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Como hace tres años, las expectativas electorales del PP se han visto frustradas. Entonces, el 3 de marzo del 96, porque a pesar del desgaste del gobierno del PSOE tras dos años de crisis política, el triunfo sonado que esperaban no se dio, para sorpresa de la burguesía y de la propia dirección del Partido Popular. Ahora, porque con los resultados del 13 de junio pasado no consiguen despegarse del PSOE, con lo que la ilusión de alcanzar la mayoría absoluta se desvanece. De hecho, se reduce la distancia respecto las anteriores elecciones europeas y municipales. En las europeas, la ventaja del PP sobre el PSOE se ha reducido a la mitad, y en las municipales prácticamente ha habido un empate.

Estos resultados se dan en el mejor de los escenarios para el Partido Popular: tras tres años de gobierno con una coyuntura económica favorable, sin oposición por parte del PSOE, desarbolado tras la dimisión de Borrell como candidato, con las direcciones sindicales entregadas a su papel “responsable” de facilitar la paz social firmando un pacto tras otro... y con un año de tregua por parte de ETA totalmente inesperado por el Gobierno.
Así se comprende que estos resultados son vistos como insuficientes por parte de la burguesía española: el gobierno de Aznar no va a tener un escenario mejor que éste en las próximas elecciones. La debilidad electoral del PP siembra de inquietud los consejos de administración del capitalismo en el estado español. Es cierto que siguen siendo el partido más votado, que mantienen el apoyo de una parte importante de las capas medias, pero son conscientes a su vez de que cualquier cambio en la coyuntura podría depararles amargas sorpresas. Y de aquí a las elecciones generales en el 2000 tendremos por medio las autonómicas en Catalunya y, posiblemente, en Andalucía. Dos comunidades en las que el PP exhibe unos pobres resultados. Por eso, dirigentes y allegados del presidente Aznar le presionaban para que adelantara las elecciones. Contraria-mente a sus indicaciones, Aznar ha decidido agotar la legislatura confiando en que mantendrá la supremacía obtenida en las pasadas elecciones.
El apoyo obtenido por el PSOE se produce a pesar de una oposición prácticamente apagada, que comparte, en aspectos fundamentales, la misma posición que el gobierno del PP por considerarlas “cuestiones de Estado” (desde la configuración del Estado de las Autonomías, al proceso de paz en Euskadi o la guerra en Yugoslavia). Y a pesar de una dirección volcada en enmendar el efecto Borrell. El apoyo electoral cosechado por el PSOE sólo puede entenderse como la voluntad de la clase obrera de no ceder ante la derecha, agrupando su voto en torno al principal partido de la oposición. Desde luego, nada tiene que ver con este avance electoral el ala más derechista de la dirección y su política, aunque se lo atribuyan de la manera más desvergonzada. Como se pudo ver de forma clara en los resultados de las primarias, el apoyo de las bases socialistas a Borrell expresaban la voluntad de éstas de imprimir un giro a la izquierda en el partido, de romper de manera contundente con la derecha, recogiendo las aspiraciones y necesidades de la clase trabajadora. Y lo que se han encontrado después ha sido bien distinto: la renuncia de Borrell tras un año de concesiones a las presiones de la mayoría de dirigentes del partido y de ataques por parte de la burguesía. El divorcio entre las bases y la dirección actual no puede ser mayor. Y aún así, el PSOE ha recogido el voto de la clase trabajadora para cerrar el paso a la derecha. La experiencia de estos tres años de política reaccionaria del PP  ha sido decisiva en este sentido.
Estos resultados ponen de relieve como sobre la base de una auténtica política socialista, basada en la movilización, PSOE e IU, junto a los sindicatos, podrían hacer entrar rápidamente en crisis al gobierno del PP. Porque éste es un gobierno mucho más débil de lo que parece. Lo que se ha expresado el 13-J es la tremenda oposición a la derecha que existe por parte de la clase obrera en el estado español. Este gobierno no resistiría una lucha seria por la reducción de jornada a 35 horas semanales por ley, sin reducción salarial, en defensa de la ense-ñanza pública o contra la privatización de la sanidad, por citar tres medidas inmediatas que obtendrían el apoyo aplastante de la clase trabajadora.

