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(Carta al S.I.)1

 

18 de junio de 1931

Queridos camaradas:

 

El curso de los acontecimientos pone una cuestión grandiosa en el orden del día, sobre la cual la Oposición de izquierda puede y debe tomar partido: me estoy refiriendo a la revolución española. Esta vez no se trata de una crítica posterior a los acontecimientos.2 La Oposición de izquierda debe intervenir activamente en todos los acontecimientos para evitar una catástrofe.

Las fuerzas de las que disponemos son pequeñas. Pero la ventaja de una situación revolucionaria consiste en que un grupo, incluso poco numeroso, puede llegar a ser una gran fuerza en un corto espacio de tiempo, a condición de saber formular pronósticos exactos y lanzar a tiempo las consignas justas. No me refiero exclusivamente a nuestra sección española, comprometida directamente con los acontecimientos, sino a todas nuestras secciones, pues a medida que progrese la revolución, más atraerá la atención de los obreros del mundo entero. La prueba de las líneas políticas se realizará bajo la mirada de la vanguardia proletaria mundial3 Si realmente somos el ala izquierda, si realmente nuestra fuerza viene de las justas concepciones revolucionarias, debemos demostrar todo esto de forma especialmente clara en el marco de una situación revolucionaria. Si realmente somos internacionalistas, debemos llevar estas tareas a escala internacional.

Hemos de plantear claramente dos cuestiones fundamentales: 1) la caracterización de la revolución española y la línea estratégica que se desprende, 2) la cuestión de la justa utilización táctica de las consignas democráticas y las posibilidades parlamentarias y revolucionarias. He intentado decir lo esencial sobre estas dos cuestiones en mi último trabajo sobre España. Aquí no quiero sino pronunciarme brevemente sobre el conjunto de cuestiones en las que debemos pasar a la ofensiva contra toda la línea de la Internacional Comunista.

¿Hay motivos para esperar en España una revolución intermedia entre la revolución republicana. ya consumada y la futura revolución proletaria, una pretendida «revolución obrera y campesina» con una «dictadura democrática»? ¿Si o no? Toda la línea estratégica viene condicionada por la respuesta que se dé a esta pregunta. El partido oficial español está hundido hasta el cuello en una total confusión sobre esta cuestión; confusión que ha sido y es todavía propagada por los epígonos, y que encuentra su más acabada expresión en el programa de la Internacional Comunista.4 Diariamente tenemos ahí la oportunidad de desenmascarar ante la vanguardia proletaria, a la luz de los hechos, todo el vacío, toda la falta de sentido, y al mismo tiempo el peligro que supone esta ficción de una revolución mixta e intermedia.

Los camaradas dirigentes de todas las secciones, deben tener continuamente en cuenta que somos nosotros precisamente, en tanto que izquierda, quienes debemos asentarnos sobre una base científica sólida. El diletantismo con las ideas, la charlatanería periodística al estilo de Landau y Cia., son contrarios a la propia esencia de lo que debe ser una fracción revolucionaria proletaria. Es necesario que estudiemos las cuestiones fundamentales de la revolución de la misma forma que los ingenieros estudian la resistencia de materiales o los médicos la anatomía o la patología.5 El problema de la revolución permanente, gracias a los acontecimientos de España, ha llegado a ser la cuestión central para la oposición internacional.

Las cuestiones de las consignas democráticas., la utilización de las elecciones y luego de las Cortes, son cuestio­nes de táctica revolucionaria, que están subordinadas a la cuestión general de la estrategia. Pero las formulaciones estratégicas más acabadas no valen para nada, si no se encuentra en cada momento una solución táctica para ellas. A este respecto, las cosas se presentan muy mal en España. Los periódicos franceses publican una noticia según la cual, Maurin, dirigente de la Federación Catalana, habría declarado en su conferencia de Madrid que su organización no se presentaría a las elecciones porque no creía en su «sinceridad». ¿Es posible que esto sea cierto? Significaría que Maurin no aborda las cuestiones de la táctica desde el punto de vista de la movilización de las fuerzas del proletariado, sino desde el punto de vista del sentimentalismo y de la moral pequeño‑burguesa. Hace dos semanas hubiera pensado que la prensa burguesa mentía, pero después de haber leído la plataforma de la Federación Catalana, me veo obligado a pensar que esta noticia, por muy monstruosa que sea, no es del todo imposible y no puede ser excluida de antemano.

