto que «nadie» intentara expulsar a Landau. Efectivamente, el mismo Trotsky escribía el 17 de febrero de 1931: Es inútil decir lo lejos que estoy de responsabilizarme de la actividad del camarada Well. Por el contrario he estado en desacuerdo con él, más de una vez, y cuando creía que cometía errores importantes, no me callaba mi opinión ( ... ). Durante las explosiones de una cólera injustificada Well emprendía el método de Landau, no viendo otra salida que la escisión (subrayado por nosotros, P. B.). La consigna «expulsar a Landau» es falsa, peligrosa y dañina. («La crisis de la oposición de izquierda alemana» Boletín Internacional de la oposición comunista de izquierda, n.º 6, abril de 1931, edición francesa). A decir verdad, Well no lanzó esta consigna de expulsar a Landau desinteresadamente, a pesar de que se alinease cuidadosamente con las posiciones de Trotsky en los últimos tiempos de la crisis. Efectivamente se sabe que el pseudo R. Wells y su hermano, conocido en aquella época como Sénine, eran en realidad agentes de la G.P.U., que serían desenmascarados a finales de 1932. De origen lituano, su verdadero nombre era Sobolevicius; posteriormente los dos hermanos harán carrera en el espionaje ruso en los EE.UU., bajo los nombres de Jack Sobre y Robert Soblen.

12 Christian Gras ha demostrado que la expresión «grupo Rosmer» para designar a los militantes agrupados en Francia alrededor del periódico Le Communiste, no correspondía en absoluto a la realidad.

13 Alusión a la crisis abierta por Lacroix y a sus consecuencias en la oposición española a continuación de una encarnizada lucha fraccional de varios meses. El C.E. de la Gauche communiste reaccionaría rápidamente a esto, ya que hacia responsables de la agudeza de la crisis al S.I. y por lo menos parcialmente a Trotsky, ya que ellos habían contribuido a envenenarla. El texto de Lacroix publicado en el B.I. internacional de abril de 1933 afirmaba: «Trotsky y el S.I. siempre tienen razón contra nosotros, salvo en los asun­tos sin ímportancia.» Las decisiones de la preconferencia ‑a la que había asistido un delegado de Lacroix‑, la correspondencia del S.I. con Tojo, después con Arlen y Vela, habían confirmado, si no el apoyo de Lacroix ‑de quien Trotsky y el S.I. desconfiaban‑ sí por lo menos la explotación de la crisis por parte del S.I. Sin embargo el asunto se enrarecería aún más. El órgano del P.S.O.E., El Socialista publicó el 29 de agosto de 1933, bajo el título de «Vuelta al marxismo», una carta de Lacroix solicitando su admisión en el partido socialista, abjurando de su «izquierdismo» y que fue considerada como un gesto innoble por parte de sus antiguos camaradas. Según el C.E. español, Lacroix había intentado antes reincorporarse al P.C. (Comunismo, 29 de octubre de 1933). La marcha en semejantes condiciones del antiguo secretario general constituía un duro golpe tanto para la autoridad de Trotsky, como para la de la oposición española en su conjunto. En La Batalla, 26 de octubre de 1933, se recogían las informaciones de Comunismo bajo el título de «La derrota del trotskismo». Maurin calificaba a Garcia Lavid (Lacroix) como «el hombre de confianza de Trotsky», el «verdadero organizador del trotskismo en España» para concluir: «En el plano doctrinal, el trotskismo está mucho más cerca de la socialdemocracia que del comunismo.» Este giro político parecía estar más ocasionado por el carácter de Lacroix, que por su evolución política. Militante socialista, comisario de división durante la guerra civil, reconocido por los oficiales de la división Líster, según varias opiniones, habría sido ahorcado en 1939, a pocos centenares de metros de la frontera francesa. Georges Verceeken, en un manuscrito inédito, defiende la tesis de que Lacroix era un «agente» estalinista

14 No hemos podido conseguir el texto de esta carta publicada en el n.º 3 del Boletín interior. Frank era el brazo derecho de Molinier y uno de los principales dirigentes de la Ligue francesa; Max Schachtman, uno de los principales trotskystas norteamericanos. Su texto ‑una carta dirigida a las secciones‑, de la que no hemos podido conseguir la respuesta, era un acta de acusación a los dirigentes españoles. Según un camarada que prefiere guardar el anonimato, la cólera de los amigos de Nin se explicaba por el hecho de que Schachtman, antes de dirigirse a Prinkipo, había estado con Nin y le había prometido apoyo. Jean Van Helienoort, ataca esta hipótesis, que considera inverosímil y nos señala (carta del 26 de diciembre de 1972) que el texto en cuestión había sido redactado por Pierre Frank en octubre de 1932, bajo forma de proyecto, pero que su envío se había retrasado a causa de su viaje a Copenhague. Shachtman lo había firmado en Prinkipo y de esta forma fue enviado con estas dos firmas. En su respuesta relativa a la participación de Trotsky en la redacción de esta carta, el C.E. de la I.C.E. se limita a declarar: «Ya que Trotsky lo dice, como no tenemos pruebas de lo contrario, nos lo creemos.» Pero algunas líneas más abajo añade que Shachtman es un hombres «sin principios», «intrigante pueril que carece del más mínimo sentido de la responsabilidad política» y que debería haber sido expulsado como «perturbador y dilettante».

15 El C.E. de la I.C.E. respondió: «Por grandes que sean vuestras cualidades y vuestra experiencia política, no pueden más que producir documentos lamentables cuando intentan justificar lo injustificable y defender lo indefendible.» Respecto a las injurias: «Camarada Trotsky, le aseguramos que no hemos utilizado y nunca utilizaremos la injuria. Nuestras acusaciones se basan en hechos concretos, probados y verificables en cualquier momento» (Boletín interior, n.º 4, p. 9). Por su parte, Nin respondía a Trotsky por medio de la declaración siguiente: «Para satisfacer a los camaradas que se preguntaban por qué dejaba sin respuesta las acusaciones lanzadas contra mi por el camarada Trotsky, declaro que esta actitud, en la que pienso permanecer inquebrantable, responde al firme deseo de no hacer el juego a una grosera maniobra que no busca otro objetivo que el de provocarme, para conferir un carácter personal a nuestras divergencias con la dirección internacional, oponiéndome a la organización. El camarada Trotsky y el S.I. Podrán discutir con la sección española y su C.E., que no es un círculo (tertulia) de amigos, ni una camarilla de epígonos, sino un órgano legítimamente elegido por la organización, cuyo punto de vista representa y de la que goza de su confianza» (íbidem, p. 13).

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