 

El retroceso de IU

 

Izquierda Unida ha experimentado un retroceso importante, pasando de 2’5 millones de votos en las anteriores elecciones europeas a 1’2 millones, perdiendo más de la mitad de su apoyo electoral. En estas elecciones, como anteriormente en Galicia y en Euskadi, IU ha perdido los indecisos y parte de la intención de voto que recogían las encuestas antes de los comicios. Para hacer un análisis correcto sobre las causas de estos resultados hay que comprender el papel que juega el PSOE frente a la derecha a los ojos de amplias capas de los trabajadores y las enormes reservas de apoyo con que cuenta entre la clase obrera. De nada sirve hablar del bipartidismo establecido entre PP y PSOE salvo para lamentarse. El permitir hace cuatro años que la derecha accediera al gobierno de Comunidades Autónomas y municipios por la falta de acuerdos entre las direcciones del PSOE e IU fue un error, reconocido ahora por la misma dirección federal de IU. De haber existido otra política, en la que no hubiera quedado lugar a dudas sobre el sentido del voto a IU, inequívocamente beligerante contra el PP, IU habría recogido el apoyo de una parte del electorado de izquierdas más crítico y disconforme con la dirección derechista del PSOE. Ésta fue, de hecho,  la base del incremento de votos en el 95. Además, el hecho de apoyar al candidato del PSOE en un municipio o comunidad frente al del PP, lejos de debilitar a IU, la habría fortalecido. En primer lugar, porque esto no significa de ningún modo extender un cheque en blanco, ni implica tener que llegar a acuerdos sobre la base de un programa que no se comparte. Sólo de esta forma se podía, y se puede, conectar con el sentimiento de odio a la derecha que existe entre la clase trabajadora. Un sentimiento que no podemos olvidar que está profundamente arraigado en la clase obrera del estado español tras cuarenta años de dictadura franquista.
Otra cuestión relevante es que una parte de los votos perdidos por IU han ido a parar a la abstención. Esto indica que hay una parte de los votantes de IU descontentos con la política de la dirección, pero que se mantienen fieles a la opción representada por el PCE-IU. Son sectores desilusionados, disconformes con el discurso ambiguo utilizado a menudo por algunos dirigentes de la coalición. Además, IU se mueve en un terreno indefinido, entre el reformismo de tintes socialdemócratas y una postura más claramente socialista, que rompe con el capitalismo en algunos puntos. Si por el lado positivo IU defiende posiciones de clara oposición a la burguesía, como la reducción de jornada a 35 horas por ley, la oposición a la política económica del gobierno o la oposición a la guerra de Yugoslavia y a la OTAN, por el lado negativo IU ejerce una práctica política basada en el juego institucional al uso, defendiendo un programa en términos generales sumamente moderado, sin diferenciarse en esto gran cosa del PSOE.
Los medios de comunicación de la burguesía no han dejado escapar la ocasión de atacar a IU, atribuyendo su retroceso electoral a su “radicalidad”, a su posición contra la guerra imperialista en Yugoslavia o respecto los dirigentes sindicales. Es un pobre argumento, que cae por si solo cuando se analizan los resultados de otras formaciones políticas como el BNG o de EH. En las europeas, el BNG pasa de 139.221 votos a 347.250 y EH de 180.324 a 306.640, consiguiendo un escaño cada uno. Estas dos fuerzas han recogido una buena parte del voto de izquierda, ¿y es que acaso BNG y EH no aparecen como “radicales” en los medios de comunicación? De hecho, lo que la burguesía quisiera es que IU se alejara cada vez más de la aspiración de transformar la sociedad, de luchar por el socialismo. Y por eso intenta una vez tras otra ridiculizar toda postura que represente un enfrentamiento claro con sus intereses, con cualquier idea anticapitalista. La burguesía dispone de potentes medios para destruir o corromper a sus adversarios. A no pocos dirigentes sindicales, que por otra parte no confían en la capacidad de lucha de la clase trabajadora, se los ha ganado a base de lisonjas y ventajas materiales. A los que se salen del guión de lo “correctamente político”, se les ridiculiza o se les encasilla en falsas posiciones. Uno no puede pronunciarse en contra de los bombardeos de la OTAN en Yugoslavia y denunciar el carácter imperialista de la guerra sin ser un “amigo de Milosevic”. Uno no puede mantener una posición contraria a la contrarreforma laboral pactada por los dirigentes sindicales sin ser un “sectario al que se le paró el reloj”. La burguesía cuenta con medios poderosos, no cabe duda, pero IU tiene que hacer llegar sus planteamientos a cada barrio, a cada fábrica, hasta el último trabajador y joven, a través de sus propios medios, con hojas, pasquines, carteles y sobre todo ilusionando y armando ideologicamente a su base militante. Es a través de un trabajo militante, dando cauce a la participación de afiliados y simpatizantes, como IU puede ganar una presencia social mayor.