Sobre esta línea debemos desencadenar una lucha implacable en el seno de nuestras propias filas. Es indigno y absurdo querellarse con diferentes grupos a causa de las funciones, los derechos y las prerrogativas del secretariado, en el momento en que no tenemos en común ninguna cuestión relativa a los principios con los grupos en cuestión. Me refiero sobre todo al grupo Prometeo, que está en desacuerdo con los bolcheviques‑leninistas en todas las cuestiones fundamentales de la estrategia y la táctica. No debe permitirse a nadie esconder estos problemas a base de tapaderas con problemas organizativos, y mediante alianzas sin principios que degenerarían inevitablemente en intrigas de pasillo.6

Después de la experiencia rusa, ha sido en China donde se ha planteado más claramente el problema de las consignas democráticas. Pero no todas las secciones europeas han tenido la oportunidad de seguir la lucha de cerca. De hecho la discusión sobre esta cuestión ha tomado un carácter casi académico para ciertos camaradas e incluso para ciertos grupos. Pero hoy en día, estas cuestiones, son la propia encarnación de la lucha, de la vida. ¿Podemos permitir que se nos ate de pies y manos mientras se opera un viraje histórico de tamaña importancia? Asi como, durante el conflicto chino‑ruso, que amenazaba desencadenar la guerra, no podíamos entretenernos en discusiones sobre si era necesario apoyar a la Unión Soviética o a Chiang‑Kai‑check, de la misma forma, hoy ante los acontecimientos españoles, no debemos asumir ni la más leve responsabilidad, incluso indirecta, sobre las supersticiones sectarias y semibakuninistas de ciertos grupos.7

Mis propuestas prácticas se resumen de la siguiente forma:

1) Todas las secciones deben colocar los problemas de la revolución española en el orden del día.

2) Los dirigentes de nuestras secciones deben crearcomisiones especiales cuya tarea seria la de recoger material para profundizar sobre estos temas, y sobre todo para seguir de cerca la actividad de los partidos oficiales y la manera en que enfocan los problemas de la revolución española.

3) Todos los documentos importantes sobre el comunismo español ‑‑de todas las tendencias‑ deben ser enviados regularmente, por lo menos extractados, a todas nuestras secciones nacionales.8

4) Después de la necesaria preparación, cada sección de la oposición debe desencadenar el ataque contra la política de la Internacional Comunista en la revolución española. Esta ofensiva puede revestir diversas formas: artículos en periódicos, resoluciones, críticas, cartas abiertas, intervenciones en las reuniones, trabajo individual o por grupos. De la forma que sea, es indispensable que estén rigurosamente coordinadas.

5) Después de cierto trabajo preparatorio, tanto las secciones nacionales como el secretariado internacional, han de tener como tarea indispensable la elaboración de un Manifiesto de la izquierda internacional sobre la revolución española, que debe ser realizado de la forma más concreta, posible y en estrecha colaboración con la sección española.9 Habría que dar a este manifiesto la difusión más amplia posible.

Estas son mis propuestas concretas. Os ruego que las discutáis y enviéis al mismo tiempo una copia de esta carta a todas las secciones nacionales, a fin de que se discuta simultáneamente en todas ellas.


 

Notas

 

1 T. 3391, publicado por vez primera en The Militant, 18 de julio de 1931, posteriormente en la revolución española día a dia. Dirigida al secretariado internacional, esta es la primera de una serie de cartas del mismo tipo, en las que explica la situación y las tareas de la revolución española. De ahora en adelante, convenientemente informado por Nin, Trotsky piensa que es necesario pasar a la acción

2 Alusión a la revolución china, en la que la oposición de izquierda rusa no dio a conocer su opinión más que la víspera de los acontecimientos decisivos y, únicamente entre los cuadros del partido. La verdad sobre la política estalinista en China no será conocida más que por unos cuantos militantes, a través de los escritos de la oposición de izquierda.

3 Trotsky piensa que si la oposición de izquierda difunde ampliamente su política para España, los militantes tendrán la oportunidad de comparar las dos líneas, la de lo oposición, y la de la Internacional comunista, y de escoger en función de los resultados.

4 Ver la «Critica del proyecto de programa de la I.C.» en La Internacional comunista después de Lenin. Gracias a la imaginación y a la habilidad de los opositores rusos, este texto se distribuyó entre los delegados al VI Congreso de la I.C. De esta forma, el americano James P. Cannon y el canadiense Maurice Spector, dirigentes de sus respectivos P.C. fueron ganados a las ideas de oposición de izquierda.

5 Trotsky opone aquí el método «periodístico» e impresionista al método «científico». Desgraciadamente para sus estudios «científicos» no disponía más que de información «periodística», por eso insiste en que sus camaradas españoles resuman y elaboren una documentación que permita un trabajo más serio.

6 Trotsky hace alusión a las secuelas de la escisión alemana y a la polémica con Kurt Landau y los «bordiguistas» italianos de la «fracción de izquierda» que ocupaban gran espacio en los boletines internos de la Oposición.

7 La cuestión del «ferrocarril Manchuriano» y el conflicto chino-ruso originó la ruptura entre Trotsky y Hugo Urbahns, antiguo dirigente del P.C. alemán, organizador, desde su exclusión, del Leninbund, que durante mucho tiempo llegó a constituir una verdadera organización de oposición comunista en Alemania.

8 El Boletín Interno internacional, no 9‑10, de agosto de 1931, se dedicó casi exclusivamente a las cuestiones españolas, a base de documentos de la C.N.T., del P.C.E., etc.

9 Este manifiesto no llegaría a aparecer. Trotsky reprocharía a los camaradas españoles el no haber creado las condiciones para su elaboración y a Mill, del secretariado internacional, que no había tomado ninguna iniciativa en este sentido.

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