(Carta al S. I. )
Esta carta tiene por objeto intercambiar algunas ideas respecto a la tumultuosa ola de huelgas que recorre España.2 En mi segundo folleto sobre la revolución española, solamente indiqué una de las perspectivas posibles: el movimiento revolucionario se desarrolla impetuosamente, pero sin ninguna dirección justa, terminando en una explosión, que aprovechan las fuerzas contrarrevolucionarias para aplastar al proletariado. Como ya señalé en el otro folleto,3 esto no significa que la tarea de los comunistas sea frenar la movilización revolucionaria. Estoy seguro que no tendremos ninguna diferencia respecto a esto; sin embargo me gustaría analizar más profundamente esta cuestión, pues me parece de gran importancia práctica.
Si el partido comunista hubiese dicho a los obreros: «Soy demasiado débil todavía para poder dirigiros, esperad un poco, no os apresuréis, no deis la señal de combate poniéndoos en huelga, ¡dejadme tiempo para crecer!», se hubiese cubierto de vergüenza para siempre, las masas al despertar hubiesen pasado por encima de su cabeza, y, en lugar de crecer, se hubiese debilitado aún más.
No es inútil repetir que no debemos alentar ningún tipo de aventurerismo. Hay que dejar bien claro que no va a ser el ala derecha, la que lucha contra las huelgas, la que más se acercará a nosotros, sino la izquierda, sindicalista revolucionaria. Será ‑tanto más fácil acabar con todos los elementos aventureristas a medida que los sindicalistas revolucionarios se convenzan de que los comunistas no somos intelectuales, sino luchadores.
Se suele acusar al partido oficial de llevar una política aventurerista en lo relativo a las huelgas. No puedo juzgar por falta de información. La actuación del partido en el periodo anterior hace suponer que esta acusación probablemente tenga justificación. Precisamente debido a esto, es posible que después de quemarse los dedos gire bruscamente hacia la derecha. La peor desgracia seria que las masas obreras vieran en los comunistas, igual que Pestaña, a gentes que les gusta inculcar sus dogmas de arriba a abajo, en vez de elevarlos hasta ellos, de abajo a arriba.
La oposición de izquierda no debe olvidar ni un sólo instante que los peligros inherentes al proceso revolucionario no pueden evitarse con una prudente vigilancia, sino únicamente con audacia, audacia y más audacia.
Notas
1 T. 3402, carta al S.I. publicada en el B. 0., n.º 24, septiembre de 1931, pp. 17‑18, y después en Fourth International en octubre de 1943
2 Esta ola de huelgas, a menudo de carácter insurreccional, empezó en Sevilla extendiéndose por Andalucía y después por toda España, hasta las grandes huelgas de septiembre en Barcelona.
3 Ver más arriba, «La Revolución española y los peligros que la amenazan».
4 Los comentarios de la época en Comunismo dejan entrever esa opinión.
5 Dos meses más tarde, un articulo de Molins y Fábrega en Comunismo, n.º 5, octubre de 1931, titulado «Las dos tendencias cenetistas», ilustrará este análisis. Demuestra que Peiró, Pestaña y los demás dirigentes de la C.N.T. se han quitado la máscara con el «Manifiesto de los Treinta», revelando su verdadero rostro reformista. Su portavoz, Solidaridad Obrera, ataca violentamente a los «comunistas», en realidad el ala revolucionaria de los anarcosindicalistas, que animan Juan García Oliver y Buenaventura Durruti. Este último define correctamente el papel de los dirigentes cenetistas que se han colocado al servicio de la paz social, amenazando a los burgueses republicanos, tipo Kerensky. Sin embargo al mismo tiempo afirma que el coronel Maciá, líder del movimiento catalanista ¡es quien ha tenido en sus manos el destino de la revolución!
6 Es decir, los combates prematuros por el poder, sin dirección firme, que permiten a la contrarrevolución pasar al ataque, como en Rusia, en julio de 1917