Elecciones en Catalunya

Por primera vez en 19 años, el candidato socialista parece que puede alcanzar la mayoría en las elecciones autonómicas y desalojar a Jordi Pujol, el representante directo de la burguesía catalana, del Palau de la Generalitat. Las últimas encuestas dan un empate técnico, cuando hace tan sólo dos años, la ventaja de CiU sobre el PSOE era de 17’5 puntos.
Es inevitable que estas elecciones sean vistas como un anticipo, un test previo a las próximas elecciones generales. Por un lado, la derrota de CiU, el principal socio del gobierno PP, sería una muy mala noticia para Aznar, que cuenta con su apoyo para conformar la mayoría necesaria para gobernar tras las generales en el 2000. Por otro lado, la victoria socialista en Catalunya daría fuerza a la idea de un posible triunfo del PSOE en las generales.
En las pasadas elecciones europeas y municipales, Catalunya regis-tró la mayor movilización en contra de la derecha. En las municipales el PSC logró 1.090.000 votos, 33.000 más que hace cuatro años, y le sacó una ventaja de más de 300.000 votos a CiU. CiU recibió un varapalo de campeonato, al perder 200.000 votos respecto a hace cuatro años. Y por su parte, el PP, también sufrió un serio descalabro. El objetivo de la dirección del PP era acrecentar su base electoral en Catalunya con vistas a las generales del año que viene, pero los resultados que obtuvieron siguen poniendo de relieve la tremenda debilidad electoral del Partido Popular. El PP obtuvo tan sólo 320.000 votos en toda Catalunya, perdiendo más de 75.000 votos respecto a 1995. La escasa implantación del PP en Catalunya, como en otras nacionalidades históricas y regiones, son el reflejo de la debilidad de la burguesía española, incapaz de tener un partido cohesionado en el conjunto del Estado.
El punto clave de las próximas elecciones en Catalunya será la participación en el cinturón industrial de Barcelona. Como se pudo ver en las pasadas elecciones del 13-J, la abstención fue mayor en los barrios y localidades obreras (Badalona, participación del 47%, Rubí, Sant Adrià del Besós, 45%, frente a una participación en torno al 60% en los feudos de CiU), lo que siempre favorece a la derecha.
El próximo 17 de octubre, fecha de los comicios en Catalunya, el hecho de que Maragall le dispute con posibilidades de éxito la Presidencia de la Generalitat a Jordi Pujol, junto a que estas elecciones son vistas como un anticipo de las generales, va a propiciar una participación mayor y una tremenda polarización entre el PSC y CiU. Es indudable que va a haber una movilización muy importante de la clase trabajadora para echar a la derecha de la Generalitat. La única incógnita que queda por resolver es si esta movilización va a ser lo suficientemente amplia para alcanzar la mayoría. Con un programa claramente socialista, que recogiera las aspiraciones y necesidades de la clase trabajadora, no habría lugar para conjeturas.

 

Una política de derechas

 

Hace tres años algunos dirigentes políticos y sindicales planteaban que, tras la ajustada victoria del PP, el gabinete de Aznar optaría por una política centrista, moderada, para intentar ampliar su base electoral durante esta legislatura. En este razonamiento se han basado las direcciones sindicales para defender una política de acercamiento, de diálogo y pactos con el gobierno de la derecha. Con ello reafirmaban, según decían, su “independencia” (de los partidos de izquierda,  PSOE e IU, se entiende) y su “modernidad” (no han mantenido “prejuicios doctrinarios” respecto de la política del Gobierno del PP que les hubieran impedido la negociación). Antonio Gutiérrez ha insistido una y otra vez en la necesidad de relanzar la negociación, el diálogo social, con el gobierno de la derecha y la patronal, mientras que el calado de los ataques a la clase trabajadora era cada vez mayor.
Ahí tenemos la reforma fiscal por la que a los más ricos se les concede una rebaja de más de 600.000 millones de pesetas en los impuestos, mientras que hay 1.600.000 parados sin ningún tipo de subsidio. O las bonificaciones  a los empresarios por la creación de empleo: 300.000 millones de pesetas de las cuotas de los trabajadores que han ido a parar a los bolsillos de los empresarios, en lugar de mejorar la cobertura del subsidio de paro, cómo denunció Anguita en el debate sobre el estado de la nación.
Ahí están los efectos de la última reforma laboral pactada entre sindicatos, patronal y Gobierno, con la que el despido se hizo más fácil y más barato. No ha variado apenas el porcentaje de contratos indefinidos, uno de cada tres trabajadores trabaja en precario y siete de cada diez contratos se hacen a través de Empresas de Trabajo Temporal. La contratación indefinida supone el 10’6 %  del total de contratos frente al 9’8% de hace un año, y se siguen haciendo ocho veces más contratos temporales que fijos. Es a través de esta situación de sobreexplotación como los empresarios están obteniendo unos resultados fabulosos (en 1998 sus beneficios crecieron un 21% respecto al año anterior). La otra cara de la moneda es la elevada siniestralidad laboral, en la que el Estado español tiene el mérito de tener la tasa más elevada de Europa.
Las privatizaciones del sector público (Repsol, Telefónica...) han conllevado la destrucción de miles de puestos de trabajo y la precarización del empleo y de los servicios a niveles desconocidos. El caso de Correos es un buen ejemplo que cómo se están cargando un servicio público en beneficio de compañías privadas. A los ataques a la sanidad pública a través de la nueva ley de fundaciones, con la que se pretende gestionar los hospitales en base a criterios de rentabilidad capitalista, a través de recortes y congelación del gasto sanitario, hay que añadir el medicamentazo, los recortes de las partidas destinadas a la educación pública: menos dinero para la construcción de escuelas e institutos, menos dinero para becas... Esta es la política del Gobierno Aznar. A pesar de la campaña de propaganda, del discurso machacón de que todo va bien y a mejor, la clase trabajadora percibe  que la increíble riqueza que se está generando no se reparte de manera justa. La parte del león se la lleva la burguesía, con sus insultantes beneficios, mientras que los trabajadores nos encontramos con peores condiciones de trabajo y unas retribuciones prácticamente congeladas, puesto que el incremento salarial medio es de tan sólo el 2%.
Y en este contexto al PP le estalla el problema de las pensiones. El 70% de las pensiones está por debajo del Salario Mínimo, esto es, por debajo de las 70.000 pesetas. Es tan evidente la demagogia de la burguesía cuando niega la posibilidad de mejorar la cuantía de las pensiones más bajas, que el gobierno de Aznar ha tenido que retroceder, convocando a los sindicatos a una negociación en el marco del Pacto de Toledo. El Gobierno ha pasado de mantener una postura intransigente, de tratar de impedir toda subida a través de recursos, presiones, etc., a asumir como necesario ese incremento. Y lo que es bastante significativo de la situación política actual:  el gobierno se ve  forzado a sentarse con los sindicatos, para discutir del tema y tratar de buscar una salida, más por el desgaste político que le suponía el enfrentamiento con las comunidades autónomas que por la presión de las centrales sindicales.  En cualquier caso en el debate sobre las pensiones, lleno de demagogía y cinismo por parte de la derecha, ha vuelto a quedar en evidencia la falta de voluntad de lucha de los dirigentes oficialistas de CCOO y UGT que aceptando el guión gastado de la “negociación” han renunciado a movilizar a los pensionistas y al conjunto de la clase obrera para conseguir pensiones dignas y no migajas de supervivencia.


La situación real del paro

 

Otro de los logros que se atribuye Aznar es que se han creado 1’2 millones de puestos de trabajo bajo su mandato. Y se plantea como objetivo crear otros 1’3 millones de aquí al 2003, previa “modernización del mercado laboral”, según nos anunció en el debate sobre el estado de la nación. De entrada, habría que matizar al señor Aznar que de esos 1’2 millones de puestos de trabajo creados, una parte importante no son empleos nuevos, sino que han aflorado de la economía sumergida ante la entrada del euro. A continuación podríamos discutirle la calidad del empleo creado, cuando superamos los récords de empleo precario con un 33’6% de trabajos temporales en comparación con el 12’1% en la media europea. Pero  además, la realidad de las cifras de paro y el empleo no son en absoluto para lanzar las campanas al aire. En primer lugar, la tasa de actividad en el Estado español (49’2%) es bastante inferior a la media de los países de la Unión Europea (55’4%), con lo que la bolsa potencial de parados es aquí mucho mayor. Esa tasa de actividad inferior encubre en realidad una cantidad importante de trabajadores en el paro, jóvenes y mujeres especialmente, que están contabilizados como inactivos (estudiantes, amas de casa, etc.). En el caso de las mujeres esto se ve reflejado todavía de forma más clara en la tasa de actividad femenina: en el Estado español es de sólo el 36’7% frente al 45’6% de la media europea. También estamos en cabeza en cuanto a desempleo juvenil (un 39’1% respecto a un 21’2% en la media de la UE) y en cuanto al número de parados de larga duración (51’8%).
Evidentemente, el gobierno no va a exhibir estos “logros” que hacen sombra a sus brillantes cifras, con las que tiene la esperanza de convencernos de la bondad de su programa. Es más, el gobierno maquilla y cambia las estadísticas a su gusto, como se ha podido comprobar con la EPA (encuesta de población activa) y la contabilidad nacional. Cambia la estructura de los datos y después no homologa las series, con lo que  le salen unas mejoras estadísticas de relumbre sin que éstas se correspondan con la realidad. Otros datos, susceptibles de que puedan ser utilizados para criticar la gestión del Gobierno, simplemente se ocultan, se dejan de publicar. Así ocurre con la memoria de la Administración Tributaria, con lo que es imposible saber quién y en qué proporción está pagando impuestos, y con los datos de ejecución presupuestaria.

Perspectivas económicas

De hecho, la favorable situación económica ha permitido amortiguar en parte los ataques del Gobierno del PP.  El ciclo alcista de la economía ha posibilitado que el gabinete de Aznar haya ido implementando los recortes progresivamente, procurando evitar una conflictividad que le desestabilizara. En este sentido se ha basado en el apoyo imprescindible de las direcciones sindicales, sin el cuál no podría haber llevado a cabo ni una sola medida. El gobierno, pasado el susto de las movilizaciones de los empleados públicos a los pocos meses de su investidura, ha procurado evitar un enfrentamiento cara a cara con el movimiento obrero y se ha valido para ello de los dirigentes obreros. En más de una ocasión ha tenido que retroceder, como ocurrio en  lucha de los mineros de León, o posteriormente en Asturias.
En este contexto cabe destacar el análisis que hace la burguesía sobre la política económica del Gobierno. Es evidente que para ella, la debilidad del PP frente al movimiento obrero es un verdadero problema y que quisieran un gobierno más fuerte que pudiera llevar a cabo las “reformas estructurales” que consideran inaplazables, sin necesidad de apoyarse en los dirigentes obreros.  Asi lo refleja El País (22-8-99) cuando advierte que “el Gobierno hasta ahora se ha limitado a cabalgar sobre la fase alcista del ciclo,  que a partir de este momento tendrá que apearse de la autocomplacencia, dejar de atribuirse medallas por los efectos de fenómenos que ni controla ni probablemente entiende y hacer algo”. Y es que aparecen los primeros indicios de deterioro de la economía, como el alza de la inflación y la pérdida de competitividad. Durante los últimos 3 años los precios no han subido tanto gracias al abaratamiento del petróleo y de las materias primas. Ha bastado dos meses de alza del precio del petróleo para que vuelva a subir la inflación (actualmente la más alta de la UE con un 2’1% en julio), con lo que los méritos del Gobierno al respecto se desvanecen.
Respecto a la competitividad en la industria, ésta ha caído un 4’3% en el primer trimestre del 99. Las exportaciones españolas han caído en términos reales y su contribución al crecimiento del PIB será este año negativa, como ya lo fue el año pasado. Todo esto, además, tiene un efecto directo en el empleo, con la pérdida de miles de puestos de trabajo si la caída prosigue. Es un proceso que está en sus inicios y que todavía no ha dejado sentir plenamente sus efectos en el conjunto de la economía, pero que puede llegar a implicar un cambio de tendencia. Las esperanzas de la burguesía española están puestas ahora en la recuperación de la economía alemana, para relanzar las exportaciones y, de esta forma, alargar el ciclo alcista. En cualquier caso el futuro de la economía española no podrá escapar a las tendencias generales de la economía mundial y de los problemas que atraviesan Japón, el Sudeste Asiático y Latinoamérica que más temprano que tarde afectaran tambien a EEUU.
El tímido repunte de Japón, tras un largo año de recesión, con un crecimiento del PIB en el primer trimestre de casi un 2%, se ha visto empañado por una nueva caida en el segundo trimestre a pesar de las políticas expansivas del gobierno nipón. Bajos tipos de interés y aumento del gasto público están en la base del intento de relanzamiento de la economía japonesa, que sin embargo no puede romper con la situación de recesión tras el desplome de los mercados del sudeste asiatico.
La persistente recesión económica de los paises emergentes, especialmente Latinoamérica, y la lucha feroz por los mercados están afectando directamente a la fortaleza del boom en EEUU que ya observa síntomas claros de declive. Los datos del crecimiento del PIB americano en el segundo trimestre, 1,2%, han puesto de manifiesto  que la tendencia a la caida de los beneficios de las grandes empresas es ya una realidad evidente; pero este no es el único dato, el crecimiento del déficit comercial americano que se acerca peligrosamente a los 300.000 millones de dólares es una mala noticia a la que hay que sumar el descontrol de la burbuja financiera, que ha llevado a las acciones de Wall Street a niveles de cotización delirantes. La tasa de ahorro americana es negativa por primera vez en 25 años y una caida de la economía real podría tener efectos catastróficos arrastrando a la bolsa y viceversa.
Rudy Dornbusch, profesor de la Catedra Ford de Economía en el MIT, señalaba en su articulo ‘Otra vez Wall Street 1929’ publicado el 27 de junio en El Pais, algunas de las incertidumbres que atenazan a los principales estrategas de la burguesía: “¿Está a punto ya de empezar otra depresión? EEUU podría ser el catalizador. Hay una burbuja en la bolsa de Nueva York. Las acciones valen casi el doble del PIB, mucho más de lo que hayan valido jamás y un cuarto más alto que en el punto álgido de la oleada especulativa en Japón hace una década. Según el criterio de la Reserva Federal, las acciones están sobrevaloradas en un 40% (...) Todavía no ha habido ninguna expansión de EEUU que haya muerto de vieja (...)Al haber vulnerabilidad financiera en todas partes, ¿cómo vamos a estar seguros de que EEUU, y todo el mundo, no acabará como Japón, un día en la cumbre y al siguiente en el arroyo? (...) De hecho, puede que las crisis financieras de los últimos tres años no hayan sido más que preludios”.
Se avecina una etapa convulsiva en el terreno económico, e inevitablemente, en el político y social. Un recrudecimiento de la lucha de clases en los Estados Unidos y en Europa, como ya se está produciendo en el sudeste asiático y en América Latina, sera la perspectiva inevitable. La burguesía va a tratar de cargar el peso de la crisis sobre los hombros de la clase trabajadora, lo que significará nuevos ataques a los derechos sociales que el movimiento obrero ha conquistado tras décadas de lucha. Es para este escenario para el que se prepara la burguesía española cuando advierte que en el futuro inmediato el gobierno deberá llevar a cabo “reformas drásticas políticamente conflictivas”. Y es para este escenario para el que la clase trabajadora, los jóvenes y los cuadros marxistas en primer lugar, nos tenemos que preparar. Acontecimientos que sacudiran de arriba abajo a los partidos y sindicatos de la clase obrera, creando la condiciones para un giro a la izquierda y el crecimiento de la influencia de las ideas del marxismo revolucionario.

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